Tres lustros peleando en el profesionalismo de la mano, quince años desgastando sus pantalones blancos en las canchas de cientos de frontones, no son suficientes para desgastar el amor de Imanol Agirre por la pelota. Las manos del pelotari de Artea han conseguido mantenerse enteras. Sobreviven a la pelea eterna contra la pared verde que les devuelve una y otra vez la pelota. Debajo de los tacos la piel le arde, palpita pidiendo más: "Imanol no pares. ¡Dale otra vez!". Agirre quiere satisfacer el deseo de sus manos, pero para ello debe encontrar acomodo en una nueva empresa. El anuncio de Asegarce de no renovar su contrato deja a Imanol Agirre en el limbo de los pelotaris. Con 35 años debe buscar un nuevo proyecto a su medida, un viaje que sirva para despertar la motivación y que a la vez silencie los gritos suplicantes de sus manos.

"La decisión de la empresa no me ha sorprendido", explica Imanol, "el año pasado estábamos en la misma situación y, en aquel entonces, Asegarce decidió darme un año más. Esta vez han decidido que no siga". El pelotari vizcaíno habla con naturalidad de la situación que le toca vivir: "No ha habido ningún tipo de negociación, ha sido una decisión tomada unilateralmente por la empresa". La medida adoptada por la empresa bilbaina encaja en la política que sigue en los últimos tiempos de reducir en lo posible su plantilla. Parece que la crisis también afecta al mundo pelotazale.

El tiempo ha convertido a Imanol Agirre en un pelotari reposado, de carácter reflexivo, y eso ha servido para que asuma y afronte este nuevo estatus con calma. "He encajado la noticia perfectamente, no es algo de lo que te alegres, pero lo he asumido bien", apunta. Para el veterano pelotari, la clave de esta situación puede estar en su manera de enfocar las últimas temporadas. Como él explica, sólo se ha sentido motivado para entrenar y disputar los partidos mano a mano, una modalidad en la que ha conseguido labrarse un nombre. "Jugar a parejas no me motiva y, si lo que estás haciendo no despierta tu interés, es difícil que lo hagas bien".

Imanol Agirre debutó como profesional en 1995, después de triunfar y proclamarse campeón manomanista del Mundial de Francia en 1994. No tardaría en conseguir un título más, ya que en su primer año en la elite se llevó a casa la txapela del Parejas de Segunda. Quince años después, Imanol está satisfecho con su andadura por el profesionalismo: "En el mundo de la pelota de hoy en día es muy difícil mantenerse quince años como profesional, no me puedo quejar". Pero aún así, por su adentros, le recorre una sensación incómoda, un escalofrío que habla en subjuntivo: "No me siento infravalorado por la empresa pero, al mirar atrás, sí que piensas que si en algunos momentos determinados te hubiesen ayudado podrías haber llegado más arriba. También creo que es una sensación que, en general, tienen todos los pelotaris".

Las campanadas de Nochevieja marcarán un nuevo punto de inflexión en la carrera de Agirre. Será el momento exacto en que cause baja en las filas de Asegarce. El 1 de enero comienza una nueva vida, un camino que ni siquiera él conoce a dónde le llevará. No está dispuesto a retirarse todavía, no quiere quitarse definitivamente los tacos, pero reconoce que es una opción factible. "Físicamente estoy bien todavía para seguir jugando y las manos no me dan problemas. Por mucho que quieras seguir en los frontones, si las manos o el cuerpo te dan problemas y sufres, no tienes nada que hacer". Pero ese no es el caso de Agirre. Sus manos le piden más... y el corazón también. "Jugar a pelota es algo que me gusta y quiero estar todavía en los frontones", sentencia.

Pero en el interior de Imanol hay un hueco oscuro. Una cavidad en la que antes ardía el combustible que hace moverse a los deportistas: necesita motivación. "Estoy mirando cómo está el panorama en busca de algún proyecto que me motive y que me guste. Ya ha habido algún contacto con alguna empresa, pero habrá que esperar para ver qué puede surgir", explica el de Artea. Imanol Agirre busca una chispa, una brizna de fuego que vuelva a prender esa llama que le hace carburar. Cree que la pelota puede darle algo y, por supuesto, que él puede aportar mucho en los frontones. Todavía queda Imanol Agirre, todavía siente la obligación de hacer caso a sus manos, ésas que, aun estando doloridas, siguen suplicando que las estrellen contra el cuero. Imanol no las defraudará, seguirá alimentando la llama.