Bernardette se levanta cada día a las siete de la mañana. Desayuna y comienza con una rutina para atender a Jean Pierre, su marido. Le viste, le afeita, le da el desayuno y le acompaña al baño. Y mientras tanto le habla. Le cuenta si ha llegado correo al buzón, las aventuras y desventuras de sus dos nietos... Incluso le habla de fútbol. Es un ritual que se lleva repitiendo 34 años, el mismo tiempo que su marido lleva postrado en una cama en estado vegetativo. La desgracia no llegó en forma de accidente, ni siquiera de enfermedad. Jean Pierre entró en coma por una negligencia médica cuando iba a someterse a una sencilla intervención en una de sus rodillas. Fue el 17 de marzo de 1982. Todavía no ha despertado.
Jean Pierre Adams nació en Dakar, Senegal, y la tenacidad de una de sus abuelas le permitió llegar a Francia siendo muy niño para poder fraguarse una vida mejor. No lo tuvo nada fácil. Cuando solo tenía 8 años su abuela tuvo que tirar la toalla y lo ingresó en un orfanato de Montargis, en el centro de Francia. Allí las cosas empezaron a favorecer a Jean Pierre. Una familia decidió adoptarle y él encontró en el fútbol un arma con la que luchar contra la discriminación que podía sentir por sus orígenes africanos. No tardó en destacar por su descomunal fortaleza. Su cuerpo, con un físico prodigioso, le hizo despuntar en las filas del Racing Club de Fontainebleu, un conjunto de categoría amateur con el que conseguiría llegar a la final del Campeonato Amateur de Francia de 1967, un encuentro que fue retransmitido por televisión para todo el país. Fue entonces cuando le vio el exentrenador del Nimes, Kader Firoud. El técnico no olvidó aquel fornido delantero de color y dos años después, cuando volvió a coger las riendas del club profesional, lo reclutó para hacer la pretemporada. Decidió reconvertirlo en centrocampista. Debutó en la élite en la temporada 1970-71 y al año siguiente ya era titular indiscutible. Adams jugó todos los partidos de la temporada y fue una pieza clave para que el Nimes terminara la Liga en segunda posición, por detrás del Olympique de Marsella.
En 1973 Adams ficha por un equipo con más aspiraciones, el Niza, y allí le vuelven a transformar, esta vez en defensa. Fue entonces cuando vivió su época dorada. En la selección de Francia formó una legendaria pareja de centrales con Marius Trésor, conocida como la Garde Noire, la Guardia Negra. Entre 1972 y 1976 firmó 22 internacionalidades, pero su carrera entró en declive cuando a los 29 años fichó por el Paris Saint Germain. Dos años después, decidió jugar en Segunda, en el Mulhouse, y, finalmente, volver al fútbol amateur, en el Chalon. Fue ahí, con 34 años, cuando decidió operarse una pequeña lesión de rodilla y estirar así su carrera futbolística.
la fatídica operación El 17 de marzo de 1982 ingresó en el hospital Edouard Herriot de Lyon. El ambiente estaba enrarecido por una huelga de los trabajadores del hospital, pero el futbolista y el cirujano declinaron la posibilidad de posponer una operación que no era urgente. La huelga provocó que en el quirófano, en lugar de los dos anestesistas de rigor, el responsable fuera un estudiante en prácticas que ese día, además de en la de Jean Pierre Adams, tuvo que trabajar en otras ocho intervenciones. Cometió un error y entubó al paciente de manera incorrecta, impidiendo que el oxígeno llegase al cerebro. Adams entró en coma.
El pasado jueves se cumplieron 34 años de aquella fatídica operación, por lo que Adams ha pasado la mitad de su existencia postrado en una cama. El caso llegó a los tribunales y el anestesista reconoció sus limitaciones: “No estaba capacitado para la tarea que me asignaron”.
Bernardette, que había luchado contra su familia para poder casarse con un hombre negro, no dudó en llevarse a su marido a su domicilio de Nimes pese a que las autoridades le invitaron a ingresarlo en una residencia. Escribió la biografía de Jean Pierre y ahí explicó cómo su marido perdió 11 kilos en los primeros meses del coma y cómo la inactividad llenó su cuerpo de llagas. Su testimonio describe cómo su marido abre a veces los ojos, pero no ve nada. “Olfatea cuando me perfumo”, explica, “y se agita cuando un perro ladra cerca”. Dice que apenas ha envejecido, que “tiene la piel lisa y solo tiene unas pocas canas”. Treinta y cuatro años después, Jean Pierre puede respirar sin la ayuda de una máquina y cuenta con la impagable ayuda de su mujer, quien no quiere oír hablar de eutanasia: “Si Jean Pierre quisiera morir, me lo habría hecho comprender. Se le ve bien, con el rostro sereno. Tal vez, algún día, Jean Pierre se despierte”.