LA COVATILLA. "La etapa reina es la de Salamanca", dijo el líder Joaquim Rodríguez antes de que la Vuelta echase a rodar en Benidorm. Una etapa reina horizontal, plana como una mesa, una crono larguísima, 47 kilómetros, medida de Tour, que establece las primeras grandes diferencias entre los favoritos a ganar la Vuelta tras una semana de media montaña, de repechos tremendos como los de Valdepeñas de Jaén y El Escorial y subidas tibias como, sobre todo, la de Sierra Nevada y, ayer, La Covatilla.
La de Salamanca es a los rodadores lo que El Angliru a los escaladores. Su vergel. En Salamanca ganó Abraham Olano, que ahora diseña los recorridos de Vueltas que no le irían a sus condiciones, pues son duras, montañosas, para escaladores, dos cronos. Una en 1995, cuando luchaba con Jalabert por el amarillo, y la otra en 1999, ante Ullrich. Abraham, que en principio ideó una crono de 40 kilómetros que luego creció por algunos problemas de tráfico, pronostica unas diferencias abismales entre los aspirantes a la Vuelta.
El abanico se intuye tan amplio que hay quien habla de hasta cuatro y cinco minutos de diferencia entre los más rápidos y potentes y los menos poderosos, los ciclistas de papel, ligeros y frágiles como plumas contra el viento. Entre los primeros está Bradley Wiggins, el campeón británico de contrarreloj, el aspirante al podio del pasado Tour que clavó la clavícula contra el asfalto francés en aquella primera semana de histeria y esa misma noche, en la habitación del hospital, se conjuró para preparar la Vuelta como si fuera el Tour. Para adaptarse al calor español que ha vaciado los organismos de tantos en estas primeras etapas, Wiggins metió en el trastero de su casa inglesa cinco calefactores y un humificador. En ese invernadero entrenó pensando en ser un aspirante a la Vuelta. Pensando, también, en la crono de hoy como un ensayo excepcional de cara al Campeonato del Mundo de Copenhague. Su rival dentro de unas semanas en Dinamarca también lo es hoy en Salamanca. Entre Fabian Cancellara y Wiggins andará el ganador de la etapa.
Para Wiggins, por debajo del radar en lo que va de Vuelta, oculto y anónimo hasta ayer en La Covatilla, donde estuvo tremendo, puede ser una catapulta hacia el podio o, por qué no, la Vuelta. La misma idea maneja Denis Menchov, rezagado el día de Totana y correcto después, cuyas opciones en la general pasan por distanciar, cuanto más mejor, a los escaladores. Janez Brajkovic y Jurgen Van den Broeck, otros de los que salieron del Tour con alguna fractura, también conocerán hoy dónde están y a dónde pueden llegar. Nibali o Cobo, notables ayer, buscan también su sitio en la Vuelta. El líder Mollema no cuenta con regalar el maillot rojo. "Pero con Wiggins ahí, tan cerca, a un minuto? Seguro que será difícil resistir", dijo. Entre los débiles, los que luchan hoy por la subsistencia, Joaquim Rodríguez, 55 kilos de peso, que el año pasado en la crono de Peñafiel ya se dejó la vida y la Vuelta.
etapa 10lunes, 29 de agosto