VITORIA
CON siete títulos (2003, 2004, 2005, 2006, 2007, 2009 y 2012) igualó en el torneo londinense a dos mitos del torneo, William Renshaw y Pete Sampras, y se colocó en la pole de cara a colgarse el oro en los Juegos Olímpicos, sobre la misma hierba, único entorchado que falta en el palmarés de Federer junto a la Copa Davis. El de Basilea firmó ayer nuevos registros. Solo diez jugadores mayores de 30 años habían logrado conquistar un Grand Slam desde que en 1968 el tenis se convirtió oficialmente en un deporte profesional. Con 30 años y 335 días, Federer es el undécimo. Asimismo, únicamente media docena llevaban siete entorchados en un mismo grande: los citados Renshaw y Sampras; Richard Sears, Bill Larned y Bill Tilden en el USA Open; y Rafa Nadal en Roland Garros.
Ayer, con un jersey de punto color crudo, el helvético ofreció un discurso relajado y lleno de confianza mientras Mirka y sus hijas lo miraban con admiración. Ella, su mujer, fue la primera en creer en sus posibilidades después de que 2011 fuera la primera temporada desde 2002 en la que no conquistaba un cetro de enjundia. No pocos le dieron por acabado. "¿Jugarías con el mismo entusiasmo si fueras el número cinco o seis del mundo?", le inquirieron este año en Australia tras caer en semifinales ante el manacorí. "Por supuesto", dijo. Tras perder en la antesala de la final, ante Djokovic en Estados Unidos'2011, en un partido en el que dispuso de dos match points, las dudas se acrecentaron. Pero Federer reaccionó a lo campeón, tomando un avión para darle a Suiza dos puntos vitales ante Australia en la Davis, y luego encadenar los títulos de Basilea, París y el Masters de Londres. En 2012 no se detuvo, venciendo en otros cuatro torneos, entre ellos Indian Wells, y acercándose a Nole. "Sampras fue mi héroe, me siento increíble", aseguraba ayer Roger, sabedor de que el 16 de julio le quitará el récord de semanas al frente del ránking mundial, porque sumará ya 287.
Aquel adolescente irascible que hacía añicos las raquetas y maldecía todo el tiempo nada tiene que ver con el actual. Hoy tiene una risa contagiosa que no disimula. Se siente pleno, cuando la mayoría de los tenistas de su edad padecen el paso del tiempo. Muchos podrían pensar que tira de frialdad en el trato diario; y sin embargo, camina distendido, con el raquetero colgado de un hombro, saludando al paso. En su estado de ánimo mucho tiene que ver su familia con un padre (Robert) y una madre (Lynette) que hacen clase del perfil bajo, más una esposa -a la que curiosamente conoció en los Juegos Olímpicos de Sydney en 2000- y dos niñas (Charlene y Myla), de casi tres años, que le iluminan las mañanas. Tomó su primera raqueta a los tres años, y a los ocho se lo tomó en serio deseoso de emular a sus ídolos Becker y Edberg. Federer, que se dio a conocer eliminando a Sampras en 2001, cerró ayer el círculo, y ahora pretende subirse a lo más alto del podio. Quizás sea el único escalón que le falte por escalar.