Uno puede trabajar hasta la extenuación la manera en la que deben de jugar sus futbolistas. Incluso se puede analizar hasta el mínimo detalle del rival para contrarrestar su juego. Pero nadie, ni en una competición del más alto nivel como es una Eurocopa, puede estar preparado para enfrentarse a un árbitro español. Griegos y polacos inauguraban ayer el torneo con la intención de encarrilar su pase a la siguiente fase, pero tuvieron que conformarse los dos con salir vivos de un partido en el que Velasco Carballo demostró que cada partido es una ruleta rusa cuando el silbato y las tarjetas los gestiona un trencilla español. Su inflexibilidad la pagó sobre todo el equipo heleno, quien pudo empatar tras irse al descanso perdiendo y con un jugador menos.
Tras la colorista ceremonia inaugural, Polonia quería brillar ante una grada volcada con su equipo. En los primeros minutos se sucedió un monólogo de los locales, totalmente confiados en su estilo, mucho más dinámico y voluntarioso que el del conjunto griego. La banda derecha de Polonia jugó a placer durante el primer tiempo. El lateral Piszcek, a quien incluyen en la agenda del Real Madrid, se incorporaba a sus anchas y llevaba el balón a la línea de fondo para sembrar el terror. Tanto va el cántaro a la fuente que termina por romperse. En el minuto 16, un centro desde la banda derecha lo aprovechó Lewandowski para anotar el primer gol de la Eurocopa.
Grecia se veía sin argumentos. Sin el balón sufría y, cuando lo tenía, su juego era lento, incapaz de llegar a la referencia ofensiva de Samara en condiciones de inquietar a los envalentonados polacos. Para colmo de males, en el minuto 35 tuvieron que realizar un cambio por la lesión de Avraam Papadopoulos. Un minuto después, Polonia estuvo cerca de sentenciar el partido, pero el remate a placer del central Perquis tras un rechace se perdió a la izquierda de la portería griega.
A dos minutos del descanso, Carlos Velasco Carballo se convirtió en el protagonista del partido al expulsar por doble amarilla a Papastathopoulos. Nueve minutos antes había visto la primera cartulina en una decisión discutible, pero la segunda la vio en una jugada que ni siquiera era falta. Además, los griegos se fueron al descanso enfurecidos por una posible mano polaca en su propia área que el español no estimó penalti.
salpingidis cambió el partido El técnico griego dio entrada a Salpingidis en el descanso y fue lo mejor que pudo haber hecho. El jugador heleno tardó solo cinco minutos en hacerse notar. Marcó el gol del empate a placer, después de que el portero polaco y un defensa no acertasen a despejar un centro desde la derecha de Torosidis.
A partir de ahí el partido cambió. Polonia se olvidó del juego descarado que le había hecho superior en el primer tiempo y Grecia tiró de oficio para sentirse cómoda en el partido. Después de haber tenido el encuentro cuesta arriba, Grecia vio cómo el árbitro devolvía la igualdad numérica al expulsar al meta polaco, esta vez justamente, y señalar un penalti que el capitán Karagounis, excelso hasta ese momento, erró ante el recién incorporado Tyton. El marcador no se movió más, lo que aguó la fiesta polaca y mantiene vivas las esperanzas de una Grecia que, con menos fútbol que el que exhibió ayer, ya ganó la Eurocopa de 2004.