como continuamos dependiendo de resultado de terceros, vivimos otra jornada de sábado con el corazón en un puño pidiendo a San Prudencio que el agua con que nos obsequiaba un año más anegara las ideas de los vizcaínos. Se consiguió en parte. Por eso, ante un partido tan importante y después del empate del enemigo número uno, el Amorebieta, ante el Athletic B la víspera, muchos pensábamos que se daban condiciones objetivas para el surgimiento con fuerza de un Alavés a la desesperada. Este apremio, causado por las muchas decepciones que ha protagonizado el equipo albiazul esta temporada hasta acabar como un equipo mediocre, abría la posibilidad de que por fin se diera esa oportunidad para acometer, de una vez por todas, el puesto que han estado pretendiendo a lo largo de los últimos tiempos.

El encuentro de ayer en El Toralín lo consideraba como la enésima ocasión para que se intentaran enganchar al carro de la promoción. Leyendo anteriores opiniones de jugadores y entrenador la consideraban una posibilidad viable (otra cosa es que fuera real); así que, en un primer momento, me quedé bastante tranquilo y decidí darles, una vez más, un voto de confianza. Pero es la misma historia de siempre: escuchas a los protagonistas de la ficción, crees en ellos y al final te llevas otra decepción. Y van? Y eso que durante los primeros 45 minutos dieron la impresión de que podían conseguir doblegar a sus calmosos adversarios. Porque, poco después de la primera ocasión local, sin cumplirse el primer minuto, el Alavés empezó a hacerse fuerte en el centro del campo y poco a poco se fue acercando con peligro al área rival. Salcedo, de gran disparo de falta desde el borde del área, abasteció de renovadas esperanzas a sus compañeros en el minuto 20.

Ahora bien, daba la impresión que en el encuentro no se jugaban nada en el envite ambos contendientes (los veía muy relajados, sin demasiada tensión). Por no haber no hubo ni tarjetas. Pero desde el comienzo de la segunda parte ya se vislumbraba que las cosas iban a discurrir de otra manera. Y es que el Alavés ya comenzaba a defender su ventaja más cerca de su portero y las ocasiones del rival se fueron sucediendo una tras otra. Y así, como no podía ser de otro modo, llegó el gol de los locales. A continuación, ni el recuerdo de que el empate no servía de mucho les hizo mirar hacia adelante y terminaron defendiendo el empate pues les daba la posibilidad de seguir manteniendo con vida la llama de la esperanza.

Pese a los esfuerzos desplegados para acercarse al propietario del cuarto puesto, esto no fue posible, una vez más, por la escasa aportación futbolística de quienes estaban llamados a dar el salto de categoría. La pena es que da la impresión de que el conjunto alavesista dejó escapar un buena oportunidad de sumar los tres puntos y se tuvo que conformar con uno que no sirve para avanzar hacia el play off. Solo para seguir respirando con ayuda? de la ciencia matemática. De qué sirve estar pendiente en qué hace o deja de hacer el Amorebieta si somos incapaces de hacer nuestra labor.