En 2008, en Pekín, escapando de la comida china y encontrando amparo en los nuggets de pollo -asegura que durante 10 días fueron la base de su alimentación hasta el punto de ingerir 100 piezas al día sumando desayuno, comida y cena-, Usain Bolt se convirtió en el rey del mundo. El planeta saludó con algarabía a aquel chaval jamaicano, tan lenguaraz como gesticulante antes y después de las carreras como depredador cuando tocaba poner pies en polvorosa, que aportaba un necesario soplo de aire fresco al alicaído mundo del atletismo. Bolt llevaba ya tiempo anunciando lo que estaba por llegar. Alejado de los estándares físicos que se estilaban por aquel entonces en las distancias más cortas de la velocidad -más espigado y fino que las impresionantes bolas de músculos estadounidenses de la época y poseedor de una longitud y cadencia de zancada sin igual-, lanzó un aviso a navegantes en mayo de aquel año al batir el récord del mundo de los 100 metros (9,72 segundos) en su quinta carrera senior, pero fue en los Juegos Olímpicos cuando todos los focos se posaron sobre él: oro en los 100 con otra plusmarca planetaria (9,69 frenando en los metros finales), oro con récord mundial en los 200 (19,30 con viento en contra) y oro en el 4x100 con otra marca jamás registrada (37,10).
Cuatro años después, en Londres’12, más de lo mismo. En el periodo entre Juegos hubo de todo para Bolt. Desde un Mundial de 2009 en el que limó décimas a unas plusmarcas que parecían inamovibles -9,58 en el hectómetro; 19,19 en el doble- hasta su descalificación en la misma cita dos años después por salida falsa pasando por periodos en los que desaparecía de la alta competición, pero el jamaicano volvió a reactivarse con la visión de los aros olímpicos y se metió otro triplete al bolsillo, algo jamás visto, esta vez con plusmarca en los relevos (36,84) y el segundo mejor registro de la historia en los 100 metros: 9,63.
Y ahora, ocho años después de su explosión mundial, el planeta no espera otra cosa que el tercer show de Bolt en estos Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Nadie está preparado para otra cosa. El jamaicano ya no es un chaval (cumplirá 30 años el día de la ceremonia de clausura), su cuerpo ya no da para exhibiciones con pollo rebozado como único combustible -el año pasado reconoció que las lesiones le han llevado a dejar a un lado su gusto por la comida basura y a incluir más vegetales y verduras en su dieta- pero sigue siendo el hombre a batir en las distancias cortas, el tipo que sonroja a todos sus rivales cuando llega el momento de ponerse serios. Sí, en los periodos entre competiciones siempre asoma alguna esperanza, pero cuando llega el momento de la verdad... Despejar dudas de golpe y porrazo es su especialidad de la casa. Lo hizo hace diez en Londres. Llegó a la cita envuelto en dudas -ajenas, no suyas- como consecuencia de la lesión muscular sufrida el pasado mes en los campeonatos nacionales que le obligó a retirarse en la prueba de 100 metros y salió de ella con un autoritario triunfo en el doble hectómetro y con la quinta mejor marca del año, 19,89, dejándose ir en el último cuarto de la prueba.
Parece harto complicado que, salvo lesión o descalificación, Río’16 no vaya a asistir a una nueva coronación de Bolt por partida triple. Su superioridad es tan insultante que le convierte en prácticamente inalcanzable para su compatriota Yohan Blake o para la última promesa estadounidense, Trayvon Bromell. Solo el veterano Justin Gatlin parece capacitado para hacerle un mínimo de sombra. Oro en los 100 metros en Atenas’04 y suspendido por dopaje entre 2006 y 2010, el velocista de Brooklyn no nota, hasta el momento, el paso de los años. A sus 34, sus mejores marcas personales en los 100 metros (9,74) y en los 200 (19,57) los firmó en 2015, año en el que se quedó a una centésima de derrocar a Bolt en la final del hectómetro del Mundial de Pekín. Si el jamaicano exprime sus piernas será inabordable, pero si se relaja ahí estará Gatlin para tratar de dar el zarpazo, sobre todo en la prueba corta.
El reto frustrado de Felix Con la también jamaicana Shelly-Ann Fraser-Pryce buscando su tercer oro consecutivo en los 100 metros, Allyson Felix estaba llamada a centrar buena parte del interés de las pruebas femeninas. A sus 30 años, la atleta de Santa Clarita buscaba en Río de Janeiro, en sus cuartos Juegos Olímpicos, convertirse en la tercera mujer de la historia en conseguir ganar las pruebas de 200 y 400 metros en el mismo evento, pero, sorpresivamente, falló en los trials estadounidenses en el doble hectómetro, prueba en la que conquistó el oro olímpico hace cuatro años -ganó también el 4x100 y el 4x400-. Por consiguiente, tendrá que conformarse con tratar de repetir su éxito mundialista del pasado año en la prueba de la vuelta al estadio, mientras que en los 200 metros asoma como una de las grandes aspirantes la holandesa Dafne Schippers, oro el año pasado en el Mundial de Pekín con la tercera mejor marca de la historia, y plata en los 100 por detrás de Fraser-Pryce, cuyo reinado también amenaza.
El que sí que está en disposición de hacer historia en la cita brasileña es Mo Farah. Un año después de que su entrenador desde 2011, Alberto Salazar, se viera envuelto en una agria polémica de dopaje que incluso obligó al atleta a dar una rueda de prensa para reivindicar su inocencia, el británico aspira a repetir el doblete en 5.000 y 10.000 metros que consiguió hace cuatro años en Londres’12, lo que le colocaría a la altura del mítico finlandés Lasse Viren, que lo logró en Múnich’72 y Montreal’76. Otra británica, Jessica Ennis-Hill, buscará también emular a otra figura icónica del deporte, Jackie Joyner-Kersee, y, tras haber dado a luz en 2014 y regresar a las pistas con fuerza ganando el Mundial el pasado curso, dar continuidad a su oro de Londres’12 en heptatlón -la estadounidense ganó en Seul’88 y Barcelona’92-.
También tendrá interés el enfrentamiento entre Wayde Van Niekerk y LaShawn Merritt en el 400 masculino. El sudafricano, vigente campeón mundial de la especialidad, acaparó titulares el pasado mes de marzo al convertirse en el primer atleta de la historia en bajar de los 10 segundos en los 100 metros (9,98), de los 20 en 200 (19,94) y de los 44 en 400 (43,48) y es una de las grandes esperanzas de medalla de su país, mientras que el estadounidense, plata el año pasado en Pekín, quiere a sus 30 años reverdecer viejos laureles olímpicos, aquellos que en 2008 le llevaron al oro derrotando a un rival de la talla de Jeremy Wariner. También tendrá importantes dosis de morbo comprobar si la prueba de 800 metros es un paseo militar para David Rudisha, actual propietario del oro olímpico, o si habrá algún rival capaz de hacerle sombra. El keniano es el mejor corredor de la historia en esta distancia. Fue el primer corredor en bajar del 1:41, posee el récord mundial (1:40,91), y los tres mejores registros -también seis de los ocho- de la historia llevan su firma, aunque una lesión cortó en 2013 su extraordinaria trayectoria y el año pasado tuvo que sufrir de lo lindo para ganar el oro en el Mundial. ¿Volverá a ponerle alguien en dificultades como en aquella ocasión hizo el polaco Adam Kszczot?
Eaton, ¿de nuevo el hombre 10? Río de Janeiro también puede ser la confirmación de Ashton Eaton como mejor decatleta de la historia. El estadounidense aspira al primer doblete olímpico desde que otro mito de la especialidad, el británico Daley Thompson, lo lograra en 1980 y 1984. Eaton batió su propio récord mundial en Pekín’15, dejándolo en 9.045 puntos, un registro estratosférico, y a sus 28 años no parece dispuesto a ceder el testigo. Como curiosidad, su mujer, Brianne Theisen-Eaton, competirá en heptatlón... por Canadá.
Y para mantener las espadas en todo lo alto hasta el último día, el maratón promete también emociones fuertes, con Eliud Kipchoge como gran aspirante al oro. El keniano ya ha sido plata y bronce en unos Juegos en la prueba de 5.000 metros y su transición a la distancia larga ha sido excelente, no en vano ha ganado seis de los siete maratones en los que ha tomado la salida, quedándose este año en Londres a ocho segundos del récord mundial de Dennis Kimetto.