siena - Homenajeado Fabian Cancellara, -se arrancó el dorsal venciendo en la arena de la medieval Siena el pasado año-, con una mojón en medio del camino, en una senda de la bella Toscana, que en el ciclismo posee el significado de esas estrellas de cine que decoran la acera de Hollywood Boulevard -un lugar en el que pisar sobre las luminarias y su imposición de manos- la Strade Bianche, la carrera polvorienta, de vías de pueblo y requiebros que llevan al vino, se estrena en el WorldTour en su undécima edición con un cruce de caminos entre Peter Sagan, ganador en de la Kuurne-Bruselas-Kuurne, y Greg Van Avermaet, vencedor de la Omlopp Het Nieuwsblad. Ambos dispuestos al desempate en el amanecer de las clásicas. Alredor de ese duelo planearán un buen puñado de especialistas. Vincenzo Nibali, Rigoberto Urán, Sep Vanmarcke, Fabio Aru, Jan Bakelants, Ben Hermans, Thibaut Pinot, Tiesj Benoot, Tim Wellens, Fabio Felline, Jasper Stuyven, Michal Kwiatkowski, Tom Dumoulin, Rui Costa o Zdenek Stybar.

En el sterrato, todo en italiano exuda más poesía y lirismo, se disputa una clásica nueva pero vieja en su fisionomía, en su hilo argumental, herencia de la L’eroica, una carrera para cicloturistas con apego a lo añejo y al ciclismo de antaño. La clásica italiana es tan vintage como difícil de descifrar porque el asfalto se mezcla con la grava. En el recorrido de 175 kilómetros con salida y llegada en la escultórica Siena, se acumulan once tramos de tierra blanca que sobrepasan los 60 kilómetros. Los de Monteroni d’Arbia a Asciano (9,5 kilómetros, a 63 de meta) y el de Monte Sante Marie-Torre a Castello: 11,5 kilómetros, a 42 del final), filtrarán una clásica que exige otra manera de correr, única debido a las características del piso. “La Strade Bianche además de dura por el recorrido, es peligroso por dónde se corre. Rodar sobre tierra exige cambiar la forma de correr”, recuerda Markel Irizar, que competirán con el Trek, cuando se le cuestiona sobre la particularidad de la cita italiana.

“Sobre el asfalto apenas ves la rueda trasera de quien te precede. Con eso basta. Aquí la mirada hay que tenerla más larga para poder reaccionar porque con grava es mucho más complicado maniobrar. Digamos que hay que correr como se hace con una mountain bike”, advierte Markel Irizar, una enamorado de la Strade Bianche, que además del terrario, se complica con un final de perfil puntiagudo que enfocan el Monte Aperti, Colle Pinzuto, con rampas del 15% hasta Tolfe donde aguardan pendientes del 18%. En la última docena de kilómetros, aguardan Santa Caterina, con desniveles entre 10% y el 15% antes de caer en cascada hasta la Piazza del Campo, donde se galopa en el Palio y desembocará la Strade Bianche, tierra a la vista.