CUANDO Royce White (10-IV-1994, Minneapolis) tenía 10 años, el entrenador de su equipo de baloncesto ordenó unos sprints para dar por concluida la jornada. Él se colocó al lado de su mejor amigo, LaDream Yarbrough, y completó la carrera sin problemas, pero al girarse comprobó que LaDream yacía en el suelo, inconsciente. Tras dar la voz de alarma, las ambulancias no tardaron en llegar. Él mismo acompañó al hospital a su compañero, que consiguió salvar la vida tras ser operado de urgencia de una malformación cardiaca, pero aquel episodio se quedó grabado a fuego en su cerebro y empezó a vivir agobiado por el miedo, atenazado. "¿Me voy a morir?", preguntaba constantemente a su abuelo. Sentía ataques de pánico cuando algún técnico le ordenaba correr y comprobaba que su corazón se aceleraba, se despertaba tres o cuatro veces cada noche y, finalmente, en 2008 le fue diagnosticado un trastorno de ansiedad. Ahora, este poderoso ala-pívot de 2,03 ha aterrizado en la NBA y su enfermedad mental le está impidiendo disfrutar de un curso normal como novato. De hecho, aún no ha debutado. Se ausentó de la primera semana de pretemporada y desde el 9 de noviembre ni siquiera se ha presentado a los entrenamientos de los Houston Rockets, equipo que le eligió 16º en el último draft y con el que mantiene un agrio y público enfrentamiento.

"Os explico de que va esto: siento pánico cuando me dirijo a un aeropuerto, siento pánico al despegar, estoy incómodo en el aire y me siento como un millón de dólares cuando el avión regresa al suelo". Así de explícito se expresó White ante los periodistas que siguen la actualidad de la franquicia texana en junio. Y es que el miedo a volar es uno de los síntomas más notorios de su trastorno de ansiedad, así como el pánico escénico en ciertas situaciones. Por ejemplo, se ausentó del media day de los Rockets y en su último año universitario en Iowa State llegó a reconocer que "nunca puedo jugar al 100% porque mi ansiedad antes de los partidos hace que mi rendimiento baje un 25%. Antes de saltar a cancha me siento enfermo y no quiero ni pensar en la posibilidad de perder. Para mí es muy difícil jugar ante 20.000 personas pero he entrenado mi mente para afrontar estas situaciones".

Los Rockets conocían perfectamente los problemas de White. De hecho, él nunca los ha escondido sino que siempre ha pretendido utilizar los focos de la NBA para concienciar y sensibilizar a los estadounidenses sobre su enfermedad. Kevin McHale, técnico de Houston, decidió apostar por un jugador que el curso pasado lideró a su equipo en puntos, rebotes, asistencias, robos y tapones, considerando que con el adecuado tratamiento médico su ansiedad estaría controlada, pero la realidad ha sido muy distinta, hasta el punto de que el enfrentamiento entre ambas partes se ha recrudecido en los últimos 15 días. Houston pretende que sea tratado por un terapeuta de su confianza, Aaron Fink, especialista del Colegio de Medicina de Baylor, pero el jugador se ha negado en redondo, asegurando que está en su derecho de seguir con el médico que le atiende desde que era un niño. El jugador no se entrena desde el 9 de noviembre, su equipo le multa por cada sesión que se pierde y el jugador explotó, vía Twitter, al considerar que su baja tiene fundamento médico y no es una falta disciplinaria. Ha tildado al equipo que debe pagarle 2,3 millones de dólares los próximos dos cursos de "inconsiderado", afirma que sus intentos por ayudarle son "de risa" y que en absoluto se siente "respaldado". White ha dejado claro que no pretende desplazarse por carretera a todos los partidos, "solo a los necesarios para bajar mi estrés" e incluso se ha ofrecido a pagar de su bolsillo un autobús. Así, los Rockets tienen una patata caliente con un jugador que en 2009 fue suspendido todo el curso por la NCAA por agredir a un guardia de seguridad y que en 2010 no firmó por la prestigiosa Universidad de Kentucky porque el día que debía viajar a Lexington su ansiedad le impidió volar.