Tenía que ser en Florencia, la cuna del Renacimiento, donde tras siete horas de tormenta y tortura brotase el arcoíris para premiar el trabajo de Rui Costa. El ciclista portugués se ganó su nueva piel de colores cumpliendo con la esencia del movimiento que convirtió a la ciudad italiana en una de las joyas culturales de Europa. Su victoria llegó tras una lucha con la naturaleza, después de 272 kilómetros épicos en los que había que tener fe en uno mismo no solo para ganar, sino para llegar a la meta. Paradójicamente, el nuevo ciclista del Lampre se proclamó campeón el mundo a costa de un error de cálculo del equipo español. En el momento decisivo parecía que Joaquim Rodríguez y Alejandro Valverde tenían todo controlado. La ciencia, las matemáticas y la estrategia decían que uno de los dos tenía que ganar, pero sobre la bicicleta hay sensaciones y energías que no son tangibles. Y son las que deciden. Solo así se explica que Valverde no persiguiese la rueda de Rui Costa en el último kilómetro de carrera. Habrá quien tenga dolores de cabeza intentando explicarlo. Pudo ser un error táctico, una mala decisión, un dilema entre ayudar a su compañero de selección o al gregario que ha trabajado para él en el Movistar, pero también un síntoma de desvanecimiento. Agotamiento puro y duro.
La climatología no sorprendió a nadie. Se esperaba que lloviese y llovió. Llovió como si no hubiese un mañana. Tanto que quedó en un segundo plano la nómina de rivales de cada ciclista. La lucha era contra la carretera. El recorrido era largo y en esas condiciones se convirtió en una batalla en la que desde bien temprano se sucedieron las caídas y los consiguientes abandonos. Ahí no valía de nada el pedigrí. Cadel Evans, Samuel Sánchez, Bradley Wiggins, Horner, Van Garderen, Porte, Martin, Froome, Quintana... Ninguno de ellos llegaría a la meta. Solo 61 ciclistas completarían el recorrido.
En el sexto paso por Via Salvati el alemán Marcus Burghardt fue el primero en animar el pelotón. Finalmente es Visconti el que da caza a Huzaski, el último sobreviviente de un quinteto que había animado las primeras horas de carrera.
En la penúltima ascensión a Fiesole el grupo da caza a Visconti y empiezan a asomarse a la cabeza los ciclistas importantes. Fue en ese tramo cuando Jonathan Castroviejo se hizo cargo del ritmo del pelotón. El vizcaino se entregó en cuerpo y alma mientas Joaquim Rodríguez y Valverde controlaban a los máximos favoritos. Purito se pegó a Sagan y Cancellara, quienes ya olían un final acorde a sus características. Pero fue Scarponi el que prendió la mecha. A su ataque respondieron Purito, Urán, Nibali, Rui Costa y Valverde. De golpe y porrazo el Mundial se acabó para los velocistas.
el error de valverde Purito Rodríguez decidió dar el todo por el todo y atacó sin cesar. Nibali se empeñó en seguir su rueda. El Tiburón , rehecho tras una caída, estaba decidido a vender caro un Mundial en suelo italiano. El catalán tenía poco más de diez segundos de ventaja cuando entre los perseguidores Urán se tragó una cuneta. Persiguiendo a Purito solo estaban entonces Nibali, Valverde y Rui Costa. El italiano se desesperaba porque nadie le daba el relevo y él se veía obligado a hacer todo el trabajo.
En la ascensión a Via Salviati el italiano consiguió reducir a cuatro segundos la desventaja y el catalán se dejó absorber. Pero la tregua dura pocos segundos, en la siguiente rampa vuelve a atacar y se escapa de nuevo. Valverde hacía de freno, dejando que Purito se marchase y por un momento el Mundial viajó en el tiempo a 1995, a Colombia, cuando Indurain se hizo el sueco para que Olano ganase la medalla de oro con una rueda pinchada. En cada intentona de Nibali, Valverde se pegaba a su rueda, pero en una curva Rui Costa, que había ido el último en todo momento, atacó por sorpresa y nadie salió en su búsqueda. El portugués alcanzó a Purito, quien ya sin fuerzas se puso a hablar con el luso a 50 metros de la meta para desconcertarle. Pero Rui Costa solo pensaba en ganar y no le dio la más mínima oportunidad al catalán. "El objetivo de toda mi carrera era llevar este maillot", decía el luso.
Del podio bajaba Purito desconsolado. Entre lágrimas intentaba comprender lo que había pasado en el último kilómetro: "Es una situación difícil, perder de estar forma no se entiende. Teníamos mayoría, yo era el más fuerte. Todo era sencillo y se nos ha ido. Duele. Yo creo que he hecho todo perfecto. Valverde tenía que haber salido cuando han ido a por mí, a rueda, y eso no cuesta... ¿Por qué no salido? Es la vida. Hemos hablado, que 'iba justo', pero a toro pasado no vale nada de esto. Es la vida, esto es ciclismo". El murciano reconocía el error, pero apelaba al cansancio: "Sabía que no debía dejar marchar a Rui, a lo mejor debería haber salido a por él, pero tampoco podía. Ha arrancado en la curva más difícil. Nibali ha hecho amago de salir y me ha cerrado, llevaba 270 kilómetros y las piernas no estaban, no podía más. Ha sido un momento crítico".