William Sianis se fue al otro barrio lamentándose de la rapidez de su lengua, esa que le empujaba a dejar dicho lo que su corazón no quería decir. Hasta su muerte, en 1970, este tabernero de Chicago con raíces griegas intentó borrar lo que el 6 de octubre de 1945 lanzó al viento con una maldición anudada. Fue en la misma puerta de Wrigley Field, el estadio de los Chicago Cubs, a pocos minutos de que se iniciase el cuarto partido de las Series Mundiales entre los Cubs y los Tigres de Detroit. Los anfitriones llegaban con un 2-1 a favor y el aval de haber ganado esa campaña 98 duelos. Estaban a pocas victorias de conquistar un título que se les resistía desde hacía ya 37 años, incluidas seis derrotas en otras tantas finales. Por eso Sianis no quería faltar a la cita y se presentó en el torno de la puerta con dos entradas: una para él y otra para su mascota, la cabra que daba nombre a su taberna. “¡Dejen entrar a Billy, pero no a la cabra!”, gritó Philip Knight Wrigley, el propietario de los Cubs, según reza la crónica del Chicago Sun. Sianis no pudo digerir el golpe. Su cabra no podía presenciar el partido y el único motivo que le ofrecían para semejante afrenta era que la rumiante apestaba. Así que William, antes de atar la cabra a una farola y acomodarse en la grada, gritó una sentencia que marcaría la historia del club de sus amores durante décadas: “¡Perderán esta Serie Mundial y nunca volverán a ganar otra hasta que no se le permita la entrada a la cabra a Wrigley Field!”. Los Cubs perdieron aquel partido, la Serie Mundial y nunca más consiguieron clasificarse para dicho duelo. Hasta ahora.

Los Cubs han firmado una buena temporada regular, siendo el equipo con más victorias en total y también como local. La postemporada también le ha sido favorable y, por primera vez en 71 años, han alcanzado la Serie Mundial, el Clásico de Otoño. Para romper la maldición de Sianis solo tienen que ganar cuatro de los siete partidos que les enfrentan estos días a los Indians de Cleveland. El partido que inauguraba la serie lo ganó el equipo de Ohio, pero en el segundo asalto el jugador estrella de los Cubs dio un paso adelante para igualar la balanza. El pitcher Jake Arrieta lideró a los Cubs para conseguir la primera victoria en una Serie Mundial desde hacía 71 años.

Arrieta nunca ha hecho mención a si sabe algo o no de sus orígenes vascos. Nacido en Missouri hace 30 primaveras, debutó como profesional en los Orioles de Baltimore y llegó a Chicago en 2013, donde ha cultivado una barba tan portentosa como su brazo derecho. La temporada pasada fue la de su consagración, liderando al equipo a la final de Campeonato en la que salió vapuleado por los Mets de Nueva York y llegando a recibir el Premio Cy Young al mejor pitcher de la Liga.

Esta madrugada el duelo se ha retomado en Chicago. Era el primero de los tres partidos que han de jugarse ahora en Wrigley Field y está por ver si los Cubs consiguen enterrar la maldición de la cabra. Si lo logran será porque ponen fin a una sequía de 108 años sin ganar las Series Mundiales.

A lo largo de las últimas siete décadas han sido muchos los intentos por diluir la maldición de William Sianis. En 1984, año en el que el equipo alcanzó la serie por el Campeonato de la Liga Nacional, el club recibió con todos los honores en el terreno de juego a Sam Sianis, sobrino del tabernero. Saltó al campo acompañado de una cabra que se aseguraba que también estaba emparentada con la repudiada. El homenaje no sirvió de mucho: los Padres de San Diego ganaron la serie por 3-2. Cinco años después se repitió el ritual y tampoco funcionó: los Gigantes de San Francisco se la llevaron por un claro 4-1.

En 1994 la inercia de los Cubs era tan pobre que desde el graderío el público coreó unan canción que pedía clemencia: “Let the goat in!”. ¡Permitan que entre la cabra! Pero el día que más cruelmente se escenificó el mal fario de los Cubs fue en las series de Campeonato contra los Marlins de Florida en 2003 (curiosamente, el año de la cabra en el horóscopo chino). Los Cubs ganaban la serie 3-2 y tenían que jugar dos partidos más en casa. En la octava entrada, con el partido encarrilado, un aficionado llamado Steve Bartman evitó que Moises Alou atrapara una pelota que prácticamente sentenciaba el partido y la eliminatoria. Aquella jugada fue un punto de inflexión. Los Cubs perdieron el partido?y la serie. A Steve Bartman le llovieron las amenazas de muerte.

transferir la maldición Desesperados, un grupo de aficionados de los Cubs intentó transferir la maldición a otro club. Un día de partido se plantaron con una cabra en las taquillas del Minute Maid Park, el hogar de los Houston Astros. Como era de esperar, a la cabra le denegaron el acceso y los aficionados, con solemnidad, desplegaron un pergamino lacrado y recitaron un manifiesto por el cual entendían que la maldición de los Cubs quedaba revocada y transferida a los Astros. Ni por esas.

Casi año a año engorda la lista de jugadores que han pasado por los Cubs sin poder ganar el título de campeón y que después han probado el sabor de la victoria en las Series Mundiales con otra camiseta. Ya son más de 50. Ni siquiera el agua bendita esparcida por un sacerdote ortodoxo griego consiguió hacer olvidar a la maldita cabra del tabernero. Tal vez esta semana un descendiente de vascos pueda poner fin a esta oscura historia. ¿Qué mejor día que Halloween para acabar con una maldición?