igor g. vico

berriz/iurreta

"Mira, cuenta las horas que ha metido Pablo durante estos años en un frontón. Desde que tenía cuatro años se veía casi diez partidos de pelota profesional a la semana, más el tiempo que pasaba jugando. Cuenta, cuenta", explica Jose-txu Areitio, botillero de Berasaluze VIII y preparador físico de los manistas vizcaínos de Asegarce. Mientras, el delantero le mira y analiza que "iba con mi aita -José Antonio Berasaluze, Berasaluze II- a Eibar, Bergara... Y ni moverme del asiento. Luego andaba por los vestuarios con los profesionales. Solamente pensaba en la pelota. Solo quería jugar. Yo me llevaba los tacos de Julián Retegui a casa, los deshacía y al día siguiente los volvía a rehacer. Imagínese las horas que he pasado en una cancha". Las matemáticas no fallan y haciendo cuentas, con 30 años dedicados a la pelota a mano, ascienden a 45.000, más o menos. Es decir, cinco años de vida dedicados única y exclusivamente a la pelota. Ni comer, ni dormir; solo ver, entrenar y jugar. Una carrera.

infancia

"Cada minuto de mi tiempo era para jugar a pelota"

"Era yo el que decía a mi padre que quería ir al frontón", relata Pablo. Los ojos le brillan al hablar de aquellos tiempos, remontándose tres décadas atrás. "Yo vi jugar a Galarza, a Retegui, a todos aquellos", concreta. Sin embargo, después de ver a titanes de fuerza descomunal en la zaga, el de Berriz se quedó cautivado de un delantero de Iparralde habilidosísimo: el gran Panpi Ladutxe. "Es como él, pero en versión mejorada", cuenta Areitio, quien agrega que "yo veo vídeos de él y me recuerda un montón a Pablo". Así, el manista encontró una pasión desmedida por apurar el remate y deslumbrar con cada uno de sus ataques. "Cuando iba al colegio, me despertaba antes para ir al frontón, comía rápido para volver y salía corriendo para ir al frontón. Además, uno siempre tenía que quedarse, porque nos lo quitaban los mayores", evoca el delantero. Aquellos años de veranos larguísimos y pantalón corto amarillearon en la cancha. Entre risas y pelotazos.

Cuenta Berasaluze que de vez en cuando ya se le escapaba alguna trastada, como cuando hicieron huelga todos los de la clase "menos uno". "Compramos unas bolsas de patatas y unos refrescos y nos fuimos al monte. ¡Qué tiempos!". Por aquel entonces, se fajaba Pablo en el club de Berriz. Eso pasó hasta pasada su primera década de vida. Después le tocó coger el petate y emigrar deportivamente a Mañaria. "Mi tío me tiró del club de Berriz y me fui a Mañaria, donde me recibieron con los brazos abiertos. Después, no pude jugar todo ese curso con el club porque no tenía el certificado de cedido. Estuve un año sin poder jugar ningún torneo. Al siguiente me empadroné en casa de mi otro tío, Berasaluze I, que vivía allí, y ya pude volver a competir. Yo apenas era un chaval de 13 ó 14 años. Quizá si no llega a ser por eso, no salgo pelotari. La gente de allí se portó conmigo genial", desvela Berasaluze. Ya en Mañaria, Pablo empezó a despuntar poco a poco y a tirar para arriba. Quizá no con un golpe descomunal, pero tenía algo especial que aún sigue teniendo. Y testarudez. "Soy así. A mí lo que me gustaba era la pelota y nada más. Solamente soñaba con jugar. No me planteaba ser pelotari profesional ni nada de eso".

debut

"No fui muy consciente de que estaba en la elite"

"Únicamente pensaba en jugar", concreta Berasaluze. Y así se pasó veranos recorriendo con 16 y 17 años frontones de Castilla y León. "Todo viene porque en un enfrentamiento en Valencia de pelotaris vizcaínos con otros de otras partes coincidimos con Pepe Rey -un pelotari burgalés que es toda una institución allí-. Me vio jugar, se enamoró de cómo jugaba, de que hacía cosas distintas, y me propuso jugar por allí. Yo creo que es algo enriquecedor para los chavales, así se curten". Pablo cogió carretera y manta y llegó a jugar muchos festivales por la zona. "Igual jugábamos un día y solo con vernos nos salían otros dos para otros dos pueblos", sostiene.

Y un día llegó una llamada. "Acababa de llegar de jugar el Torneo DV". "Asegarce me propuso debutar. Yo tenía 18 años y estaba ya en los aficionados más altos, pero apenas me lo esperaba", explica. Un mensaje en el contestador le dio la noticia, hubo reuniones con la operadora bilbaína, Maesku y Aspe, que estaba a punto de salir; sin embargo, el delantero se decantó por la promotora bilbaína "porque era la más segura y a lo largo de los años se ha demostrado". Contento en las filas de la operadora, cumplirá el jueves 15 años de su debut. Lo recuerda a la perfección el mago de Berriz. "Entré en el vestuario y vi a Zezeaga allí sentado. También estaban Manu Lejardi y Armendáriz". Ganó un jovencísimo Pablo por 22-17. A pesar de todo, de lo bonito de aquel partido, recuerda el de Berriz que lo que más le llenó fue cuando llegó al vestuario Rubén Beloki, quien entonces era un fuera de serie, un astro, y le dio la mano de forma lacónica y educada. "Me deseó suerte en el partido y en mi carrera deportiva. Él fue el único", espeta Pablo.

Y parece que la mano de El Látigo de Burlada le trajo suerte. Cuatro partidos jugados en la elite y cuatro ganados. "Un martes me llamaron y me dijeron: el fin de semana juegas con Beloki. Fue grande. Ese partido lo recuerdo como algo espectacular. Desde entonces, jugué en Primera", relata el vizcaíno. "Muchas veces lo hice con Beloki, que ha sido el mejor pelotari que he visto yo jugar. Es un diez en todo: como persona, como compañero, como pelotari... Yo he hecho partidos malos con él y jamás me ha dicho una mala palabra. Y como zaguero... Ha sido único. Rubén peloteaba un rato del seis al seis y después te la mandaba al rebote", manifiesta el de Berriz. Con él alcanzó la final del Parejas de 1999, después de un año como profesional. Lo del berriztarra fue meteórico. "Yo no era consciente de lo que era estar en la elite. No me daba cuenta. Era como hacer algo habitual, no le daba mayor importancia", asevera Pablo. Cuatro años estuvo arriba del todo, peleando y jugando muchísimos partidos, y su preparación consistía, como cuando era crío, en meter "horas en el frontón".

los años malos

"Tomaba cuatro pastillas al día y eso te quita la chispa"

En 2002 empezó a bajar un poco su rendimiento Berasaluze, pero un palo le dejó tocado: la muerte de su padre en 2003, cinco años después de debutar. Es decir, hace una década. "De estar en Primera, pasé a estar en lo más bajo", cuenta Berasaluze. Pero en cierta medida era normal: una depresión maniataba su genio desmedido. "Tomaba cuatro pastillas al día para la depresión y la ansiedad y pasé tres años muy jodido", señala. Pasó entonces a vivir con su familia de Bilbao, sus tíos, a la que agradece todo lo que hicieron por él, porque "siempre me apoyaron y me dieron todo lo que necesitaba. Mi madre y mis hermanas también estuvieron todo el tiempo a mi lado, les debo mucho y se lo agradeceré siempre".

Su camino, que parecía abocado al triunfo y la gloria, se torció demasiado y la medicación le tocó. "Tenía el cuerpo muerto. Con lo que tomaba era imposible que pudiera estar al nivel que se me exigía. Después, en la calle la gente me achacaba que era porque andaba de fiesta, pero yo tomaba unas pastillas con las que no podía mezclar el alcohol. Tan pronto estuve arriba como me fui al infierno. Al final, cuando estás en lo mejor, mucha gente se acuerda de ti, pero cuando estás abajo, no", analiza el delantero.

Así pasó casi cuatro temporadas hasta que se despegó de la cizalla de las pastillas y comenzó su reconstrucción, poco a poco, apoyado por su familia, para la que solo hay bonitas palabras. Paso a paso. Con el abandono de la medicación, sobre 2007, siempre supeditada a la decisión de los psiquiatras y psicólogos, comenzó a trabajar de forma exhaustiva. Además, aparecieron Josetxu y Hodei Beobide.

el regreso

"Al poner a Josetxu en la silla hubo una pequeña revolución"

"Hodei ha sido mi mejor amigo dentro de la pelota y sigue siéndolo. Los dos nos ayudamos el uno al otro cuando lo pasamos mal", evoca Pablo. Hodei debutó en Asegarce en 2005 y "desde el principio nos llevamos muy bien". Así se gestó una relación personal que aún dura, aunque Beobide no siga metido en la pelota profesional. Berasaluze se apoyó en él entonces. Después le tocó a Pablo estar con el de Ubidea cuando a este le fue diagnosticada una anemia aplásica. Es decir, que su cuerpo no generaba glóbulos rojos, blancos, ni plaquetas. "Yo fui con él al médico porque le daba miedo decírselo a la familia. Le salieron unas manchas rojas, fue a hacerse análisis y al día siguiente le llamaron para que ingresara de urgencia", rememora el de Berriz. Era una enfermedad gravísima. "Yo estuve casi todos los días con él. Siempre que tenía tiempo iba a verle", dice Pablo, quien apostilla que "estaba sin defensas, tuvo una infección de colón y perdió 24 kilos. Una vez nos dijeron los médicos a su madre y a mí que nos despidiéramos de él que posiblemente no lo volveríamos a ver. Eso es muy duro". Todo cambió. Hodei se recuperó. Y Berasaluze, también.

"Nunca fui consciente de lo que me hacían las pastillas hasta que las dejé. Entonces no era consciente de todo lo que podía llegar a hacer", manifiesta el de Berriz. Dejó la medicación y volvió a subir como la espuma. El verano de 2007 fue bueno y en 2008 dio con la tecla. "Comencé a entrenar cada vez más. A meterme caña como antes no lo había hecho", declara. Josetxu Areitio, atento, espeta que "todo lo que ha conseguido lo ha conseguido él solo: con trabajo y dedicación. Él ha sido el que se ha currado estar donde está y ser quien es". También la llegada del exentrenador de la Cultural de Durango y el Alavés.

"Nos conocimos porque su mujer iba al gimnasio de Durango y fuimos coincidiendo", explica el pelotari. "Pero, si nos hubiéramos cruzado en otra época, quizá ni hubiéramos conectado", dice el botillero. Sin embargo, la realidad es que son uña y carne. Josetxu acudió por primera vez a un duelo de Pablo en 2007, en Mutriku. También se enamoró de su juego. Era cuando Pablo iba para arriba y toda la familia, Josetxu, su mujer y sus dos hijos, se convirtieron en sus hinchas. Se forjó entonces una relación interpersonal enorme. "Íbamos todos en el coche de excursión". Sonríe Pablo.

Son los años buenos, los que Areitio empezó a apoyar a Pablo y a tirar para arriba. "Recuerdo que cuando me dijo que fuera su botillero en el Cuatro y Medio de 2008 me daba un poco de miedo", dice Josetxu. El partido se retransmitió por televisión, Pablo dejó a Larralde en tres y éste se negó a darle al último saque. "En el vestuario fui donde Larralde y le dije que eso no se podía hacer y demás", relata el técnico. Fue su primera vez, que trajo una pequeña revolución, porque todo el mundo se preguntaba qué hacía un hombre de fútbol en el frontón. Al verano siguiente comenzó la fiebre Berasaluze VIII con Begino, las finales de las ferias y "casi casi" comprar una autocaravana para ir de pueblo en pueblo. Ya era Pablito de nuevo.

No obstante, guarda en un recodo de la memoria este pasado 2012, en el que el Cuatro y Medio le ha dado mucho. "Competitivamente ha sido increíble. Si tuviera que quedarme con dos partidos de toda mi vida, sería con el quinto con Beloki y el que remonté a Irujo en Pamplona", analiza.

el futuro

"Quiero homenajear a mi padre en mis últimos años"

Asentado Pablo 15 años después de su debut, su futuro parece cosido a la pelota. "Quiero jugar unos años más", manifiesta. Pero pretende hacerlo con una novedad que adelanta al GRUPO NOTICIAS: "Me voy a cambiar el nombre como homenaje a mi padre: no sé si ponerme Berasaluze II como él o Berasaluze J.A. Pero quiero dedicárselo". Todavía le quedan cursos de pelota en las manos al de Berriz, quien ve a Titín como "un fuera de serie, un portento". "¿Y por qué tú no vas a aguantar más?", le dice Josetxu, siempre inyectando ilusión.

No obstante, su pasión, además, sería entrenar a chavales, a pesar de que no le concedieran la oportunidad de conseguir la licencia de monitor. "No me dejaron participar en el curso porque no tenía la ESO aunque tenga el graduado", cuenta. Fue algo ciertamente raro. Al año siguiente, paradójicamente, le pidieron hacer una clase magistral a los estudiantes de ese curso. Acaba Pablo explicando el futuro de la pelota en Bizkaia. "Hay que meter a los chavales muchísimas horas en el frontón. Dejar de tanto físico y darles pelotas y tiempo dentro de la cancha". Como hizo él: 45.000 horas.

Berasaluze VIII

carné de identidad

l Fecha y lugar de nacimiento.

Pablo Berasaluze Zabala, Berasaluze VIII, nació el 15 de septiembre de 1977 en Berriz (Bizkaia).

l Altura y peso. 1,74 metros y 79 kilos.

l Fecha de debut. 28 de febrero de 1998 en el frontón municipal de Bergara.

l Palmarés profesional. Subcampeón del Campeonato de Parejas en

1999.

l Palmarés aficionado. Campeón

del Torneo DV que se disputa en la modalidad de parejas en 1997.

También fue campeón de la Liga Vasca de Clubes en 1994.