Gap. "Hasta ahora no he tenido el valor para volver allí", reconoce. Pese a ello, no olvida lo que pasó. Recuerda cada instante de la caída que rescata como rescata algunos de los momentos importantes que vivió en el Tour, la carrera que corrió cuatro veces, hizo tres podios y la cuarta, cuando retaba a Armstrong, se quedó para siempre en la curva de Gap, el descenso de La Rocchette, que el Tour volvió a trazar ayer.

Hace diez años no llegó a Gap.

Fue un 14 de julio, el día de Francia. Lo voy a recordar siempre.

¿Qué ocurrió?

Fue un cúmulo de circunstancias achacables sobre todo a la temperatura del asfalto, el riesgo que estábamos corriendo, la velocidad y un pequeño fallo en el tubular, que se despegó. Descabalgué, la bicicleta me tiró y ya está, no es achacable a nadie.

Su imagen retorciéndose de dolor en el suelo es parte de la historia del Tour.

Pero eso es triste para mí. Creo que tengo algo muy bonito que son tres podios (dos terceros y un segundo) en el Tour y me da rabia que, sobre todo ahora que no nos quieren reconocer de ninguna manera aquellos méritos obtenidos con mucho esfuerzo, esa misma gente le dé más importancia a una caída.

¿Recuerda el momento de la caída?

Recuerdo que sentía de primera mano a Azevedo. Jose se convirtió en la amatxo que está a tu lado cuando eres niño, te caes y es la que te cura, la que está ahí en los primeros momentos mientras lloras. Él era mi compañero de habitación, la habíamos compartido todos los Tours anteriores, y en ese momento estaba allí arrodillado a mi lado. Su presencia me transmitía tranquilidad. Con el tiempo he aprendido a sentirme un tío súper agraciado por ese momento. Esa misma noche, cuando vi las imágenes por la tele y comprobé que Jorg (Jackshe) también se había quedado allí conmigo renunciando a su buen puesto en la general me sentí muy afortunado y querido, pese al drama.

Tirado en el suelo, usted le gritaba a Manolo Saiz que le montara en la bicicleta. ¿No era consciente de la gravedad del asunto?

De lo que era muy consciente era de que lo que quedaba hasta meta era cuesta abajo. Y que en el Tour, si te retiras, nada de lo que ocurra tiene solución al día siguiente. Por eso quería seguir. Quería montarme en la bicicleta, aunque tenía muchos problemas, muchos dolores. De ninguna manera podía separar una pierna de la otra en el suelo, me dolía mucho la espalda y estaba asustado. Pero creía que aquello se podía arreglar con incorporarme. Estaban a mi alrededor Pozo, Faustino y Manolo y quise ponerme de pie, incorporarme para seguir, hasta que me di cuenta de que una pierna era más corta que la otra. Allí fue donde me derrumbe totalmente.

Allí se acabó el sueño del Tour.

Se acabó todo. En ese momento no llegas a hacer una valoración real de lo que las lesiones pueden suponer a posteriori. Yo nunca había tenido algo serio nunca. De hecho, escuché por primera vez en los cuidados intensivos la palabra operación. Me querían operar del codo y me iban a trasladar a casa sobre todo porque yo quería que me operase el doctor Mikel Sánchez. Todo aquello que escuchaba, la rotundidad de las palabras, la seriedad, me hizo pensar que la situación era más grave que una tendinitis en el tendón de Aquiles o una fractura de costilla, que era lo más aparatoso que había tenido antes. Empecé a asumir que me lo iba a tener que tomar con calma. Recuerdo que al principio hablaba de ir a correr la Vuelta a España, pero claro, al final todo fue mucho más largo y, además, sin retorno. El Tour se terminó allí para mí en aquella curva, el de ese año y los siguientes. La gente me vio correr de nuevo, incluso a un nivel bastante bueno en 2005 trabajando para Heras en la Vuelta, pero no volví a ser el mismo. Tenía muchos dolores en la pierna, mi musculatura no era la misma y sufrí muchísimo, incluso por las críticas que recibí. Al final, solo yo sabía lo que tenía.

Al Tour llegó tarde.

Tenía 27 años cuando fui al Tour por primera vez con el Festina en 2000. Pero es que pasé tarde también. Me hubiese gustado ser profesional antes, pero no tuve la oportunidad. Me la dio Euskaltel-Euskadi en el 98 y desde entonces mi carrera fue meteórica. Hubo directores que no me quisieron. Me decían que no daba el perfil de ciclista profesional porque no era alto y demás, que era lo que se buscaba entonces.

Llegó tarde pero aprendió rápido.

Siempre he sido de los que he aprendido rápido. Soy meticuloso en el trabajo y cabezón, como buen corredor de Euskadi. En el ciclismo si no aprendes rápido y en condiciones tu camino es corto.

¿Cuándo supo que el Tour era una carrera hecha para usted?

El Tour te cautiva. Yo siempre fui un corredor diesel que no era capaz de hacer grandes alardes porque no tenía mucha chispa de ataque, pero me defendía bien en la crono y, sobre todo, tenía muy claro que quería correr el Tour, que quería estar en Francia para demostrar que podía hacer cosas importantes. Mi marcha al Festina (tras dos temporadas en Euskaltel-Euskadi) fue motivada por eso. Festina me daba la oportunidad de correr el Tour y así lo decidí. No me confundí. Una vez que aterrizas en el Tour y te atrapa, si sabes responderle no hay nada comparable a lo que te hace sentir.

¿Hay un punto de inflexión que marque su relación con el Tour?

La etapa de Hautacam de 2000, la que ganó Otxoa. Yo iba en una avanzadilla que luego fue capturada por Armstrong, pero estaba con Moreau, Virenque, Hervé? Cuando me vi allí me dije que podía estar bien. Yo nunca pensaba que me podría ver algún día con gente como Ullrich y Pantani y por eso, el mejor recuerdo que tengo, sin duda, es el de mi primer Tour.

Ha corrido tres Tours, cuatro con el de la caída, y en todos subió al podio. ¿Se sintió o se siente lo suficientemente reconocido?

Hacer un buen puesto en el Tour es difícil. El primer año tuve la suerte de que la gente no me conocía y me pude colar en el podio. Aunque estuve lejos de Armstrong y Ullrich, era el siguiente corredor que menos perdía en las cronos y siendo regular en la montaña me servía de mucho. Después de aquello, al Tour fui con toda la idea del mundo. Con un equipo que me daba todas las garantías y, sobre todo, con unos compañeros que me respaldaban a todos los niveles, sobre todo en el humano. Tuve todo lo que necesitaba para ir al Tour, pero no pude ganarlo nunca. A la pregunta te digo que no me corresponde a mí valorar si se me reconoce lo suficiente.

¿Se sintió rival de Armstrong?

En 2003 sí, antes no.

¿Y pensó alguna vez que realmente podía ganarle?

En 2003 sí. Para mí el punto de inflexión fue Alpe d'Huez. Allí ocurrió algo determinante. Armstrong me lo dejó muy clarito cuando le pedí varias veces colaboración para tirar hacia arriba en Alpe d'Huez y no quiso. A él le daba igual Mayo, le daba igual Hamilton, le daba igual Vinokourov e incluso Ullrich, que se había quedado, llegó a llevar perdido mucho tiempo y fue capaz de capturar gracias a que se paralizó el grupo tras el ataque de Iban. Allí me demostró que el que realmente le preocupaba era yo. Y si a un rival como él le importas, aparte de las sensaciones internas que puedas tener, se refuerza mi teoría de que ese año podía luchar por ganarle. Otra cosa es lo que luego ocurriera.

¿Cómo era su relación personal con Lance Armstrong?

Era muy superficial.

Alguna vez le lanzó incluso mensajes de desprecio.

Lo voy a dejar en que era superficial. Después de los Tours no volví a tener más contacto con él, aunque sí con amigos que teníamos en común. Así como con Ullrich tenía una relación directa de compañerismo, con Lance era más distante. Quizás lo que más le dolía era que yo nunca me preocupaba de lo que iban a hacer los demás. Nunca he prometido un resultado para la etapa del día siguiente y nunca he dicho voy a ganar ni hablaba de mis rivales. Lo que me importaba era estar yo bien. ¿Para qué iba a hablar de los demás? Que no hablara de él sé que le dolió varias veces porque entendía que estaba menospreciando su trabajo. Pero yo prefería hablar solo de mí y de manera muy cauta. Eso no le gustaba.

¿Cambia algo de aquellos Tours para usted después de la confesión de dopaje de Armstrong?

Recuerdo la caída de Gap, mi relación con él y algunos de sus desplantes. Recuerdo muchas cosas del Tour, buenas y malas, y las recuerdo ahora, más que nunca, con tristeza porque esta es una situación complicada para nosotros. Parece que estamos todos en entredicho. A mí se me están criticando los podios del Tour cuando los he hecho en dos equipos diferentes. Se me está criticando por una circunstancia que sigue encima de la mesa (habla de la Operación Puerto) contra uno de mis directores. Con el tema de Manolo se habla de 2005, cuando mis Tours fueron anteriores. Se están mezclando muchas cosas. ¿Lo de Armstrong? De verdad que no me preocupa. Lo único que sé es que a mí me costó lo mío conseguir aquello y que si ahora Armstrong se ha bajado del burro es una decisión que toma él, no sé si buena o mala. Lo que sé es que nada cambia para mí porque nadie me va a devolver nada. Menos aún en este ciclismo de ahora en el que seguimos apartados, que es la única realidad de todo esto.

No le dejan volver al ciclismo, que es lo que le gustaría, y no ha querido regresar a la curva en estos diez años.

No, no he querido volver. La gente de Gap me ha invitado dos veces a ir y este año he tenido la posibilidad, pero siempre encuentro la excusa perfecta que avala mi coartada. Son días malos para mí. Creo que necesito algo más que me empuje a viajar hasta allí. Quizás si estuviese metido en un proyecto ciclista lo vería todo de otra manera e iría a la curva. Quiero volver, pero ahora estoy triste. La única manera en la que puedo afrontar ese momento es de manera íntima e individual, no en días como hoy -por ayer- en el Tour. Necesito que sea algo más personal y si te digo la verdad ahora no he tenido el valor para hacerlo. Y soy consciente que necesito ir. Aún así, desde que lo dejé he ido todos los años al Tour con mi hijo, a mi manera, porque lo echo de menos.