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LA épica nadaba en el Bizkaia de Bilbao porque Mikel Urrutikoetxea, un tiburón, combatía a tumba abierta con Mikel Idoate por un hueco en las semifinales del Manomanista. La competición reina. La más deseada. Todo bajo el influjo del poco poder últimamente de los vizcainos en esta competición, ahogados en los océanos del tiempo, exceptuando por la presencia de un náufrago varado en los asientos privilegiados del torneo; el último, hace más de una década. Se trata de Imanol Agirre, delantero de Artea, quien alcanzó la antesala de la final en 2002 acodado en su físico maratoniano y su empaque delante. Cayó ante Abel Barriola, a la postre campeón de la distancia y portador del colorado durante todo el curso. Era el año espumoso del leitzarra. Meses antes, de hecho, ya se había coronado como campeón del Cuatro y Medio. Aunque anide la fotografía amarilla en la paleta de colores de la memoria, lo cierto es que Agirre fue durante años un termómetro perfecto para calibrar a todos los rivales: o sufres o pierdes, o juegas o pierdes. Axiomas en la cancha. La ley de Agirre.

No obstante, eran otros tiempos, otras palabras, otro material y otros rivales. Por aquel entonces, el patrimonio del mano a mano era para los zagueros pero la situación se iba revirtiendo. Sobrevive Barriola, once años después. Aún espera Abel su partido de cuartos, suspendido por mal de manos del zaguero, y se puede enfrentar en semis a Urrutikoetxea si supera a Aimar Olaizola en Iruñea el sábado.

Hay un paralelismo muy peculiar entre el camino del delantero de Artea aquel 2002 y el de Zaratamo, los dos se enfrentaron a pelotaris muy complicados, con una escalera realmente difícil de antemano. "Jugué contra Patxi Ruiz, que por aquel entonces aspiraba ya a meterse en la pelea por la txapela y después contra Patxi Eugi, que siempre era candidato a alcanzar el título", rememora. El duelo contra el de Agoitz fue agónico e imponente. "Fue en el Astelena de Eibar, uno de los frontones que más me han gustado a mí siempre. Iba perdiendo 21-19 y acabé 21-22; quizás se trate del partido que mejor recuerdo guardo de todos en el Manomanista", relata el exprofesional vizcaino. Se encontró después, en la semifinal, con Abel y "arrasó". "Barriola llegaba intratable. Yo le pude sujetar un poco, pelotear, pero cuando se puso terminó por la vía rápida", comenta. 22-10. "Recuerdo que ese año yo me había encontrado entrenando fatal. Antes de jugar contra Ruiz no me veía, las sensaciones no eran buenas y fíjese, acabé llegado a semifinales", analiza. Y es que en el mano a mano "nunca se sabe". "El año que mejor entrené y estaba mejor físicamente, Mikel Goñi me dejó en uno o en dos (22-2 en Eibar el 9 de abril de 2002)", determina Agirre, quien apostilla que "aunque la fortuna hay que buscarla, también hay que tenerla y nunca sabes si el Manomanista te la va a devolver. Influye mucho".

Así, Imanol no hace mucho caso a los símiles de la situación de Urrutikoetxea con la suya hace más de una década. "Sí que tenía la rama más difícil, pero ha podido prepararse una semana más y la suspensión del partido contra Gonzalez, que era muy peligroso, le ha venido bien. Después, contra Yves Xala hizo un partidazo que le ha dado mucha moral para ganar en un bonito envite a Idoate, rival contra el que mostró qué condiciones tiene para jugar al mano a mano", manifiesta el exdelantero de Artea. Mikel ha pulido el físico en los últimos años acompañado del grupo de Josetxu Areitio en Iurreta y se ha visto en la cancha: dos partidos duros (el del domingo en Bilbao ha sido el más peloteado de los últimos años) le han parapetado al frente de los focos. "Si miramos fríamente solo han sido dos partidos, hay que ir con cautela. Está dando pasos, eso es bueno, tienes condiciones y está en un buen momento de forma", remata Agirre, quien confirma que "cualquiera de los dos rivales a los que Urruti se puede enfrentar son letales, pero considero que Aimar Olaizola ganará a Barriola porque tiene un punto más. Mikel tendrá que salir a arriesgar y ver si tiene ese puntito de suerte para que le aúpe a conseguir algo más". ¡Que once años no son nada!