Tres décadas en el mundo del agua. Se dice pronto, ¿verdad?

-Sí. Todo fue bastante repentino. En mi familia no ha habido nadie que se dedicara a la natación porque hace años era algo muy familiar. Recuerdo que vinieron al colegio para hacerme una prueba y mi padre nos montó en un coche a cuatro locos. Nos eligieron y se creó la escuela alavesa. Yo también hice mis pinitos en otros deportes como el baloncesto o el atletismo, pero la natación me enganchó poco a poco.

¿Tiene la misma ilusión que el primer día o está algo saturada?

-Todos nos saturamos en nuestro trabajo, pero siempre surge alguien que te renueva la ilusión. Parece que se va a acabar el mundo cuando dejan de nadar algunos, pero siempre llegan otros. En mis años buenos, por la piscina he hecho de todo. He sido socorrista, he hecho cursillos de niños, adultos, aerobic, aquagim... Hoy en día tengo la gran suerte de poder vivir de ello, algo que es muy difícil porque a la natación también le ha llegado la crisis.

¿En qué sentido?

-Como en cualquier otro deporte minoritario, las instituciones nos han recortado un montón las subvenciones. Sin la colaboración con el Estadio y los padres no podría tirar hacia adelante el club Judizmendi. Queremos que nos respeten porque nos gustaría seguir teniendo nuestro nivel actual. Es verdad que tenemos una piscina impresionante en Mendizorroza y el Ayuntamiento hace un esfuerzo por dejarnos entrenar, pero siempre hay unos flecos que se podrían mejorar.

¿Cree que tendría que ser obligatorio apuntar a los hijos a natación desde pequeño?

-Por descontado. Nadie debería dejar de apuntar a un hijo a clases. Cuando se aprende lo que se aporta es seguridad. Ese es el primer objetivo y, como deporte, también te enseña unos valores. Es completo, trabajas absolutamente todos los aspectos del entrenamiento: fuerza, resistencia, coordinación, flexibilidad... En el aspecto social somos un deporte individual, pero el entrenamiento es siempre colectivo y debes colaborar en él con tus compañeros. La sensación desde fuera es que estamos un poco locos porque nos ven hacer largos continuamente, pero realmente engancha. En broma, creo que es el cloro que trastorna un poco nuestras neuronas (risas).

¿Saben sus íntimos que es más de playa?

-Me gustan las dos, cada una en su momento. Me encanta el ruido del agua y del mar en verano. Tenemos una casita en Noja y es un rinconcito que nos apasiona.

Ha reconocido en alguna entrevista que no fue una gran nadadora. ¿Vagancia?

-No, no... Yo he sido muy cabezota y me enfadaba si se colaban mis compañeros. El problema es que empecé tarde, en séptimo de EGB. Es un deporte en el que conviene iniciarse en edades tempranas (4 ó 5 años). El aspecto del dominio, de la sensibilidad y de la técnica del agua es algo que se adquiere desde pequeñito. Si empiezas más tarde, te dejas algo en el camino. Mi entrenador fue Andrés Sánchez, que ahora es el presidente de la Federación.

Lo peor eran los madrugones...

-Para nada. Eran divertidísimos. Venía un autobús que nos recogía por todo Vitoria y nos llevaba a las piscinas a los nadadores del Judizmendi y del Menditxo. Recuerdo que no había nadie y todo el vestuario era para nosotros. Te pegaban patadas las cucarachas en silencio. Luego iba al colegio y tenía el biorritmo cambiado con mis compañeros. Llegaba a las 9 de la mañana y, mientras ellos estaban dormidos, yo estaba completamente despierta. Después del recreo, me comía el bocata y ya me entraba el sopor y me dormía.

Tendrá millones de anécdotas durante todo este tiempo, ¿no?

-Por ejemplo, siempre he sido un desastre con los coches y fui a un Campeonato de España en Valencia. Me perdí tantas veces que, al llegar a la piscina, ya estaba cerrada y no pudimos entrenar. Entonces, tuvimos que irnos a la playa y las hice trabajar allí a las alumnas.

Anna Tarrés, la entrenadora de sincronizada, estuvo en boca de todo el mundo por sus métodos casi castrenses. ¿La defiende?

-Primero tendría que ver cuál es la verdad y saber cuántos entrenadores de alto rendimiento son súper majos. Seguro que pocos. El alto rendimiento es alto rendimiento y tienen que sacar lo mejor de uno. Creo que todo eso se sacó un poco de contexto. Hay becas, dinero y medallas olímpicas de por medio. Sus éxitos están ahí y eso implica un gran trabajo.

Usted, ¿cómo se define en ese sentido?

-Reconozco que sí soy exigente. Yo tengo conmigo a los adolescentes, que es cuando más rebeldes están, empiezan a descubrir la noche y el salir hasta las mil. Muchas veces no es compatible la adolescencia con la disciplina. Al cabo de los años me he encontrado con antiguos alumnos y me han reconocido que fueron tontos en su día y que tenía razón. Mis nadadores de hoy en día dicen que soy dura y los que me conocen desde hace tiempo dicen que me he ablandado con los años.

Michael Phelps comentó en su día que tenía una dieta de 12.000 calorías diarias. ¿Tantos excesos pueden permitirse las estrellas de su deporte?

-En la natación se pueden cometer de vez en cuando, pero hay que ir con cuidado. Puedes entrenar mucho, pero la dieta es la base del rendimiento. Todo es valorable según lo que entrenes. Si lo haces tres días a la semana una hora, ingiriendo 12.000 calorías al día, no vas a volver a entrenar en mucho tiempo porque no vas a poder flotar. Según el trabajo que hagas deberás adaptar después tu dieta.

¿Qué me dice de Mireia Belmonte?

-Es la mejor nadadora española de la historia. Tiene que trabajar lo que nadie sabe. Es una superdotada y se ha rodeado muy bien. Hay otras como ella que también entrenan una barbaridad, pero ella es la punta del iceberg. También me encanta Jessica Vall, que ya ha sido bronce en un Mundial cuando no sacaba medalla en Campeonatos de España compitiendo contra nadadoras mías.

¿A quién le haría una buena aguadilla?

-A todos los chorizos de este país, que desgraciadamente son muchos.

¿Se deberían mojar mucho más los políticos por los ciudadanos?

-Por nosotros y por un montón de deportes. Está muy bien que den dinero al Alavés y al Baskonia, pero hay otros muchos en la provincia que trabajamos un montón de horas y nos merecemos lo nuestro.

Y eso lo dice precisamente una seguidora albiazul, ¿verdad?

-Sí, sí... Somos socios del Alavés y de vez en cuando también vamos al baloncesto. Únicamente pedimos que no nos olviden.

Para acabar, ¿dónde hay más atascos: en la carretera o en las calles de los centros cívicos de la ciudad?

-Yo lo único que sé es que en las calles del Club Natación Judizmendi hay grandes atascos. Este año hemos conseguido llegar a 70 nadadores federados y un centenar de escolares. Puedo asegurar que las calles del Estadio, entre las 17.30 y las 22.00 horas de la noche, son intransitables (risas).