Alemania se presenta en Sudáfrica con un patrón alejado de sus líneas maestras tradicionales y pese a ello sigue en la terna de aspirantes a levantar la Copa de campeón. Hay cosas que no cambian, que van en el ADN particular y una de ellas es que, juegue como juegue, lleve a los jugadores que lleve, una selección germana siempre es digna de tener en cuenta. "No somos típicamente alemanes. Tenemos más jugadores que van mucho mejor en el uno contra uno y técnicamente somos más fuertes. Éste es el mejor equipo en el que he jugado, el de mayor calidad", advierte Philipp Lahm, lateral del Bayern Munich, encantado con el soplo de aire fresco que han aportado a la selección los jóvenes valores como Sami Khedira, Mesut Oezil, Thomas Müller, Toni Kroos, Holger Badstuber o Marko Marin, formando de esta manera el grupo humano más joven que Alemania presenta en un Mundial desde la cita de 1934.
Será Joachim Low el que tendrá que componer el puzzle para aprovechar las virtudes de esta generación y conjuntarla con la vieja guardia para alcanzar las eliminatorias en un grupo en el que tiene todo a su favor para terminar en primera posición. Su primer rival será hoy Australia, una selección que tiene su principal virtud en su fútbol coral y en la puntual inspiración de Tim Cahill, su activo más poderoso. Si el hábil jugador del Everton consigue conectar con Harry Kewell, los de Pim Verbeek podrían tener alguna mínima opción. No hay que olvidar que los aussies ya pasaron la primera ronda en el último Mundial y que Italia, posterior campeona, tuvo que sufrir hasta el último minuto para acabar con su resistencia.