pamplona - El invierno multiplica los riesgos de la montaña y obliga a los excursionistas a poner los cincos sentidos en el itinerario. Sin embargo, no solo hay que prestar atención a las escarpadas cumbres o a la impredecible meteorología. Una maraña legal se cierne sobre el medio natural y expertos como Iñigo Ayllon buscan arrojar algo de luz sobre el tema.

¿Qué puntos diría que son clave en la seguridad en la montaña?

-Suelo hablar de las pautas de seguridad que hay que tener a la hora de realizar una actividad de montaña y eso lo uniremos con sentencias de casos reales ocurridos en el medio natural que han supuesto condenas o absoluciones para ver la jurisprudencia en cuanto a accidentes de montaña. En qué aspectos se fijan los jueces a la hora de emitir una sentencia.

¿Hay mucha normativa?

-Sí. Normativa hay mucha porque nos movemos en el medio natural y el medio natural es competencia autonómica. Los montañeros no tenemos fronteras pero dependiendo en qué comunidad estés o en qué país cambia o incluso estando en un espacio natural protegido o fuera de él estás sometido a distintas normas. No hay homogeneización incluso en criterios bastante simples, entonces estás un poco expuesto a cambios, por ejemplo en acampada o en regulación de la escalada. Es un tema además bastante desconocido y la gente se queda asombrada cuando se da cuenta.

Una batalla que está aún por ganar.

-El colectivo de montaña esta formalizado y las federaciones tienen que pelearse con la Administración. En Navarra, por ejemplo, con el caso de Etxauri con la regulación de la escalada que hubo bastante polémica. Jugamos en un terreno de juego que tiene sus propias normas y a veces no piensan en nosotros.

¿Cuáles son los principales riesgos de la montaña en invierno?

-Es mucho más inestable. Las personas vienen de un ambiente más o menos urbano, más o menos controlado y someterse a un medio natural nos causa choque. En invierno los días son más cortos, nos movemos en nieve, hielo, bajas temperaturas y todo eso hace que sea más exigente físicamente. Esos serían los principales condicionantes.

Según su experiencia, ¿cuáles son los errores más comunes que comente la gente que se aventura a la montaña?

-Un exceso de confianza. La gente no tiene muy claro el nivel de dificultad o de exigencia física de las actividades y va un poquito dos-tres pasos por delante de lo que está capacitado, tanto a nivel de exigencia física como técnica. En determinados momentos del invierno es habitual que la gente no lleve el material adecuado, como por ejemplo crampones y piolets, o no tenga una correcta técnica de uso y eso, en situaciones de nieve dura, genera problemas. Además tenemos poca cultura de nieve y el trinomio arva, pala y sonda es algo a generalizar y es imprescindible para un sepultamiento por avalancha.

¿Esa poca cultura de nieve hace que la gente tenga menos conciencia del riesgo?

-Sí, peligros como la presencia de hielo, la menor duración del día... tú puedes conocer un monte y subirlo en verano pero con un grosor de nieve o zonas de hielo se convierte en una situación muy complicada.

¿El trabajo formativo de gente como usted está dando sus frutos a la hora de reducir los accidentes?

-Esa me has pillado. Vemos que hay una mayor concienciación en ámbitos federados pero la gente que sale al monte federada es un mínimo y tenemos un problema enorme para llegar al gran público, al montañero ocasional. Haría falta una campaña en televisión a nivel estatal para concienciar, igual que se ha hecho con los accidente de tráfico. Tenemos veintipico muertos en el Pirineo aragonés todos los años que para ser una actividad de hobby, no obligada, es una cifra dura.

¿La siniestralidad aumenta?

-La siniestralidad, tanto en número de muertos como de intervenciones de grupos de rescate, crece todos los años. La Guardia Civil de montaña en Aragón hace cien intervenciones más cada año. No tienen que ser cien heridos o cien muertos. En estadísticas de protección civil en Navarra, Ertzaintza, Mossos... hay un gran incremento. Cada vez hay más gente en el monte. Se calcula que hay unos 100 millones de usos de los espacios naturales protegidos al año. Es lógico, si hay más gente va a haber más intervenciones.

¿El grupo de más riesgo son los montañeros ocasionales?

-Eso es. La gente que va a la montaña con su club o federada tienen unos medios de formación que esa gente puntual no tienen. Es gente que aparte de no tener esas capacidades no se plantea que las necesita muchas veces.

¿Las federaciones de montaña qué le transmiten?

-Las federaciones están preocupadas. Un incremento de federados no supone una disminución de los accidentes. Hoy en día las federaciones de montaña tienen un envejecimiento de sus asociados. Es difícil llegar a la gente joven y que gasten dinero en una tarjeta federativa, que lleva acarreado un seguro y el sentimiento o pertenencia a un club también se debilita. No hay una entrada suficiente de gente joven. El crecimiento viene del sector de gente por encima de los 40 años.

¿Los montañeros comparten la preocupación?

-Los de los clubes tenemos la sensación de que al final parece que somos unos apestados. No nos dejan escalar, nos quieren cobrar los rescates... Es actividad deportiva, que encima tiene un gran impacto económico para las zonas rurales y no hay mucho apoyo por parte de la administración. Cuesta entender determinadas regulaciones ambientales.

¿Los Pirineos es una cordillera peligrosa en invierno?

-En realidad, cualquier montaña en invierno es más complicada por la escasez de horas de sol. El día es más corto y las condiciones meteorológicas hace que física y técnicamente sean más complicadas.

A modo de resumen, ¿qué dos tres consejos o recomendaciones daría a nivel de seguridad?

-El primero, tener claro a que nos enfrentamos: el estado del terreno, longitud, desnivel, dificultad, grupo con el que vamos, material y consultar el tiempo. La segunda, ser capaces de adaptar la actividad a las circunstancias cambiantes. La última, entender que la actividad es más que llegar a un punto y que se deben adoptar planes alternativos.