en días pasados me encontré charlando con un amigo, de fútbol no conoce ni lo básico, y en un momento determinado me decía que dónde disputaba el próximo encuentro el Deportivo Alavés. Cuando le respondí que en Noja no se lo terminaba de creer. No le cuadraba que el equipo de fútbol de esa localidad costera y vacacional cántabra pudiera competir en la misma categoría que el otrora poderoso equipo albiazul y me comentaba lo bajo que habíamos caído. Pues sí, la verdad es que si se nos equipara con aquel de hace una década toda comparación es odiosa. Aunque podía haber pasado por el mismo lugar donde unas jornadas atrás actuó la selección española. ¿No fue en Doha (léase Doja)? A fin de cuentas, entre Doja y Noja la diferencia es mínima. Son dos palabras parónimas que muy fácilmente se pueden confundir.

El aficionado albiazul estuvo expectante, no todo ha sido baloncesto en Vitoria estos últimos días, ante el choque de primer orden que disputaban la tarde anterior el hasta ayer segundo clasificado, el Eibar, y un sorprendente Barakaldo. El equipo gualdinegro es, hoy por hoy, el que más en forma se encuentra pues lleva una racha impresionante con nueve jornadas consecutivas con la portería a cero y 23 puntos conseguidos. Entre ellos el empate a cero de Mendizorroza y el rapapolvo que le dio al Noja, al que el Alavés ni tan siquiera pudo ganar ayer.

Por contra, los alavesistas se enfrentaban a un rival con necesidad de sumar ya que se encontraba en una espiral de resultados negativos: había caído derrotado en los últimos cuatro encuentros y sin marcar un solo gol. Pero tuvo que ser el Alavés el que aliviara su mala racha. El conjunto nojeño le sorprendió apenas iniciada la segunda parte con un gol de su torre, Iker Torre es su nombre, que no tuvo que esforzarse demasiado para rematar un centro desde la izquierda de un compañero libre de marcaje. Menos mal que los albiazules supieron reaccionar y pocos minutos después equilibraban el marcador. No es la primera vez que cuando los resultados sabatinos les favorecen no son capaces de poner tierra de por medio, aunque méritos hicieron más que el contrario para ganar.

Amaneció una mañana fría, gris y, en ocasiones, muy oscura. Según transcurría la mañana se fue tornando negra; incluso en algún momento cayeron algunas gotas antes de disfrutar de un magnífico sol. Algo parecido le ocurrió en el encuentro al Alavés. Cuando más claras tenía las ideas, el árbitro señaló el final. Pero es el precio que hay que pagar por ser tan rácanos en el juego de inicio, porque hasta que no tuvo el marcador en contra no se acordó de jugar. Natxo González debe sacar alguna enseñanza. Por ejemplo, que es mejor hacer los deberes al principio y no esperar a última hora porque puede que ya sea demasiado tarde y que se ha perdido la oportunidad de ampliar la ventaja con su inmediato contrincante que le habría proporcionado una mayor tranquilidad para afrontar el encuentro.