OURENSE - Finiquitado el fulgor del Tour, el rey Sol del ciclismo que eclipsa el extrarradio de todo territorio que se aleje del Hexágono, asoma con timidez hoy con una contrarreloj por equipos en Ourense la Vuelta, que desde que respira entre agosto y septiembre se acentúa como un bálsamo para curar las heridas que deja la chicharra de julio. La aloe vera para el quemazón de la Grande Bocule, santa sactarum del ciclismo. En los Campos Elíseos, Froome esculpió su tercer triunfo. La carrera española, esquiva para el británico, no deja de ser un reto apetecible para el keniata, el ciclista pálido que colorea con el negro del Sky el ciclismo actual. Froome, de bronce en la crono de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, busca otra medalla que lucir en su pechera de general. Otra estrella que condecore su vitrina. Otro sorbo de gloria, siempre dulce. Nunca empalagosa más si cabe con las onzas amargas que le ha alimentado la Vuelta en su anteriores incursiones. La última le cerró la puerta con tirándolo al suelo. El británico quiere el doblete, pero sabe que no hay mayor Everest que el Tour en el Himalaya del ciclismo. Su bandera manda. Conquistada la gran cumbre, Chris Froome busca el adorno. Un asunto vinculado al currículo después de ser dos veces plata en la ronda española que no le ama como el Tour. “Tengo asuntos pendientes con la Vuelta porque fui dos veces segundo y es una carrera que quiero ganar”.
En la otra orilla circula Quintana, abrumado en el Tour, lejos de su mejor versión. El colombiano, encajonado, encogido, cerró el podio de París, pero nunca emitió señales que acreditaran su capacidad para interrumpir el discurso de Froome, que transitó sobre un monólogo desde el prólogo hasta el epílogo. La Vuelta supone una revancha para Quintana, un modo de rehabilitar su honor competitivo, mancillado en el julio francés. Nairo finalizó la carrera francesa deshabitado, con el físico laminado, a punto de la claudicación. Para recomponer su puzzle rechazó acudir a los Juegos Olímpicos. Descansó y entrenó en altura. Fortalecido el ánimo, Quintana, que mantiene una relación tirante con la carrera, aparece para ajustar cuentas con la Vuelta y reconocerse en el espejo que le deformó la imagen en el Tour.
En esos parámetros se refleja Alberto Contador, tres veces campeón de la Vuelta. Tres disparos, tres dianas: 2008, 2012 y 2014. Más que nadie entre los competidores que asisten a la carrera. El madrileño, que tuvo que abandonar el Tour por la acumulación de caídas y por el aire tóxico que se respiró en el Tinkoff, desea alcanzar el cuarto triunfo. “Ese dato te aporta mayor tranquilidad. La Vuelta es una grandísima carrera y tener tres victorias es algo increíble, te permite estar mas relajado. Una cuarta sería un sueño”. En la ensoñación del madrileño también habita el deseo de arrancarse a tiras el recuerdo que le tatuó la Grande Boucle, una carrera que le sacó a empellones. La Vuelta, siempre ha querido a Contador. Eso otorga confianza al madrileño, que sin embargo, deslizó que su rendimiento es una “incógnita”.
Contador señala a Valverde “Yo ya he ganado la Vuelta, pero ellos la quieren sumar a su palmarés. Froome ha sido dos veces segundo y quiere dar el salto, además trae un gran equipo. Nairo terminó el Tour y se ha recuperado y preparado para la Vuelta. Yo iré día a día y si hay opciones intentaré ganarla. Tanto Movistar como Sky presentan equipos más potentes que el mío y está claro que quieren ganar”, radiografió Contador, que apunta a Valverde entre los opositores a la corona. “Valverde tendrá opciones. Hay muchos finales para coger bonificaciones y es un candidato a la victoria. Yo tengo que pensar que para mí el recorrido no es malo, pero es mejor para Valverde. La última crono le favorecerá más a Froome”. En los aledaños del cuarteto, Esteban Chaves, segundo en el Giro, Miguel Ángel López, que encabeza el Astana, y el holandés Steven Kruijswijk, que compitió de maravilla en el Giro, se postulan como los dorsales que se debatirán entre la gloria y la redención.