vitoria - Hay ocasiones en las que la vida nos coloca delante un muro infranqueable que se convierte en un obstáculo insalvable e impide continuar avanzando por ese camino. Ni siquiera siendo uno de los mejores escaladores del planeta se puede superar. Eso fue precisamente lo que le pasó a la vitoriana Irati Anda (25-12-1982). Con una espectacular trayectoria en los rocódromos que le había llevado a ser una habitual de los podios en las pruebas de la Copa del Mundo, el año 2008 se presentaba como el de su explosión definitiva. Sin embargo un contratiempo tras otro, como si fuesen ladrillos, empezaron a levantar la fatídica pared.
“Comencé a tener problemas en los entrenamientos porque tenía un dolor muy fuerte en la mano derecha que me impedía hacer ciertos movimientos. Recorrí un montón de médicos pero ninguno sabía decirme qué ocurría. Me decían que parara un tiempo pero a la vuelta seguía igual”, recuerda la alavesa con la perspectiva que da la distancia. Así fueron transcurriendo muchos meses de ausencia de diagnóstico sin poder competir en condiciones y una nube negra comenzó a instalarse en su cabeza -“este es un deporte muy solitario y cuando surgen problemas así es complicado porque no cuentas con el apoyo que pueden tener en otras disciplinas”-.
Pero, por fin, una ténue luz pareció encenderse al final del túnel. El cirujano bilbaíno Víctor Galán encontró la causa del dolor que torturaba a Irati y le proporcionó la solución. “Me operó y fue todo bastante bien. Después llegó la rehabilitación, que fue dura aunque intenté acortar los plazos”. Y entonces, otro mazazo inesperado.
Cuando ya está prácticamente recuperada, la escaladora sufre un accidente de tráfico con su bicicleta y la mala suerte hace que se produzca dos fracturas precisamente en el brazo en el que había tenido todos los problemas. Es la gota que colma el vaso. “Perdí el norte. No supe gestionar en ningún momento la situación. Me costó mucho pedir ayuda y perdí de vista las verdaderas razones por las que me dedicaba a esto. Había estado tan centrada en la alta competición y en que toda mi vida girase alrededor del entrenamiento y los resultados que me olvidé de mis motivaciones”, confiesa. Durante un tiempo -tras volver a reponerse de las lesiones- siguió intentando recuperar su camino, pero el muro continuaba ahí. Hasta que tomó una decisión drástica. “Desaparecí, quise desaparecer. No tenía el nivel y no tenía sentido que continuara así”, argumenta.
A partir de entonces abre un paréntesis vital en su trayactoria en el que prueba “de todo” y trata de recuperar lo que se ha “perdido”. Son varios años en los que intenta encontrar una nueva ruta con la que orientar su vida. “Pasé por diferentes etapas. Durante un tiempo me refugié en la comida y cogí bastantes kilos, tuve también la experiencia de la televisión con El conquistador, practiqué todo tipo de deportes (BTT, kickboxing, skate...) pero al final todo me llevaba al mismo sitio. Siempre acababa regresando de una u otra manera a la escalada”, resume.
Esa irrefrenable atracción es la que, finalmente, permite a Irati disfrutar de su segunda oportunidad actual. Porque, poco a poco, fue recobrando el gusto por enfrentarse a las disficultades colgada de un arnés en una pared. “Nunca he sido de mirar demasiado a largo plazo. Iba volviendo a tener contacto con el rocódromo, con la gente, volví a alguna competición, me encontré bien, las cosas iban saliendo y todo me ha traído de nuevo hasta aquí”, reflexiona.
Ese hasta aquí es el actual año 2014, en el que ha disfrutado de su mejor nivel tras dejar atrás sus múltiples problemas. El balance de resultados no engaña. Se proclamó vencedora de la Copa de España y formó parte de la selección que participó el pasado mes de septiembre en el Mundial que se disputó en Gijón. Algo impensable hace no demasiado. “Mi punto fuerte es la competición. Me crezco. Es como si fuera otra persona y puedo sacar aspectos de mi que en la vida nornal probablemente no se ven. Eso me permite tener un plus ante las rivales”, significa.
Los primeros puestos a nivel internacional, sin embargo, quedan ahora mismo lejos del alcance de la escaladora vitoriana. “Está claro que no estoy en condiciones de aspirar a ellos pero es que mi situación actual es muy diferente a la de entonces. Yo tenía una dedicación exclusiva y plena a la escalada. Entrenaba seis horas al día y estaba muerta el resto del tiempo. Pero ahora no estoy dispuesta a volver a hacer esa apuesta sin una mínima seguridad, no me compensa. Sé lo que supone, lo que cuesta y lo peligroso que puede ser si algo sale mal como me ocurrió antes. Ahora tengo que trabajar, estoy estudiando un master y, cuando tengo tiempo, entreno. La perspectiva es muy diferente”, valora. No obstante, está convencida de que aún puede volver a ese punto y únicamente reclama un poco de apoyo. “Sé que tengo el nivel todavía. Es cierto que ya he cumplido los treinta y no me queda mucho tiempo a tope pero estoy segura de que los resultados llegarían. Lo que sucede es que en esta sociedad lo que manda es el dinero y si no tienes alguien que te respalde económicamente ahora mismo es imposible que pueda volver a tener dedicación plena”, lamenta.
Llegue o no finalmente ese ansiado apoyo, lo que tiene claro Irati Anda es que ha sido capaz de abrir una nueva e importante vía en su vida y que la escalada vuelve a ser un eje fundamental en su existencia. De hecho, (además de impartir cursos a niños y jóvenes) es la actual seleccionadora española juvenil -recientemente estuvo en Australia disputando el Mundial de la categoría- y es transmitiendo sus conocimientos y “sobre todo” sus “experiencias” a estas promesas donde encuentra mayor “satisfacción”. “Ojalá pueda seguir vinculada de alguna manera a esto toda la vida”, sueña.