ARC ET SENANS-BESANÇON
1º. Bradley Wiggins (Sky)51:24
2º. Christopher Froome (Sky)a 35''
3º. Fabian Cancellara (RadioShack)a 57"
General
1º. Bradley Wiggins (Sky) 39h09:20
2º. Cadel Evans (BMC)a 1:53
3º. Christopher Froome (Sky)a 2:07
Hoy, primera jornada de descanso del Tour.
Besançon. Hay apasionados que no dicen que lo son, quizás por miedo a ser descubiertos en ese desliz, pero que se delatan a sí mismos porque van por ahí blandiendo la bandera de su condición humana. Sienten y hacen sentir. En Besançon, bajo el sol, corre una heladera con su carrito de ruedas que sonríe, grita, hace sonar una bocina como la del mudo de los Marx y vende un montón de helados, a un euro el cornete o el Pirulo; una joven graciosa, alta, delgada y morena, pone cafés dulces sin azúcar y en el precio, gratis, va incluido el caldo, aguado, qué se le va a hacer, y la gracia; y un portero argentino no deja pasar a nadie por su puerta sin intercambiar un apretón de manos, un ¿cómo va eso? y una chanza que alegra el día. La pasión se transmite, o, como en el caso de Wiggins, se cuenta porque de lo contrario sería imposible adivinarla bajo su armadura inglesa, mucho más amarilla tras el meneo de ayer a Evans en la crono de Besançon. La ganó arrollando, le metió 1:19 al australiano, que sigue segundo pero ahora está a 1:53, y apenas le cambió el gesto.
"Sin la pasión, sería una máquina", tuvo que decir Wiggins para hacer llegar a los que le miran boquiabiertos que siente lo que está viviendo, que su viaje hasta París no es una recopilación de datos, vatios y porcentajes que pasan de la pantalla del SRM a la del ordenador y, de ahí, a su cerebro inglés perfeccionista; para que no se imaginara la gente que por las noches cuelga los jerséis amarillos bien estirados en una percha y los encierra en el armario, sino que los deja a la vista, sobre la cama o la silla, como han hecho siempre todos los líderes antes que él, como debe ser. Tuvo que hablar sobre eso el inglés y contó que en la madrugada del sábado, tras tomar el poder en La Planche des Belles Filles, le costó planchar la oreja por los nervios, la ilusión de lo que decía era el sueño del niño que empezó a ser ciclista haciendo rodillo en el piso del barrio londinense de Kilburn, entre paredes forradas de pósters de Indurain. Tuvo que repetir que el ciclismo no es su trabajo, sino su pasión, "la llave de cualquier éxito", porque si no lo hubiese hecho, la imagen que hubiese quedado habría sido otra, la de una máquina perfecta, un robot insensible.
El robot Es lo que pareció Wiggins en el viaje incómodo desde el palacio de Arc-Et-Senans hasta Besançon. Y es lo que dice que es Michael Hutchinson, uno que fue campeón británico de contrarreloj y ahora es un estudioso de la postura, la ergonomía y todas esas cosas de moda en el ciclismo moderno. Hutchinson ilustra la armonía de Wiggins sobre la bicicleta de contrarreloj diciendo que se podría poner una taza de té sobre su espalda sin que se cayera una sola gota. Que las piernas, largas, blancas y huesudas parecen dos pistones independientes del resto del tronco. Que su peso ideal como contrarrelojista son, al menos, dos kilos más, pero que, a cambio, eso le permite ser también eficiente en la montaña, lo que tiene mucho que ver con la idea de Kerrison, su preparador llegado de la natación y el atletismo, que a principio de año se propuso hacer de Wiggins el mejor contrarrelojista de los escaladores y el mejor escalador de los contrarrelojistas, una de las pocas maneras infalibles de ganar el Tour. Wiggins no lo niega: "Soy un perfeccionista que quiere controlarlo todo, pero siempre he sido así, desde mi época en la pista".
Hutchinson, a petición de un periodista inglés, ha trazado estos días una comparativa entre Wiggins y su ídolo Indurain y, salvando las distancias, ha llegado a la conclusión de que se parecen más de lo que salta a la vista.
El parecido entre ambos al que se refiere Hutchinson debe ser una cuestión sesuda y geométrica incomprensible -dice algo de que, para el que lo comprenda, los dos caben en un cubo de cartón-, pero acaba simplificándose todo al efecto. Wiggins hizo ayer lo que antes Indurain, muchos antes otros y Armstrong después, y aprovechó la primera crono larga del Tour para quitarle al Tour parte de su pasión, si no toda.
El mejor Zubeldia A su rueda ya no hay nadie. Evans, que ayer lo hizo peor de lo esperado y se dejó 1:19, queda en la orilla de los dos minutos -está a 1:53- y le pisa los talones Froome, que ayer perdió 35 segundos con su compañero inglés y ahora es tercero, solo 14 segundos por detrás del australiano, y ya hay quien piensa, teme, en un doblete del Sky en París. "En los próximos días tendremos que decidir si vamos a luchar porque los dos estemos en el podio o en sacrificar a Chris", dijo Wiggins. Luego, las diferencias van siendo más importantes. Vincenzo Nibali, que no lo hizo mal en la crono, es cuarto a 2:23; Denis Menchov, quinto a 3:02, y Haimar Zubeldia, sexto a 3:19, y, lo que es más importante, ilusionado y confiado en que, en adelante, el RadioShack le respaldará. O, lo que es lo mismo, que Frank Schleck, Andreas Klöden o Chris Horner se pondrán a su servicio. "Ser el jefe no es algo que me preocupe", dijo Zubeldia, al que le bastó saltar por encima de los primeros repechos duros del recorrido para saber que estaba bien y que la fuerza de los días de montaña perdura aún en sus piernas. No recuerda el guipuzcoano una crono tan buena -fue 13º a 2:20- en el Tour de Francia desde hace muchos años. "Quizás desde el principio, no lo sé", contó. Como en el principio, aquel 2003 maravilloso, a Haimar le volvieron a mencionar el podio y se dejó arrastrar por la pregunta. "Es el paso que me queda, algo que nunca he conseguido. Estuve cerca en 2003, pero entonces tenía piernas y me faltaba experiencia. Ahora, tengo experiencia y las piernas… Ya veremos", explicó el vasco, que dejó Euskaltel-Euskadi en 2008 para ayudar a otros a ganar el Tour -Alberto Contador, Lance Armstrong…- y ahora lidera las ambiciones para la general del equipo norteamericano que lleva el sello del campeón tejano. "Es curioso, ¿verdad? Hace tiempo que elegí otro camino, pero dentro de mí siempre tuve la esperanza de que algún día se presentaría otra nueva oportunidad. Quizás sea esta. Nunca perdí la fe". Ni la pasión que ahora le falta al Tour tras la sacudida de Bradley Wiggins, una máquina inglesa y sensible. O eso dice.