Dumbría. "Y ahora, ¿qué?". La pregunta rodea al autobús de Euskaltel-Euskadi en la salida de Vilagarcía de Arousa después de que Igor Antón recibiera un palo importante en la crono de Pontevedra, donde dio un paso atrás y salió de los diez primeros puestos de la general, un objetivo prioritario para él y su equipo. Hay varias voces que responden a esa cuestión y todas se solapan porque van en la misma dirección.

Una es la del lehendakari Ardanza, expresidente de Euskaltel, que está de visita en Galicia y cuando, tras la crono, se encuentra frente a frente con Antón en el hotel percibe la inmensa tranquilidad y confianza que emanan de los labios del vizcaino en lugar de la desazón que se esperaba por el resultado. Antón, dice Ardanza, rezuma el optimismo de los que están seguros de lo que hacen, de lo que son, del lugar que ocupan y las metas que pueden alcanzar. "E Igor", analiza el lehendakari, "es de los que no engañan. Es una persona tan pura que puedes estar seguro de que lo que ves es lo que hay".

Lo que hay, quiere explicar Álvaro González de Galdeano, director de Euskaltel en la Vuelta, es una situación tan desconcertante que hasta para él resulta difícil saber lo que ocurre. El alavés no encuentra una explicación al rendimiento discontinuo del vizcaino, que alterna en semana y media de Vuelta actuaciones ilusionantes como la de Arrate y la Collada de la Gallina y otras desalentadoras como las de las subidas a Valdezcaray, el Fuerte de Rapitán y, sobre todo, la crono de Pontevedra. Y, sin embargo, Galdeano está convencido que no hay ningún motivo para pensar que la cosa va mal.

"Lo que pasó en la crono es que Igor no sacó partido a la calidad que tenía dentro", sostiene. "Es complicado de explicar. Igor está bien, motivado, con ganas y convencido de que dentro tiene más de lo que saca". Nada más empezar la crono y comparar los tiempos de Astarloza y otros compañeros que lo hicieron bien y que le servían de referencia, Galdeano entendió que iba a ser un día duro. Antón se lo confirmó por el pinganillo. "No voy". Y no iba. "No podía coger velocidad. En todo lo demás, no había ni una pega, que es lo que nos hace no encontrar una respuesta a lo que ocurre. No falla nada, pero no llega de entrarle la marcha".

Las piernas de Antón no acaban de meter la sexta velocidad que el corredor busca para emparentarse con los patricios de la Vuelta, Purito, Contador, Froome y Valverde, y en Euskaltel-Euskadi viven a la espera de que el vizcaino se ilumine. "Por la mañana nos preguntamos si en la etapa veremos al artista que es capaz de codearse con los más grandes".

Otro Antón Mientras esperan, Antón emite señales inequívocas y alentadoras de confianza. Ningún tropiezo le altera, nada le saca del camino, nadie le baja del burro. "Es otro Igor al que estamos acostumbrados. Este es mucho más fuerte y los golpes no le afectan. Los encaja bien. Piensa que hace dos años estaba bastante peor -tras la caída que le borró de la Vuelta que lideraba- y se levantó. Después de aquello, es difícil que pueda descentrarse". El vizcaino sigue obcecado en su meta. No abandona su idea de luchar por la general, un buen puesto que se le ha complicado, y se remite a la orgía montañosa que afronta la Vuelta desde mañana -Ancares, Lagos de Covadonga y, el lunes, Cuitu Negru-. "Queda lo más bonito para mí", dice Igor, que como aspirina para la moral asomó ayer en Ézaro con un ataque que tumbaron Purito y Contador, pero que demuestra que el resultado de la crono no refleja su potencial.

"Igor está convencido de que está bien", abunda Galdeano. "Se sabe en buenas condiciones porque ha preparado mejor que nunca esta carrera, con largas concentraciones en altitud y entrenamientos que hasta ahora no había hecho. Por eso, no acepta esta situación. Y eso se traduce en rabia por demostrar que todo lo que ha trabajado está ahí, en sus piernas".

Luego, está el equipo, Txurruka, Landa, Astarloza, Sicard..., que observan y escuchan al líder que protegen y se contagian de su credo. Tienen fe en él porque ven detalles que les refuerzan la confianza. Como el de que es el propio Antón el que pide en carrera -ocurrió, por ejemplo, el día llano de Sanxenxo- que le lleven delante, protegido y atento para evitar sustos. "Y quizás sea ese esfuerzo y esa tensión a las que no está acostumbrado lo que le desgaste más de lo que él mismo cree", reflexiona Galdeano, que habla de que la carrera corre bajo el síndrome de la incertidumbre, la duda. ¿Qué ocurrirá en la montaña? Antón no se hace preguntas. Está convencido de que sacará al artista que lleva dentro. Lo dice su sonrisa. Esa que, dice Ardanza, nunca engaña.