jamás un país de la Europa del Este había sido escogido para organizar un Mundial. La FIFA, en su continuo movimiento hacia la conquista de todo el planeta, en su pelea por imponer el fútbol en todo el mundo, acabó ayer con esta deuda histórica. Otro país europeo, pero en este caso el primero del antiguo bloque comunista, se encargará de organizar el Mundial de 2018. Y queda mucho trabajo por hacer para que el gigante ruso pueda cumplir con los plazos.

La delegación rusa, liderada por el viceprimer ministro, Igor Shuvalov, ante la ausencia de Vladimir Putin -que anunció su intención de viajar a Zúrich para agradecer la confianza de la FIFA-, el director de candidatura, Alexei Sorokin, y la atleta Yelena Isinbayeva estalló de júbilo al conocer la noticia. A la misma hora, minutos antes de las cinco de la tarde, Moscú, la ciudad de los atascos, un inmenso caos, se convirtió en un mar de bocinazos, de toques de claxon, procedente de las obstruidas arterias de esta urbe.

A pesar de que el informe técnico no era muy favorable, e incluso era el que presentaba más "riesgos", en comparación con los de España y Portugal e Inglaterra, en las últimas horas la candidatura fue convirtiédose en favorita en las quinielas y acabó llevándose el voto mayoritario. "Nos han elegido para organizar la Copa Mundial de 2018 y les puedo prometer que no lo lamentarán. Hagamos historia todos juntos", confió Shuvalov, cuyo país organizará también los Juegos de Invierno en Sochi 2014.

De esta forma, Rusia tomará el relevo de Brasil 2014, con lo que el Mundial llegará a la Europa más oriental, en una apuesta similar a la que adoptó la UEFA hace unos años, ya que la Eurocopa de 2012 será en Polonia y Ucrania, un motivo para seguir ampliando fronteras. La pujanza económica y la fiel promesa de cumplir con las exigencias de la FIFA ha hecho a los miembros del Ejecutivo decantarse por este proyecto que actualmente es más una ilusión que una realidad, ya que la necesidad de mejora de las infraestructuras resulta hoy por hoy primordial.

De hecho, de los 16 estadios que propone la candidatura, 13 deben construirlos y tres renovarlos, lo que le convertía en la que más debía invertir en este aspecto. De hecho, según la perspectiva, la inversión en los estadios será de casi 4.000 millones de dólares, aunque se pondrían a disposición de los aficionados 3,1 millones de entradas.

Además, las mayores preocupaciones de la FIFA estaban en las infraestruturas de transporte, sobre todo dada la gran extensión del país y porque la red de alta velocidad es limitada y sólo uniría a seis de las trece ciudades anfitrionas, lo que podría provocar problemas en los desplazamientos.

Para el organismo, esta situación trasladaría mucho peso al tráfico aéreo, lo que causaría desafíos en los traslados, algo que se consideró un riesgo "alto", sin olvidar los problemas por la diferencia horaria con el resto de Europa, que además varía por zona. El miedo a los problemas de discriminación y la exigencia de que se garantice la seguridad son otros dos aspectos que Rusia tiene que mejorar en estos ocho años que le quedan por delante.