Vitoria - Invitado por el Araski, el seleccionador femenino hablará (12.00 horas) en Landazuri de la zona 1-3-1.
Vitoria es uno de los pocos sitios donde se respira baloncesto por todos sus poros, ¿verdad?
-Cuando era más joven, solía ver partidos del TAU y luego he jugado en algún Campeonato de España por el año 90 ó 91 con 21 años. Vitoria, igual que Zaragoza y Málaga, es un eje principal de baloncesto desde hace décadas en contraposición a clubes de fútbol como el Madrid y el Barcelona. Son gente de baloncesto, con cantera y que tiene clubes en la creación desde abajo. Hay una especie de fiebre por el juego y es como una religión. La palabra que lo definiría es la pasión. Eso crea una responsabilidad grave. Es gente que mama el baloncesto desde jóvenes, debaten sobre este deporte y han visto pasar a grandes técnicos, más lo que han salido de la propia Álava.
La cantera femenina en Vitoria pega fuerte con Arrate García, Itsaso Conde, Marta Tudanca... ¿Cómo atisba el porvenir de estas jóvenes?
-Son buenas jugadores físicamente y valientes. Todas están cortadas por el mismo patrón: tienen iniciativa y son disciplinadas en el trabajo. Les aguarda un buen futuro por delante con sus buenas aptitudes físicas y su talento. En el caso de Marta, la dirigí en el Mundial sub-19 y en el Europeo de 2010 cuando fuimos plata en ambas ocasiones. En una perdimos con Estados Unidos y en otra con Rusia por un punto. Siempre ha estado presente con un rol importante. Ahora está en Ferrol y la tengo cariño porque se hace querer. Imagino que toda la gente de Álava será igual.
La salud del baloncesto masculino es crítica. ¿Ni le pregunto por la del femenino con esta crisis?
-Por supuesto. Aunque el baloncesto es el deporte femenino más fuerte en cuanto a número de licencias en España, no deja de ser un deporte femenino. Aquí no está desarrollado como en los países anglosajones o del Este de Europa. La crisis afecta muchísimo. Más de la mitad de la selección española está en el extranjero. Eso es bueno y es malo. Por un lado, habla bien de nosotros y del baloncesto que se hace en España, pero también revela los apuros de los clubes. Si todas tienen que labrarse el futuro fuera de aquí, igual que muchos entrenadores, es que aquí hay un problema.
Al menos, las promesas tienen ahora las puertas abiertas para disfrutar de minutos, ¿no?
-Esta es la lectura positiva. Si la crisis no se extiende demasiado en el tiempo, las jóvenes tienen ahora más oportunidades para jugar. Y clubes más modestos que antes era impensable que pudiesen ascender con los presupuestos que se movían en Liga Femenina, ahora pueden lograrlo o llegar arriba proyectos hechos en la casa. El problema es que si la crisis se mantiene mucho tiempo, acabará bajando el nivel de la competición. Aquí teníamos antes a las mejores extranjeras y comunitarias, que ahora se reparten entre Turquía y Rusia.
Pero, a su juicio, ¿qué hay que hacer para revitalizar este deporte?
-Hay que reconocer que somos un país de futboleros. Esa es una realidad y obviarla es ponerse una venda en los ojos. La plata en la Olimpiada del 84 dio un subidón al baloncesto que casi le equiparó al fútbol. Luego, se hizo una Champions muy potente y empezaron a jugarse partidos entre semana. La televisión fue de cabeza a por el producto que más vende. No se puede competir con el fútbol, lo que hay que hacer es adaptarnos y ofrecer otro producto diferente al mercado existente. Tenemos los éxitos, los jugadores, los entrenadores... Ahora hay que saber gestionar este producto. Desde la FEB se está haciendo bien. Hay que buscar los espacios vacíos que deja el fútbol. En China, donde estoy, las finales reúnen a 10.000 personas.
Conoce una cultura tan exótica como la china. ¿Merece la pena irse allí?
-Podríamos llenar páginas de periódicos. Me surgió la oportunidad después de ganar la Euroliga en Salamanca. Llegó una oferta y no me lo pensé. Mi equipo, el Shanxi Rui Flame, acababa de ascender y buscaban una persona con experiencia. Económica y deportivamente hablando, está bien. Además, dirijo a Maya Moore, la mejor jugadora del mundo. Los chinos son totalmente diferentes a nosotros. Ni mejores ni peores. Llevo dos años allí y puede haber un tercero. Está siendo una experiencia enriquecedora a todos los niveles.
¿Hay diferencias entre entrenar a un hombre y a una mujer?
-Las generalidades son malas, pero te diría que la jugadora actúa más en equipo y es más disciplinada tácticamente. El jugador posee más iniciativa y, con su físico, puede hacer ciertas cosas que tienen más que ver con el desparpajo. Eso es a rasgos generales, aunque después hay de todo. Hay jugadoras con un talento descomunal y jugadores muy de equipo. En un vestuario femenino, hay que lidiar con muchos aspectos. Sobre la pista son gratificantes, pero lo más complicado es el vestuario. No es que sean malas, pero es diferente.
¿También hay sargentos de hierro en el baloncesto femenino?
-Yo soy un entrenador de baloncesto, mejor o peor, pero no de género. Eso es innegociable. No creo ni en sargentos de hierro ni en colegueos ni en amigos. Hay distintos caminos para alcanzar el éxito y todos conducen a Roma. Lo vital es ser coherente con lo que haces y eficaz. Eso lo consigues siendo un sargento de hierro o un técnico más cercano. Soy de los que piensa que hay que escuchar mucho al jugador. No hay que ser amigo de él. Un equipo es una idea, entonces nuestra responsabilidad es lograr que los o las jugadoras intervengan en esa idea. Así estarán más comprometidos. En el colegio, no me gustaban más los profesores que me hacían entender una cosa que los que me obligaban a memorizar una cosa. Si la entiendes, es más fácil que, ante los problemas, la resuelvas más fácil y creas más en ello.