TODO iba demasiado bien. Alfredo amaneció el martes de asustar. Todo lleno de granos. Parece ser que es una alergia y que no hay que preocuparse mucho. A él le tienen lógicamente comida la moral y a los demás de paso también. Los días pasan aquí sin hacer nada y lo difícil es mantener el muelle permanentemente tenso para cuando toque volver a actuar y darlo todo, no aflojarse. El miércoles Alfredo seguía mal y lleva dos días soplando un viento horroroso que hace imposible dormir. Me china bastante.
Por otra parte el miércoles tuvimos la puja, curiosa ceremonia en la que un lama busca la bendición de la montaña, o de los dioses que quizás sea lo mismo. Me recuerda al día de muertos en México. Mientras recita su interminable letanía el lama arroja comida (arroz, chocolatinas) y bebida (té, whisky, cerveza). Mientras, los sherpas levantan las banderas de oración. Finalmente todos nos comemos y bebemos lo que hay, incluido el whisky. Nos cuelgan una protección al cuello y ponemos lo que queremos que nos bendigan. Yo pongo las botas, que son las que me han de llevar hasta donde llegue y proteger mis deditos. Todo ello dura unas dos horas. Espero que nos proteja, porque con el viento que hacía casi nos mata de frío.
¿Pero cuándo empezó este viento que parece que nos acompaña desde siempre? La tienda en la que duermo en el CBA amaneció ayer con un par de desgarrones en el doble techo. ¿Cómo estará la tienda del C1? Confiemos en que la dejamos atada por arriba con bien de cuerda.
Las situaciones cambian constantemente, como si también las moviera el viento. Alfredo se encuentra mejor, que no bien, y decide que prefiere quedarse un par de días a descansar aquí, en el Campo Base Avanzado, antes que bajar al Campo Base Chino y tener que volver a subir. Los alemanes que también iban a subir a dormir al C1 y que sin duda eran un apoyo para mí deciden, tras mucho dudar, no subir por el viento. Así que yo también decido quedarme. Seguramente mañana -por hoy- subiremos todos a dormir al C1, si no nos da otra ventolera.
Mientras, se acumulan los días de inactividad, en los que el reto es superar la miseria del día a día. ¿Cómo explicárselo a alguien que te dice que el Everest es fácil porque hay una cuerda fija desde abajo hasta arriba? Ir al baño aquí supone ponerte ropa por la ventisca que hay fuera, salir reptando de la tienda -lo que te deja jadeando- y andar diez metros por una pedrera inestable en la que tienes que mirar dónde pisas. Agacharte en la letrina inmunda te deja de nuevo sin respiración, ésta vez por doble motivo. Te vistes, te metes en la tienda de nuevo reptando y tienes la respiración como si acabaras de correr unas series. ¿Fácil pasar una semana aquí?
A quienes me preguntan si es más duro correr un maratón o subir un 8.000, comentarles que la cena se sirve todos los días a los 0 grados de la tienda comedor. Que nunca tomas una taza de té entera porque, después de unos sorbos, el final siempre se queda helado. Que en la tienda donde duermes la temperatura a la noche es de -10 grados. Esto no va de escalar 8º grado. Esto no va de ser un súper deportista. Esto va de tener una fortaleza mental extraordinaria, sólo para superar los "días de descanso".