Fuente Dé. Lo que se está viendo en la tele no es normal. Son 60 kilómetros para enmarcar que protagoniza Contador, el ciclista moderno del molinillo, el baile sobre la bicicleta, que corre como se corría antes. Un día del Giro de 2011, Felice Gimondi, que es de la época de Tarangu y Merckx, los maravillosos 70, se felicita por lo que está viendo cada día, los ataques de Contador en un repecho, en el Etna, en cualquier esquina, y dice que, efectivamente, "es uno de los nuestros".

Mientras el madrileño corre hacia Fuente Dé llevado por el diablo, van surgiendo comparaciones que tratan de ubicar la escena, hora y media apasionante, en el marco de la historia. Hay quien menciona el ataque de Hinault en Serranillos durante la Vuelta de 1983 que hundió a Gorospe. Otros van más atrás en el tiempo. Suena la gesta de Coppi en el 49, un uomo solo al comando por los Alpes hasta Pinerolo. O la de Merckx en el Tour del 69, ese día de rayos y truenos en los Pirineos, por el círculo de la muerte (Peyresourde, Aspin, Tourmalet y Aubisque), hasta Mourenx. O la de Indurain desbocado en el Tourmalet en 1991, camino de su primer Tour y la de Lieja en 1995, camino del último. ¿Excesivo? Quizás sea por el calor del momento.

Cuando se ha secado el sudor, a Contador también le piden que compare y coloque este triunfo en un lugar de su vitrina de recuerdos. Lo sitúa entre los más emotivos, en el podio. Junto al Tour Down Under de 2005, la primera carrera que ganó tras sobrevivir al cavernoma y la París-Niza de 2007, que también ganó y tiene un valor íntimo altísimo para él. Su biografía tiene más momentos colosales. La etapa de Verbier en el Tour de 2009, aquella derrota bellísima en la París-Niza de 2009…

Por ahí coloca lo de ayer Contador, que llora sin remedio en la meta rodeado por su madre, su hermano, Jacinto Vidarte y su familia ciclista, Jesús Hernández, Paulinho y los demás. Las lágrimas son de alegría, por supuesto, y las empuja a salir la liberación que siente el ciclista en su reestreno. Es la primera victoria que consigue después de cumplir la sanción por el asunto del solomillo que le tuvo varado seis meses, desde febrero hasta hace nada, principios de agosto. Es también la primera vez que se viste de líder en una grande desde el Giro de 2011, aquel que, también como castigo, le quitó el TAS, como el Tour de 2010 y todo lo que había ganado desde ese momento.

Fran Contador observa el surco salino en las mejillas de su hermano y lo primero de lo que habla es de justicia. "Alberto se merecía una etapa como la de hoy", dice emocionado. "Durante ese medio año ha pasado un calvario. Nadie se puede hacer idea de lo que ha sufrido salvo los que hemos estado cerca de él", trata de hace llegar al mundo el dolor íntimo de su hermano. De ahí la voz temblorosa de Contador cuando reconoce que se la ha jugado sin estar seguro lo que pasaría. Y que no hubo planificación. Que fue un ataque de genio. "Muchos estarían pensando que dónde iba. Es cierto que no estoy en mi mejor momento, pero no me faltan ganas. Me dije a mí mismo que ser segundo está bien, pero que yo estaba aquí para ganar", dice Contador entre las lágrimas de su reestreno.