León. El sábado por la noche, más de las 10.00 y después del masaje tras un día largo y rentable en La Farrapona, donde atacó y ninguno de los favoritos pudo seguir su zancada brutal, Juanjo Cobo vacilaba desde la ventana de la habitación de su masajista Paco Lluna, vaya usted a saber haciendo qué, a los auxiliares del equipo que estaban en la calle, de tertulia alrededor del autobús. Ese chispazo de distensión absoluta cuando la Vuelta estaba en su momento de máxima tensión, el día antes del Angliru, es la prueba más evidente, dicen los que le conocen, de que el cántabro disfruta como le dijo Matxín del extraordinario momento deportivo que atraviesa. Sin presión, su criptonita, motivado y confiado, Cobo, un caballaje descomunal, debe ser algo así como imparable. Si eso fuera así, la Vuelta estaría, a falta de seis etapas, una de ellas con final en Peña Cabarga y otras dos en Bilbao y Gasteiz, en las piernas de El Bisonte de la Pesa, que hace tres meses quiso dejar la bicicleta para poner fin a año y medio de depresión y sufrimiento.
¿Sorprendido por su rendimiento?
Sorprendido entre comillas porque otras veces ya había demostrado este nivel. Lo que pasa es que ahora estoy disfrutando del ciclismo. Vengo de pasar unos momentos muy malos. Hace unos meses estaba decidido a dejar la bicicleta y fíjate cómo ha cambiado todo. Quiero olvidarme de todos esos meses de angustia, pero también valorar lo que he sufrido y que eso me ayude a estar tranquilo.
¿Qué piensa cuando mira para atrás?
Me doy cuenta de todo el tiempo que he perdido, que ha sido año y medio. El año pasado tuve una gran oportunidad corriendo en un gran equipo -Caisse d'Epargne- y no la supe aprovechar. Entré en una pequeña depresión debido a la presión que yo mismo me metí porque ellos, igual que Matxín, nunca me apretaron para que tuviese resultados. Eso es cosa mía. Y es lo que me ha llevado a ese bajón anímico.
Dice usted que la bicicleta es su profesión y no su pasión, ¿tanto le hace sufrir el ciclismo?
Me cuesta. He tenido otras épocas para disfrutar. Cuando era niño lo hacía. Andaba con los amigos, salía a entrenar, iba a las carreras… No tenía presión porque aquello era un juego. Si me tenía que retirar me retiraba y si estaba bien ganaba. Había de todo. Ahora es distinto. Tienes que cumplir unos objetivos. Eso significa presión. Por eso lo considero un trabajo. Al final, el que está en la fábrica tiene que hacer 8.000 piezas al día y yo, en cambio, intentar ganar tantas carreras. Si me he decido por la bici es porque me gusta, pero no al nivel de dejarme la vida por ello. No es mi pasión porque si me quedo sin ello no me moriría. Podría trabajar en otra cosa.
¿Le cuesta entrenar, prepararse, sacrificarse, cuidarse…?
Me gusta poco, pero debo hacerlo. El problema es la presión que yo me meto porque pienso que la gente espera mucho de mí. El no poder responder a esas expectativas es lo que hace que me agobie y me cueste entrenar, cuidarme…
El día que le dijo a Matxín que colgaba la bicicleta ¿cómo se sintió?
Lo medité mucho. No es fácil decidir dejar algo que has estado haciendo durante tanto tiempo. Pero cuando lo sueltas todo… ¡buff! Hablar de ello con Matxín fue una liberación. Me quedé mucho más tranquilo. Tener todo eso dentro no me sentaba bien.
¿Tenía pensado qué iba a hacer?
No, no lo había pensado. Bastante tenía con pensar qué hacía con la bicicleta.
¿Qué trascendencia tiene Matxín en su vida?
Si estoy aquí es por él. Él me dio la oportunidad de pasar a profesionales cuando ningún otro me llamó, pese a que mi palmarés era bueno (Vuelta a Bidasoa y Campeonato de España de Crono entre otras victorias). Por eso, siempre he tenido con él esa confianza que quizás me haya faltado con otra gente. Cuando hace unos meses decidí dejar la bicicleta, por ejemplo, fue al único que se lo comenté. No lo dije ni en casa ni en ningún otro lado. Quería saber qué pensaba. Y fue él quien me animó a seguir, pero me dijo que lo hiciera olvidándome de los objetivos.
En 2010 se fue al Caisse d'Epargne y se separó de él, ¿por qué?
Tenía la oportunidad de correr en uno de los mejores equipos del mundo cuando lo que Matxín me ofrecía era el proyecto de Footon, que no era como en los buenos años de Saunier Duval. Pensé en lo deportivo. Mucha gente puede pensar que fue una cuestión económica, pero en realidad me fui perdiendo dinero. Me daban más dinero en Footon. Yo pensé que me iba a venir mejor correr en un gran equipo. Mira, perdí dinero y encima me equivoqué.
¿Cuál ha sido su peor momento?
El año y medio del que hablo. Desde que fiché por Caisse d'Epargne hasta mitad de esta temporada. Estaba destrozado.
¿Y el mejor?
En la Vuelta al País Vasco que gané. Físicamente estaba bien, era joven… Lo disfruté mucho. Ahora también es un gran momento. Lo disfruto por lo mal que lo he pasado. Físicamente estoy bien, pero anímicamente puede que esté mejor que nunca.
¿Es consciente de que si gana la Vuelta a España puede cambiar gran parte de su vida?
Cuando gané la Vuelta al País Vasco (en 2007), pensaba que iba a pasarme eso, que todo iba a cambiar, pero los dos años siguientes fueron de altos y bajos. Unas veces ganaba y otras no andaba bien. Luego vino este año y medio malo. Tampoco me quiero engañar y si gano la Vuelta no sé si va a ocurrir el cambio para que consiga mantener el mismo nivel que tengo ahora durante todos los años que me quedan de ciclismo. Ojalá, pero no lo sé.
¿Se ve a tiempo de recuperar ese año y medio perdido?
Si tengo otros dos años como los que he pasado creo que se me acabará esto. Pero tengo 30 años y si todo va bien puede que pueda seguir unos cinco más. Evans ha ganado el Tour con 34 años, mucha experiencia y resistencia. Yo espero estar unos cuantos años con los mejores.
¿Ahora que está tan bien, se fija techo?
Ya me estás presionando. Déjame hacer la etapa de mañana. A ver si ahora me voy a bloquear.
Tiene a su lado a Menchov y a Sastre, que saben bien de qué va esto. ¿Qué le dicen?
Que esté tranquilo. Que piense que cada día es un mundo y que no le dé vueltas. Que no me obsesione.
También tiene a De la Fuente.
¡Buff! Lo que hizo David el otro día fue increíble. Dejó de luchar por ganar una etapa en una grande, que es lo que lleva buscando tantos años, por ayudarme. Lo pensé en frío y me jodió mucho por él.
Ahora es líder y favorito en la Vuelta, ¿cómo gestiona esa presión?
Intentando no tenerla. No quiero presionarme. Las conclusiones que he sacado de ese año y medio tan duro es esta. Quiero relajarme y que salga la carrera como tenga que salir. No es fácil pero en lo que pienso es en que ya he hecho una buena carrera, mejor de lo que podía imaginarme, y que si tengo que perder la Vuelta será porque la tengo que perder. Lo que no quiero es presionarme y perder la Vuelta porque yo me bloquee. Prefiero que me la quiten porque han sido mejores que yo.
¿Se la pueden quitar?
Espero que no, pero claro que puede pasar. Las etapas son difíciles, los rivales son fuertes y me atacarán… Puede pasar de todo.
Si está usted como en el Angliru…
Pero eso ya pasó. Yo tenía claro que este fin de semana era clave en la Vuelta. También que lo iba a intentar, que cada gramo de fuerza que tuviese lo iba a gastar. Así lo hice en La Farrapona pero no fue mi mejor día. En el Angliru sabía que podía hacer más daño porque las sensaciones eran muy, muy buenas.
El Angliru no lo conocía.
No, no tuve tiempo de ir a verlo. Tenía dos meses pero estaba algo gordo y necesitaba hacer entrenamientos largos, de mucho desgaste, para bajar peso.
Se juega la Vuelta, fundamentalmente, en Peña Cabarga. Eso sí que lo conocerá bien.
Lo subí, andando y hasta la mitad, cuando llegó la Vuelta el año pasado, el día de la caída de Antón. Fui con los amigos. A dos kilómetros y medio hay un bar y nos paramos allí a tomar una cerveza.