CAMBRAI - “Sí que creo que podría haber tenido opciones de victoria, pero hay que estar contentos: hemos salvado adelante, siempre muy atentos, e iba bastante bien sobre el pavés. Otros equipos tenían gente rápida y les interesaba tirar más para resolver ese ataque de Martin; yo me lo tenía que jugar solo y, en ese sentido, poco más se podía hacer”. La reflexión de Alejandro Valverde en Cambrai se asemejaba al del resumen de una clásica en la que aparecía con opciones de ganar. Ocurre que es el Tour lo que está en juego y que la apuesta inequívoca de Movistar por el amarillo de París es la de Nairo Quintana, que sufrió en el pavés aunque logró alcanzar la meta con los mejores, sin ceder tiempo.

El epílogo de la jornada, repleta de tensión, bien pudo ser distinto en caso de que la amputación que se produjo en el último tramo de adoquín y que reunió a Nibali y Froome, entre otros, hubiese prosperado. Fue la falta de consenso en ese grupo en el que estaba Valverde, lo que acabó con una movimiento que pudo dañar a Quintana, que compartía suerte con Contador, mimado por Peter Sagan, mayordomo al servicio del madrileño, con problemas en la bicicleta. “Todo el mundo ha podido ver cómo se ha sacrificado por mí Peter Sagan. Peter ha hecho un trabajo increíble, incluso sacrificando sus opciones de victoria para coger el grupo”.

En el Movistar dio la impresión de que Valverde actuó con libertad, un verso suelto en una etapa que demandaba prosa. El murciano se movió con destreza sobre el pavés y estuvo entre los mejores. Incluso fue partícipe del corte que dejó a Quintana en vilo. Valverde vio la carrera en el frente de ataque, mientras que Nairo tuvo que protegerse entre Gorka Izagirre, Castroviejo y Erviti, que le asistieron siempre que pudieron. En un territorio hostil para el colombiano, la ayuda de Valverde hubiera sido muy valiosa para Quintana, que por momentos, fue vivió en una isla.