Donostia - David Moyes ofrecerá mañana su primera rueda de prensa como entrenador de la Real Sociedad. Su llegada a tierras guipuzcoanas se ha hecho de rogar y ha levantado una gran expectación, pero no pueden esperarse grandes titulares de su comparecencia. El escocés es un tipo serio, bastante cerrado ante los medios. Tiende a contestar con respuestas cortas. Yendo al grano. Pero sin meterse en líos. Una vez se le calentó la lengua, hace un par de años, antes de un derbi de Liverpool contra los reds. Acusó a Luis Suárez de piscinero. Y el uruguayo marcó un gol. Lo celebró corriendo hasta el banquillo del Everton y simulando lanzarse desde un trampolín. Moyes ya tenía la lección aprendida, pero aquello le ayudó a interiorizarla más si cabe. Ante los medios, contestaciones concisas, sin adornos.
De cara al exterior, el nuevo técnico realista lleva puesta una máscara de hierro. Su propio físico ya impone respeto. Tiene un rostro de facciones duras que invita a mantener las distancias. y su personalidad parece ir en consonancia con ello. Moyes es un tipo metódico, centrado en su trabajo, que madruga y, desde muy temprano, ocupa su asiento en el despacho de la ciudad deportiva. Horas más tarde, se marcha de los últimos, y en casa tampoco es de los que desconecta.
Allí le espera su esposa Pamela, a quien conoció hace más de 30 años, cuando, como futbolista, militaba en el Celtic de Glasgow. Se trata de su principal apoyo en el hogar, su confidente y ayudante, por mucho que a ella no le gusten las veladas que, muy habitualmente, vive su marido en el sofá, viendo partido tras partido, entre ellos los de la Liga española, de la que es seguidor. A la mujer del técnico siempre le queda conversar con David junior o con Lauren, los dos hijos del matrimonio. Precisamente Lauren fue protagonista indirecta de una de las pocas polémicas a nivel personal que Moyes ha tenido que lidiar en Inglaterra.
Fue justo hace un año, cuando se publicaron noticias relativas a que el técnico se habría encontrado en casa a su hija compartiendo dormitorio con Wilfried Zaha, un delantero que estaba a sus órdenes en el Manchester United. La prensa amarilla inglesa enseguida estableció una relación entre el affaire y la eterna suplencia del futbolista, quien había empezado la temporada jugando. Pero este lo desmintió todo, y ahí se quedó la cosa. Moyes, muy celoso de sus asuntos privados, nunca llegó a decir “esta boca es mía” sobre el asunto. Frialdad y seriedad. El entrenador realista hace de todo ello un estilo de vida... de cara al exterior.
Y es que, en el vestuario, la cara de Moyes cambia por completo. Estima que formar un grupo sano y cohesionado resulta vital para lograr éxitos, y se emplea en ello con todas sus fuerzas. Muestra gran interés por los problemas personales de los futbolistas. Está siempre muy encima de los lesionados, para que sientan que no se olvida de ellos. Y ofrece, en definitiva, una cara muy distinta a la que se percibe de él desde fuera. Así es la persona que va a asumir las riendas del equipo realista. Casi impenetrable fuera del ámbito deportivo, tal y como demuestran las duras negociaciones mantenidas para ficharle, y cercano con los suyos de puertas para adentro.