La próxima parada viene marcada por Los siete maridos de Evelyn Hugo, de Taylor Jenkins Reid. En torno a este título, el club de lectura de literatura romántica de la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa volverá a reunirse el 10 de abril. La puerta está abierta para toda aquella persona que se quiera sumar. Es verdad que este encuentro tendría que haberse producido un poco más tarde, pero la coincidencia con los días festivos y de vacaciones que vienen en tierras alavesas, ha obligado a modificar el calendario. A quienes asisten, la verdad, no les importa. Entre su última reunión y la siguiente solo van a pasar un par de semanas. Tiempo suficiente para quienes leen al año entre 20 y 50 títulos, más allá de que no siempre sean del mismo género.

Son lectoras voraces. Sin duda. Y fieles a la propuesta que coordina la escritora vitoriana Marta Lobo. Con todo, dependiendo de los libros y del momento, siempre se apuntan más personas, aunque sea de manera puntual. También ellos, por cierto. Pero lo cierto es que Maitane Arregi, Maitane Peciña, Nerea Ruiz, Leyre Rivera, Leire Ibáñez de Gauna, María Palacio y María Belén de Luna han encontrado aquí un foro propicio y cercano. “Hay un ambiente muy bueno, bastante familiar”, describen.

Asomarse a otros títulos

Más allá de tópicos, lo cierto es que la novela romántica –el segundo género literario en ventas– abarca más de lo que algunos piensan. Entre estas paredes, además, en ocasiones se traspasa las supuestas fronteras que marcan las etiquetas para asomarse a libros que bordean otros caminos. Leer primero y luego encontrarse para comentar y compartir. Ahí está la clave y el disfrute.

“Hay un ambiente muy bueno, bastante familiar” apuntan quienes de manera regular acuden a un club con las puertas abiertas

Entre sus manos caen publicaciones de otros tipos, pero de la novela romántica destacan que “te permite soñar”. Además, como apunta Ibáñez de Gauna, “en una novela negra, es complicado que tú vivas lo que es un asesinato, pero estas son historias con las que te puedes sentir más identificadas”. 

Además, como remarca Peciña, “generalmente son libros ágiles de leer. Te metes muy rápido en las historias y te enganchan. Eso hace que te apetezca más leerlos”, asomarse a argumentos que, en muchos casos, cuentan con “personajes entrañables, con los que conectas de manera sencilla. Y te puedes sentir identificado. Ves problemas cotidianos”.

Hay, en el caos de quienes asisten de manera regular al club, dos cuestiones que también están claras. En primer lugar, que nunca se ponen de acuerdo por completo a la hora de valorar en su conjunto un libro. Ni siquiera pasó con Mi karma y yo, de Marian Keyes. El rechazo fue mayoritario, pero para nada total. Al contrario, hubo alguien al que le encantó, recuerdan entre risas.

En segundo lugar, lo que sí suelen compartir con muchas de las obras es que “siempre nos falta algo, un capítulo más, un desarrollo mayor de la historia de un personaje, un epílogo... Siempre nos faltan páginas en los libros”, comenta Lobo. Ella, desde que el club se puso en marcha el año pasado, se encarga de dirigir una propuesta que ya está en su segunda edición. Ella propone los títulos que se van a ir leyendo a lo largo de la temporada. Eso sí, el día que toca reunirse, “empiezo preguntando ¿qué os ha parecido? y a partir de ahí, se autodeterminan”

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A lo largo de este segundo curso, el club se ha ido asomando a obras de fantasía romántica, a títulos de corte juvenil, a... Se busca la variedad de propuestas, también de miradas. “Una de las mejores cosas es cada una aporta, que ve cosas que otras no y las comparte”, estableciendo una relación que siempre suma. Bueno, aunque hay coincidencias absolutas en la lectura. Por ejemplo, en Como agua para chocolate, “coincidimos todas en que odiamos a la madre desde el principio”.

“Se categoriza como literatura de mujeres y todo lo que tiene que ver con mujeres no tiene el mismo nivel, se infravalora”

Por supuesto, no son ajenas a los prejuicios que suelen rodear a la literatura romántica, a la que muchos –también entre la crítica y los medios de comunicación– miran por encima del hombro. Una de las cosas que se suele decir es que todas las historias son iguales. “Igual que se dice de la novela negra. Siempre hay alguien que dice lo mismo, da igual el género”.

A eso se une que “se categoriza como literatura de mujeres y todo lo que tiene que ver con mujeres no tiene el mismo nivel, se infravalora”, señala Peciña y comparten quienes la rodean. Incluso al género se le piden cuentas por sus ventas. “Como vende mucho, ya es mala literatura”.

La autora gasteiztarra junto a varias de las personas que asisten de manera regular al club de lectura nacido el año pasado. DNA

Pero más allá de ideas simples y preconcebidas, de prejuicios sin fundamento ni base, ellas comparten aquí un género que atrapa y engancha. Que se lo digan a Arregi. Asistió a la primera sesión cuando el club se formó el año pasado. “Me animé y me gustó mucho, así que he venido a todas las sesiones”. Y las que quedan, claro. Hay mucha literatura por descubrir y compartir.