con el 17-10 a favor de Aimar Olaizola, parecía que el partido estaba roto, completamente roto, pero no fue así. Yves Xala comenzó a arriesgar de manera espectacular, sin reparar en nada, le salió todo perfecto y se llevó la txapela hasta Lekuine. A mi hermano le costó cruzar la pelota con el material que sacó el delantero lekuindarra y, a Xala, si no le quitas la volea de zurda, hace mucho daño a sus rivales. Y así ocurrió. Con una capacidad innata heredada de su pasado trinketista, el delantero de Iparralde aprovechó sus capacidades de aire para maniatar a Aimar en una reacción final que acabó por darle la txapela.
No creo que la clave del partido de ayer estuviera en el cambio de saque de Xala, porque desde el inicio ya puso en algún problema a mi hermano con él. A pesar de que empezó a sacar desde el txoko, Aimar restó muy bien. Aimar, que tiene mucha capacidad, no dejó que la pelota cayera y reventó el cuero de aire. Lo que pasa es que Xala hizo remates perfectos desde el cuadro cuatro y, cuando a uno le salen las cosas tan bien, con tanta fortuna y el punto de mira tan afinado, al adversario le cuesta jugar. Y Aimar no pudo responder a los ataques de Xala, porque este tenía todo de su lado, menos el resultado del choque. Pienso que la clave estuvo en que mi hermano no pudo cruzar la pelota en la segunda parte del partido y Xala lo tuvo algo más fácil para hacer daño con la volea y rematar, porque en el inicio, Aimar sí que pudo concretar este recurso y puso contra las cuerdas al de Iparralde. Incluso, amasó Olaizola una renta de siete tantos, que parecía resolver el encuentro.
En cuanto al partido, resultó buenísimo para el espectador. Fue espectacular. Y en cuanto a Aimar, fue una pena que no ganara, pero es un éxito para él el haber ganado el Parejas y haber jugado la final del mano a mano después de estar ocho meses lesionado y con tantas dudas.