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Imagen aérea de la cordillera del Himalaya, donde se observan algunas de las cimas con más de ocho mil metros de altitud.

El Himalaya se viene arriba

Una propuesta aboga por aumentar de catorce a veinte las cimas con más de ocho mil metros de altitud

kepa garcía

LA primera medición científica del Everest la protagonizó el británico James Nicolson, que en 1849 fue enviado a la zona en nombre de la reina Victoria I para localizar y dar nombre a la montaña más alta del mundo, que se sospechaba debía estar en el Himalaya. Le acompañaba una expedición de 12 personas cuyo principal cometido, además de sobrevivir en tan delicada misión, era transportar un aparato medidor de 500 kilogramos de peso, con el que pretendían fijar la altitud exacta del entonces conocido como Pico B.

Durante dos meses realizó 36 mediciones con el pesado teodolito desde cinco estaciones distintas de aquella montaña, tras lo que llegó a la conclusión de que medía unos 9.000 metros. Sucedió después que su jefe, Andrew Waugh, otro funcionario británico de la corte imperial en la India, dudó de sus cálculos y puso a revisarlos al bengalí Radhanath Sikdar, un empleado del servicio de Topografía Trigonométrica de la colonia, que en 1852 determinó que el Pico XV, como se había pasado a llamarse el Everest, era la montaña más alta del mundo.

Los nueve mil metros de altura habían pasado a 8.840 metros gracias a los meticulosos cálculos de Sikdar, que tuvo en cuenta factores como la curvatura de la tierra, la refracción atmosférica y la desviación de la plomada. Dados los medios de la época, se trata de un error insignificante con respecto a los 8.848 metros que se consideran hoy vigentes del Everest, cuya denominación por cierto la decidió el propio Waugh después de nueve años de apasionadas discusiones.

Aunque parecía que la cuestión quedaba resuelta, las mediciones han seguido realizándose en las cumbres más altas del planeta con la ayuda del avance desenfrenado de la ciencia, lo que ha permitido conocer, por ejemplo, que hace 13 millones de años el Everest llegó a medir nada menos que 12.000 metros de altura. Otro estudio de 1999 vino a determinar que la altura real era de 8.850 metros, 2,13 más de lo que se había pensado hasta entonces. No obstante, una serie de investigaciones posteriores llevadas a cabo por científicos chinos ha concluido que la montaña en realidad ha menguado, posiblemente por causa del deshielo de los glaciares producido por el cambio climático.

El último de estudios al respecto ha sido el más sorprendente por su envergadura y sus posibles consecuencias futuras, ya que plantea reconocer seis ochomiles más en el planeta, que de esta forma pasaría a contar con 20 cimas por encima de esa altitud. La propuesta ha partido de la Asociación de Montañismo de Nepal (NMA) y se someterá a ratificación en la asamblea de la Unión internacional de Asociaciones de Alpinismo (UIAA, en sus siglas en inglés) dentro del conocido como proyecto Agura, en una de cuyas recomendaciones se aboga por reconocer oficialmente seis picos de más de 8.000 metros que ahora se sitúan bajo la clasificación de cimas secundarias. Según el listado que dio a conocer Himalayan Times, las cimas incluidas en esta iniciativa se sitúan en el macizo del Kangchenjunga (tres), en el del Lhotse (dos) y en el del Broad Peak (uno). Ordenados por altitud, el primero de ellos sería el Yalung Kang también conocido como Kangchenjunga Oeste (8.505 m), el Kangchenjunga Sur (8.476 m), el Kangchenjunga Central (8.473 m), el Lhotse Medio o Central (8.413 m), el Lhotse Shar (8.400 m) y el Broad Peak Central (8.047 m). Si la propuesta sale adelante en la asamblea fijada para octubre en Suiza, el principal beneficiado sería Nepal, que ganaría cinco nuevos ochomiles (tres de ellos en la frontera con India y dos en la frontera tibetana), mientras Pakistán y China compartirían el sexto.

El miembro de la UIAA y expresidente de la asociación nepalí de alpinismo, Ang Tshering Sherpa, declaró que "la UIAA ha iniciado el proyecto Agura con el principal mandato de identificar y reconocer picos menores por encima de los 8.000 metros de altitud". Según él, no se trata de identificar nuevas montañas, sino de reconocer que hay otras cimas prominentes por encima de los 8.000 metros que merecen tener una identidad propia internacionalmente.

Ang Tshering Sherpa abogó por dar luz verde a las recomendaciones del proyecto Agura: "Es necesario que la delegación nepalí organice una campaña fuerte y persuada a los delegados de las federaciones de la UIAA de aprobar el reconocimiento de estos picos", ya que contribuiría a un aumento de las expedición a las montañas de aquel país. Además, internacionalmente, crearía un nuevo reto para la próxima generación de himalayistas".

dudas de los protagonistas No todos se han mostrado tan entusiastas con la iniciativa, incluidos los propios alpinistas, para algunos de los cuales la propuesta hay que entenderla más en claves económicas que deportivas. Así opina Pitxi Eguillor, que hace 21 años se convirtió en el primer navarro en subir al Everest, y que tiene muy claro quién es el principal beneficiado de la iniciativa. "Nepal se ha dado cuenta de todo el potencial que tiene en la montaña y han querido dar un paso más. Lo primero que pensé es que se trata de un gran negocio".

Algo más receptivo con la idea se mostró Mikel Repáraz, que compartió expedición con Eguillor y que también quiso destacar la importancia que puede tener en el alpinismo la propuesta de la UIAA. "Es algo muy mediático. En su momento los ochomiles tuvieron su reto de conquista, de historia del alpinismo, pero luego se pasó a otra época donde priman los proyectos deportivos. No le encuentro mucho sentido, pero supongo que habrá alpinistas que tengan nuevos alicientes".

En lo que los dos coinciden es en destacar las posibilidades que ofrecen las montañas, por mucho que un listado oficial las coloque por encima o por debajo de la barrera de los ocho mil metros. "Lo más triste sería que los nuevos seis ochomiles sean los próximos objetivos de las expediciones comerciales del tipo que se mueven últimamente", comentó Repáraz. Eguillor, por su parte, tiene claro que no cambiará la perspectiva de los alpinistas que ya han hecho los 14 ochomiles. "Para esos no creo que influya que ahora suban a veinte. Puede que alguno se anime, pero para el resto la decisión no variará nada".

Habrá que ver el resultado que dictamine la máxima asamblea del montañismo mundial, pero el principal inconveniente que van a encontrar sus defensores tiene que ver con un término conocido como prominencia. Y es que para el reconocimiento oficial de una elevación orográfica como cumbre principal se basa generalmente en la prominencia, es decir, su altura con referencia al collado que la separa de la cumbre más cercana que la supere en altura. La regla aceptada generalmente sitúa en los 300 metros la prominencia a partir de la cual un pico es considerado cumbre principal. Según ese criterio, ninguna de las seis cimas dejaría de ser cima secundaria.

Los últimos indican que el número total de puntos culminantes que superan la altura de 8.000 metros sobre el nivel del mar se eleva a 39. De todos ellos, solo 17 deben ser considerados cimas principales y el resto secundarias.

De izquierda a derecha, el Everest junto a las tres cimas del Lhotse del nuevo listado.

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