ALBERTVILLE-LA TOUSSUIRE

. Pierre Rolland (Europcar)4h43:54

. Thibaut Pinot (FDJ)a 55"

. Christopher Froome (Sky)m.t.

General

. Bradley Wiggins (Sky) 48h43:53

. Christopher Froome (Sky)a 2:05

. Vincenzo Nibali (Liquigas)a 2:23

La Toussuire. Al final, puede que antes de alcanzar su centenario el Tour desmienta una de sus máximas más enraizadas o, al menos, más repetidas durante las últimas 99 ediciones, desde 1903 hasta hoy con la interrupción única de las guerras: que solo el más fuerte puede llegar de amarillo a París. Dicen que fue así siempre, aunque hay quien recuerda que Ullrich ya era mejor que Riis en 1996 o que Indurain se dejó el sexto Tour al principio, en 1990 y al servicio de Delgado, y no aquel verano tan caluroso y triste de Iruñea. Algún caso más hay escrito en la apasionante historia del Tour. Ninguno, seguramente, tan evidente como el de este que gobierna con mano de hierro el Sky, que parece irreductible salvo por la paradoja: su líder y el líder del Tour no es el más fuerte. Hay uno mejor: Chris Froome, su último guardaespaldas y, también, segundo en la general tras la paliza alpina de ayer que coronó a Rolland como rey de los Alpes -ya ganó el año pasado en Alpe d'Huez-, desnudó a Wiggins por un instante, agradeció a Nibali y Van den Broeck su valía, maltrató a Evans y Zubeldia y hundió a Menchov.

A cinco kilómetros de la estación de La Toussuire, al final de una paliza tremenda bajo el calor de los alpino (Madeleine, Croix de Fer y el pequeño Mollard), el Sky bajó de la nube y se abrió el cielo del Tour. Fue un rayo de esperanza para los soñadores. El Sky se lió. Atacó Froome con ambición y su cambio de marcha desnudó a su líder. Luego, al keniano le pararon y todo volvió a su sitio. Pero sembró la duda. Al fin y al cabo, quizás quede carrera por delante.

Ataque de Evans Hasta allí, de todas maneras, el Tour alucinaba con el Sky. Con el tremendo Boasson Hagen de todos los días; el rocoso Rogers que solito y sin ayuda tumbó el ataque desesperado y demoledor de Evans en la Croix de Fer, y luego, claro, con Froome, un galgo el keniano, tan incansable que se metió en el bolsillo a Wiggins cuando el único reducto de los favoritos, agotada la fuerza y apagado el SRM, era abundar en su capacidad agonística. Subían ya la Toussuire, que no es especialmente exigente, aunque eso no importa demasiado cuando las piernas pedalean con la desgana de un día largo y duro por la montaña. Subían, al fin, los dos líderes del Sky solos tras la renuncia de Porte a detener otro ataque de Nibali, un diablo irritante el tiburón. Ayer, su mordisco hizo daño.

Quedaba aún una decena de kilómetros y la estricta jerarquía británica -la misma que les hizo, quizás, perder la pasada Vuelta- puso a Froome a tirar del carro. Primera sorpresa: no era el keniano fiero de otras veces. Nibali abría hueco y alcanzaba a Van den Broeck, Brajkovic y Pinot, un joven francés que tiene una pinta deliciosa. Froome se retorcía, puso cara de ir pasándolas canutas y, al poco, se replegó para refugiarse a cola del grupito en el que respiraban aún Evans, su delfín Van Garderen y Frank Schleck. Zubeldia no, Zubeldia, sufriente también en la Croix de Fer, se disponía a someterse a un ejercicio de supervivencia en el que le escoltaron Horner y Klöden, dos amigos.

El Sky ya no era tan fiero y por primera vez en el Tour a Wiggins le golpeaba el aire en la cara. En riesgo, solo, quizás pensaba en el ejemplo de Indurain, el campeón que le hizo ser ciclista y en el que se fijó durante años para aprender cómo mandaba y ordenaba el Tour, pero si lo hizo, fue un pensamiento efímero porque Froome recuperó el aliento, se quitó el plomo de las piernas y volvió para agarrar del cuello a su líder. En la operación de salvamento se ahogaron todos los demás. También Evans, castigado por su fiero ataque en la Croix de Fer. Perdió de vista a sus rivales ingleses y, con ello, perdió, también, la rueda del Tour.

El error del Sky Froome era un pura sangre africano desatado. En un instante, arrastró a Wiggins hasta el grupo de Nibali y cuando lo atrapaban, cinco kilómetros hasta la estación de La Toussiere, se montó el lío. El keniano aprovechó la inercia para saltar por encima del grupo y catapultarse hacia la cima. Nadie le siguió. Ni su líder. Estaba, o eso explicaron luego los ingleses, preparado desde por la mañana en el autobús del equipo con la idea de que Froome, que no se fía de su rendimiento en la última crono, distanciara a Evans y abriera hueco en la lucha por el segundo cajón del podio del Tour. A por eso iba. Lo que seguramente no estaba previsto era que Wiggins hincara la rodilla, perdiera la estela de Nibali y Van den Broeck y, de repente, se viese solo y ahogado, en apuros.

"No pensaba en nada, solo en seguir centrado en lo mío", contestó luego el inglés sin mucha coherencia cuando le preguntaron cómo gestionó la que, de momento, es la situación más delicada del Tour. Así que permaneció sentado con los brazos sobre las manetas, la postura que raramente abandona, mientras en el coche, Sean Yates, que lo estaba viendo todo por televisión, saltaba de su asiento y gritaba a Froome por la radio. Nadie sabe lo que le dijo, pero el keniano en estampida se llevó la mano a la oreja de la que colgaba el auricular, giró la cabeza buscando una mancha amarilla en el horizonte y levantó el pie sin rechistar. "Yo no fui el que le mandé volver", explicó luego Wiggins. "No pude hacerlo por la sencilla razón de que yo no tenía radio en ese momento", abundó el líder británico, que recuperó su sitio a rueda de Froome, superó el sofocón y respiró aliviado cuando cruzó la pancarta de los tres últimos kilómetros que, lo sabía, eran más amables.

Superado el bache, un momento crítico en el Tour, Wiggins pudo mirar por la tarde la clasificación y constatar que, efectivamente, la cosa no fue tan mal y que es aún más líder porque la diferencia con el segundo, su fiel Froome, es de 2:05; Nibali, tercero está a 2:23 y Evans, fundido en La Toussuire, cuarto a 3:19. Zubeldia tras un día agónico, sigue sexto, pero a casi cuatro minutos del podio. Y, sin embargo, podría pensar también que no todo va tan bien. No, al menos, como antes. Le habían desnudado, lo había hecho su compañero, y dejó al aire, a la vista del mundo y, sobre todo a la de sus rivales, que es vulnerable. Quizás, aún esté todo por pasar en el Tour.