La historia olímpica es abundante en estadísticas y curiosidades. En uno de sus epígrafes recoge que en todas sus ediciones se han dado hasta 70 casos en los que un progenitor y su vástago hayan coincidido compitiendo en unos mismos Juegos. El desglose es tremendamente desigual. En 56 de estos casos se ha tratado de padres e hijos, en doce de padres e hijas, solo ha habido dos casos de madres e hijas (ninguno desde 1908) y jamás se ha registrado ninguno que englobe a una madre y su hijo. La historia cambiará en Río de Janeiro y no con una familia cualquiera, no en vano la veterana y laureada tiradora georgiana Nino Salukvadze, que mañana arranca su participación en pistola de aire desde 10 metros y el martes competirá en pistola desde 25 metros compartirá cita olímpica con su hijo, el también tirador Tsotne Machavariani, que hoy vivirá su bautismo de guerra en unos Juegos en la modalidad de pistola de aire desde 10 metros y el miércoles volverá a escena en pistola desde 50 metros.
La de Salukvadze (Tbilisi, 1-II-1969) es una de esas historias olímpicas llenas de contenido pero que se mantienen ocultas por la escasa repercusión de su modalidad deportiva por estos lares. La tiradora georgiana de 47 años se convertirá en Brasil en la mujer con más presencias en Juegos Olímpicos (igualará, con ocho, a la piragüista italiana Josefa Guerrini, que estableció su marca en Londres’12) y se quedará a dos ediciones de alcanzar el récord absoluto del jinete canadiense Ian Miller. Salukvadze, que aprendió los entresijos de este deporte gracias a su padre, instructor en un pequeño campo de tiro en Tbilisi, se estrenó en Seúl’88 defendiendo la bandera de la Unión Soviética y a sus 19 años conquistó un oro y una plata. En 1992, en Barcelona, representó a la CEI (Comunidad de Estados Independientes) y desde entonces ha competido por Georgia, siendo la abanderada en Londres’12.
UN BESO POR LA PAZ Ganadora, además, de seis medallas de oro en Mundiales y cuatro en Europeos, puede que el momento más recordado de Salukvadze se produjera en los Juegos de Pekín. Nino firmó el bronce en la prueba de pistola de aire desde diez metros, mientras que la rusa Natalia Paderina conquistó la plata. Precisamente, durante esos días sus respectivos países se enzarzaron en un conflicto armado en Osetia del Sur que incluso llevó a Georgia a plantearse la retirada de los Juegos, pero ambas deportivas dieron una lección al mundo en la ceremonia de entrega de medallas: se abrazaron en el podio, se besaron en la mejilla y pidieron el final de las hostilidades. “Si el mundo siguiera nuestro ejemplo, no habría más guerras”, afirmó Salukvadze.
La veterana tiradora tratará de mejorar los resultados cosechados en Londres (por primera vez no conquistó ni siquiera un diploma olímpico) pero seguirá muy de cerca también las evoluciones de su hijo, que a los 18 años sacó billete para el evento brasileño en el pasado Europeo. “Estoy muy satisfecha por volver a representar a Georgia en unos Juegos Olímpicos, pero un millón de veces más orgullosa como madre, encantada de ver cómo mi hijo ha conseguido llegar hasta aquí”, aseguró recientemente Salukvadze, quien no puede evitar caer en el terreno de lo sentimental pese a tratar de convencerse de que “todo esto no debería afectarnos a ninguno de los dos en el plano deportivo, pero, hablando con franqueza, por encima de todo soy madre y en Río de Janeiro seré una aficionada suya más”.
Por su parte, las declaraciones de Machavariani desprenden la ilusión de un debutante en una gran competición internacional. “Para mí todo esto es un doble motivo de satisfacción. No solo voy a poder disputar unos Juegos Olímpicos, sino que, además, voy a poder competir junto a mi madre”, reconocía recientemente en ‘The Associated Press’, al tiempo que aseguraba que el hecho de venir de una familia exitosa en el mundo del deporte y con cierta importancia en los asuntos políticos del país (su padre trabaja para el Ministerio del Interior de Georgia) no le supone una presión especial. “Mi madre siempre me recuerda que a pesar de que ella tenía más o menos mi edad cuando ganó su primer oro olímpico, nuestras circunstancias son muy distintas. Por aquel entonces, ella representaba a la Unión Soviética y tenía mejores condiciones para entrenar, mejores instalaciones y más experiencia en torneos de primer nivel. Siempre me recuerda que ahora ya no tenemos tantas facilidades y que no me exige ningún resultado. Creo que es su manera de tranquilizarme y de minimizar mis nervios durante la competición”. Ocurra lo que ocurra en la lucha deportiva por las medallas, Nino Salukvadze y Tsotne Machavariani harán historia olímpica en el mismo momento en el que empuñen sus armas y se planten delante de sus respectivos objetivos. De tal pistola, tal gatillo.