sierra nevada - En la altura de Sierra Nevada, alejado del bullicio que vive la estación de esquí en los meses de invierno, Samuel Sánchez y un buen puñado de ciclistas encuentran allí el lugar idóneo para ultimar su puesta a punto de cara a la prueba más importante del mundo.

¿Qué sensaciones tiene con vistas a este Tour?

-Estoy expectante y con un cierto cosquilleo. La Dauphiné me sirvió para volver a coger ritmo de competición tras un mes sin carreras. Después, recuperé el esfuerzo, realicé los últimos entrenamientos en altura y perdí algo de peso. Un poco la tónica habitual previa a esta carrera.

Dice que siente cierto cosquilleo, pero usted ya conoce la carrera. No obstante, esta va a ser su séptima participación. ¿Es imposible no sentir nervios?

-Ese cosquilleo previo siempre es el mismo. El Tour es la carrera más importante. Es muy dura y no solo la propia carrera, sino por todo lo que exige antes y después también. Medios de comunicación, traslados, la rutina, los horarios... Siempre sientes ese hormigueo. Es algo que no te lo quita el paso del tiempo.

¿Se le puede llegar a perder el respeto a esta carrera?

-Al Tour nunca hay que perderle el respeto. Es una carrera que en un abrir y cerrar de ojos te lo puede dar o quitar todo.

Como en 2003, cuando Alpe d’Huez le ganó la batalla y llegó fuera de control.

-Sí, aquel fue un mal momento. Diría que es uno de mis peores días encima de una bicicleta y eso no se olvida. Sufrí mucho en aquella montaña. Me superó tanto, que me dije a mí mismo que no volvería al Tour hasta que estuviese preparado tanto física como mentalmente. Pero de los momentos malos es cuando más se aprende.

Han pasado doce años de aquello. ¿Le sigue dando vueltas?

-Es imposible no acordarte de aquello. Uno se olvida poco de los momentos malos, que en el ciclismo, por desgracia, suelen ser más habituales que los buenos.

Es que el suyo es un deporte de sufrimiento.

-Así es. De sufrimiento. Exige capacidad de sufrimiento, fortaleza mental y tener mucha determinación. Te tiene que gustar mucho lo que haces, sino aquí no tienes nada que hacer.

¿Existe algún deporte con mayor vocación que el ciclismo?

-Yo creo que todos. El deportista que se hace profesional de un deporte lo hace por vocación. Lo que pasa es que los grados de sacrificio no son los mismos. En otros deportes no es necesaria la exigencia que hay en el ciclismo para llegar en plenas facultades al Tour. Pero cada deporte tiene lo suyo.

Sin sacrificio no hay beneficio.

-Y cada vez más.

Explíquese.

-Ahora todo el mundo entrena bien, se cuida en la comida, entrena en altitud, pasa cada vez más días fuera de casa... Es un ritmo trepidante que para aguantarlo hay que tener algo que quizá en otros deportes no se tiene.

¿Diría que el ciclismo ha cambiado mucho en los años que lleva compitiendo?

-Por suerte, han cambiado cosas. Este es un mundo que cada vez está más profesionalizado. Desde los directores hasta los masajistas, pasando por cocineros, osteópatas, e incluso el material. Todo está muy profesionalizado.

Afortunadamente...

-Así, es. Aquí cada vez se dejan menos cosas al azar. Todo el mundo intenta llegar al límite. Todos los conocimientos en los entrenamientos, a la hora de alimentarse, de elegir el material...

Se habla mucho del Sky y sus métodos. ¿Es necesario llegar a esos extremos?

-No sé, pero muchos pequeños hacen un mucho. Todos los equipos intentan arañar segundos con todo lo que se pueda. Ya sea en el descanso o bien optimizando los entrenamientos o la alimentación. Todo el mundo intenta sacar de donde no hay.

Volvamos al Tour y a su primera semana, la más temida. ¿Es lo que distingue a la ronda gala de otras carreras?

-Y este año especialmente. Los nervios van a estar a flor de piel. Hay cuatro o cinco etapas que pueden ser decisivas, y no porque se vaya a ganar el Tour, sino porque se puede perder. Creo que va a ser un Tour muy nervioso.

El Muro de Huy, el de Bretaña, el pavés... La concentración debe ser máxima en los primeros días.

-Y la crono por equipos. Hay muchos ingredientes en la primera semana para poder perder el Tour.

El año pasado, sin ir más lejos, la pelea entre los favoritos quedó descafeinada por la caídas.

-Sí, pero el ciclismo es así. Todos los grandes campeones se han caído alguna vez. Vemos que esta tónica ahora es mucho más frecuente. Las caídas en el pelotón están a la orden del día y es algo de lo que los organizadores deberían preocuparse, además de cuidar un poco más las carreteras y preocuparse más por la seguridad.

¿Es porque se corre peor que antes o existen otras causas?

-El motivo es la velocidad y que todo el mundo quiere ir en cabeza. Y ahí no hay sitio para todos.

Hablando de velocidad... Usted llegó a decir tras la Dauphiné que en ella se fue muy rápido. ¿Espera algo similar en el Tour?

-Yo creo que se va a correr todavía más, pues en la Dauphiné faltaban todavía actores principales.

¿Asusta?

-Creo que casi es mejor no pensar en ello. Va a ser un Tour espectacular, en el que el aficionado lo va a pasar muy bien y el ciclista va a sufrir mucho. Va a ser un Tour muy complicado con los nervios de las etapas iniciales y luego con los dos bloques de montaña prácticamente seguidos. Hay mucho terreno para hacer daño.

Contador, Froome, Nairo y Nibali. Los cuatro fantásticos. ¿A quién ve mejor?

-Hay muchísima igualdad. Alberto ha ganado el Giro, Froome ha mostrado mucha fortaleza en Dauphiné y me ha gustado mucho también Nibali, que va como el año pasado, de menos a más. Además, a Nairo le puede favorecer que la crono individual más larga sea de solo doce kilómetros. Ahora, vamos a ver qué pasa. El Tour lo gana el mejor y no el más fuerte. La suerte también entra en juego.

¿Cómo afronta su regreso al Tour tras dos años de ausencia?

-Con mucho respeto. La última experiencia que tuve no fue nada buena. Fue un Tour en el que en la primera semana nos fuimos casi 25 ciclistas para casa por diversas caídas. Cuando lo apuestas todo a una carrera y te vas a las primeras de cambio y con un hueso roto, te deja una mala sensación. Pero así es el ciclismo. Ahora vuelvo con otro equipo, en otras circunstancias y trataré de ayudar a Van Garderen en todo lo que pueda.

¿Es una sensación amarga no volver con Euskaltel?

-Echo mucho de menos el ambiente que había en el equipo. Todo el staff, los compañeros... El ambiente ese es lo que más se echa de menos. Los Pirineos no van a ser lo mismo.

Le noto nostálgico.

-Mucho, además.

Van Garderen será el líder del equipo y la suya será una responsabilidad distinta a la de otras temporadas, cuando con Euskaltel acudía casi con la obligación de ganar alguna etapa. ¿Agradece no tener tanta presión?

-Es una presión menor en cuanto a la clasificación general, pero la presión la tengo porque creo que debo ser el hombre que tiene que estar con Van Garderen en la montaña. Ya lo hice el año pasado con Cadel en el Giro.

¿Podría decir que este es un año para disfrutar del Tour?

-Del Tour se disfruta cuando estás en la pelea, cuando vas bien y tienes buenas piernas. Eso es lo que pretendo, llegar al Tour con las mejores piernas posibles para disfrutar.

¿Pero realmente se puede disfrutar de algo tan duro?

-Sí es posible. Cuando tenga que ayudar a TJ y lo haga teniendo buenas piernas, seguramente disfrutaré. Si estoy ahora mismo en la bici es por pasión, porque me gusta. Quiero disfrutar en el Tour. Además, yo me ofrecí voluntario para correrlo.

¿Ha tenido en algún momento la sensación de que no volvería a correr el Tour?

-Sí, muchas veces.

¿Cree que este puede ser el último?

-Puede ser. Pero nunca sabes si vas a volver o no. Sé que estoy en el final de mi carrera deportiva, que me queda este año y quizá el siguiente.

¿Dónde está la clave para triunfar en una carrera tan exigente?

-No sabría decirlo. Es una carrera muy difícil, muy exigente. Te roba mucha parte de la temporada para prepararla bien. No te puedes presentar en el Tour de Francia sin que sea tu apuesta y la hayas preparado a conciencia. A veces ves que el sacrificio que haces no se ve recompensado con los resultados. El Tour es muy cruel. Es una carrera que en un abrir y cerrar de ojos te ves en una camilla de un hospital.