En la inmensidad de la nada, deambula el Baskonia desde que hace pocos días se consumó la destitución de Marco Crespi El breve. Con Crespi ya ocurre como con George Lazenby, que nunca se sabrá si fue tan pésimo James Bond porque era tan malo como parecía o fue una víctima del infame guión de Al servicio secreto de su majestad. Se marcha el italiano y el pueblo ni siquiera sabe dónde termina la responsabilidad y culpabilidad de Josean Querejeta y los gestores de la nave y empieza la de los entrenadores. A este se le han dado doce partidos y antes que él han tenido que salir tres jugadores recientemente fichados que no valían para nada. Son ya cuatro los técnicos caídos en acto de servicio en los últimos dos años y ahora es un autóctono como el excorazonista Ibon Navarro el siguiente en la trituradora. El entrenador representa el limbo en el que vive el club, que no tiene claro si tira con Navarro o busca otro Crespi de la vida que se haga cargo de uno de los clubes más inestables de Europa. El gran drama de Baskonia es que hace tiempo que perdió su capacidad de seducción y elección. No puede paliar con dinero todos los déficits de su ausencia de proyecto. El que entrene a este equipo tiene desnudas todas sus disfunciones, sospecha que perderá a Heurtel más pronto que tarde y tiene la certeza de que verá su cabeza cortada si no resulta ser el demiurgo que precisa la institución. Porque esto no es trabajo para un entrenador, es para un milagrero. Por eso Phil Jackson cobra doce millones de euros por ser ejecutivo de los New York Knicks. Porque en última instancia, los ridículos hay que pagarlos.
También el Deportivo Alavés anda en el limbo. El pueblo está inquieto con Alberto. No saben si le apoyan o no porque ese transitar con empates y esa pátina de equipo serio hace compleja la polarización. La gente, que siempre quiere acertar, está esperando que dos resultados terminen de definir empíricamente al equipo y a su entrenador. Esto en el fondo va a ser sencillo. Alberto está a la misma distancia de ser considerado un entrenador “que puede no gustar, pero ahí están los resultados”, que un técnico poco valiente con el libreto obsoleto. Todo depende de que dos empates, que lo mismo coquetean con la victoria que con la derrota, se transformen en dos resultados malos o buenos de manera consecutiva. La realidad es que fuera de lo que dice la propaganda y lo que dictamine la tabla, el Deportivo Alavés de Alberto nunca va a superar los traumas de su entrenador.
Convendría ir apartando del debate sobre el juego y la propuesta algunas frases. A saber: “Esto es Segunda, no sé qué esperas”, o “somos el Alavés, no el Barça de Guardiola”. Viendo opciones como la del Eibar que subió con brillantez y compite sin complejos en Primera o las tres últimas temporadas del Rayo es muy demagógico recurrir a esas frases hechas. En el fútbol de hoy en día tienen como mínimo tanto éxito las propuestas valientes como las ramplonas. Que por cada Chelsea de Di Matteo, hay varios Bayern de Heynckes o Madrid de Ancelotti. Y por cada Grecia, unas cuantas España o Alemania. Siendo todo legítimo, ojo, no llevo el debate del estilo al dogmatismo como se ha hecho en este país desde que se implantó la dictadura del tikitakismo. Pero sí espero que pronto llegue el día en el que habite el banquillo de El Glorioso un entrenador joven pero, sobre todo, actualizado. Hay muchos ejemplos de gente como Escribá, Francisco, Garitano? Esa gente puede liderar la siguiente generación de técnicos terrenales. ¿Para cuándo un proyecto en el Alavés que se despoje de clichés y no asuma una inferioridad futbolística que no es real? Si en algo conserva la democracia el fútbol de hoy en día es que permite elegir la manera de triunfar o morir, y más en la Segunda División. Sospecho que la supervivencia, sin pena ni gloria, es el techo de un equipo entrenado por Alberto López. Quizás sea ya mucho, y estaba equivocado Sabina. “Que ser cobarde no valga la pena, que ser valiente no salga tan caro”.