Se dice que las grandes estrellas del deporte comparten un gen único que los diferencia en carácter del resto de los mortales. Los verdaderos ganadores poseen una ambición sin límite, más allá de cuál sea la disciplina en la que compiten. A Allen Iverson, de hecho, le daba igual incluso la forma que tuviera el balón. Ha tenido la palabra victoria tatuada entre ceja y ceja desde la adolescencia, cuando condujo a su equipo de fútbol americano desde el puesto de quarterback al campeonato estatal de Virginia, hasta que dinamitó todos los pronósticos y se convirtió, pese a sus poco más de 180 centímetros, en uno de los anotadores más compulsivos de la historia de la NBA. Ahora, con 35 años, aburrido y seguramente desmotivado, The Answer trata de ofrecer una última pincelada de su clase al otro lado del Atlántico, en el Besiktas turco con el que esta tarde debuta en la Eurocup ante el Hemofarm de Milan Macvan.

Sólo tres leyendas vivas del baloncesto como Michael Jordan, Wilt Chamberlain y Lebron James han superado en promedio anotador durante sus carreras a este menudo escolta, capaz de liderar a los 76ers a la final de la NBA en 2001, de alzarse con el MVP de la liga americana y de protagonizar uno de los aterrizajes más alucinantes que cualquier rookie ha tenido nunca en el baloncesto estadounidense. Pero todo eso suena a pasado. Porque el Iverson que llega a Estambul para alistarse en el Besiktas se asemeja mucho más al díscolo jugador que salió por la puerta de atrás de los dos últimos equipos que se atrevieron a concederle una oportunidad de sacar a relucir su clase.

Una vez atrás su etapa gloriosa en Philadelphia y su discreto paso por unos Nuggets donde nunca se sintió cómodo, el principio del fin llegó a finales de 2008, cuando recaló en Detroit. Incapaz de asumir un papel de suplente, apenas aguantó unos meses. Los Pistons hicieron público un comunicado en el que aludían a motivos médicos para justificar su baja para el final de la fase regular y los playoffs. En realidad, Iverson no pudo soportar su rol secundario. Su gen ganador se lo impedía. Y volvió a quedar patente en los Grizzlies.

Relegado al banquillo por la presencia de dos jóvenes talentos como O.J. Mayo y Rudy Gay, The Answer apenas disputó tres partidos en el arranque de la pasada campaña. Antes, una oportuna lesión le libró de realizar la pretemporada y le ahorró muchos entrenamientos, lo que generó numerosas suspicacias. A Iverson, en realidad, nunca le gustó mucho entrenar. En su época gloriosa, cuando lideró en anotación la NBA durante cuatro temporadas, sus peleas, alguna pública, con el espartano Larry Brown, entrenador de Philadelphia, se hicieron célebres.

La incógnita reside en saber si el tipo que la pasada semana fue aclamado por cientos de seguidores en una multitudinaria presentación encaja únicamente en el perfil de jugador conflictivo con el que ha convivido o si todavía conserva parte de la magia que le abrió las puertas de la eternidad.

Él tiene la respuesta. Habrá que ver si a estas alturas de su carrera el técnico del equipo turco, Burak Biyiktay, está capacitado para rescatarlo de la apatía. Los dos millones de euros por cada una de las dos temporadas que jugará en Turquía parecen un jugoso incentivo.