Es hablando de Gasteiz como se inicia el libro. Es mirando a Legutio como termina. Entre medio, un largo viaje temporal, geográfico y vital a través de la Guerra Civil española en tierras vascas. Es la propuesta que, a través de la editorial alavesa Sans Soleil, realiza Josu Santamarina Otaola en “un libro para un público amplio, que puede llegar a todo el mundo”, como dice su autor. Lo cierto es que Euzkadi en ruinas. Arqueología de la Guerra Civil en el País Vasco (1936-1948) ya es una realidad palpable.

Años de trabajo e investigación –que también cristalizaron en su momento en una tesis doctoral– sustentan una publicación que cuenta con el apoyo de Gogora y que se basa en los restos arqueológicos del conflicto, un enfoque totalmente novedoso que llega antes de que en 2026 se produzca el 90 aniversario del golpe y lo que conllevó

Desde una cuchara

“Cualquiera que lea este libro puede enterarse de lo que ocurrió en el País Vasco y puede acceder a tres procesos que tuvieron lugar en ese momento: la destrucción de la República; la creación de un efímero proyecto autonómico vasco; y la implantación de la dictadura franquista. Son tres periodos muy potentes a los que llegamos a través de objetos que pueden ser una cuchara, una caja de munición, restos de un uniforme, refugios antiaéreos, fosas, impactos de metralla en fachadas de edificios…”, describe el autor nacido en Legutio.

“Es un pasado que sigue estando candente, que se sigue intentando manipular porque es uno de los hechos fundacionales del presente”

Tanto esta localidad como otras poblaciones y localizaciones del territorio tienen un peso específico en esta obra, por cierto. Aunque algunos digan lo contrario, “en Álava sí hubo guerra”. De hecho, en la sociedad actual siguen siendo habituales, incluso cada vez más, discursos que o quieren acallar o diluir o incluso negar o desvirtuar un pasado que sigue siendo presente. “Este libro puede ayudar a reconocer la Guerra Civil en nuestros escenarios cotidianos”, en muchos lugares que están ahí al lado y que no solo fueron escenarios del conflicto, sino que guardan huellas de él.

La guerra no terminó en el 39

La búsqueda de objetos, lugares y materiales es infinita. Pero es en ese proceso en el que se basa esta propuesta. “A estos objetos hay que hacerlos hablar”, también por una cuestión evidente. El tiempo pasa y los testimonios directos de quienes estuvieron en esos años van desapareciendo. En 2026, como dice el experto, “habrá actos por el 90 aniversario pero casi no habrá supervivientes presentes”, dice al tiempo que recuerda que el año pasado murió Mateo Balbuena, el último gudari. “Ya no hay muchos testimonios vivos y cuando los ha habido, tampoco se les ha prestado mucho caso por aquello del pacto del olvido”. 

El arqueólogo, profesor y escritor de Legutio junto a dos ejemplares del libro publicado por la editorial alavesa Sans Soleil. DNA

En este campo, “este libro rompe con algunos moldes narrativos clásicos de la Guerra Civil: por ejemplo, con la idea de que la guerra finalizó en el 39. No terminó la guerra. No vino la paz, sino la victoria, que fue también un ejercicio de violencia enorme”. Por eso la publicación llega hasta 1948, haciendo referencia a “esa guerra larga” que “fue el proceso de implantación de la dictadura”.

“En el libro hay una voluntad de mostrar que hay una cantidad de restos enorme, en particular en Álava, que habría que proteger”

Así, se empieza el camino en el verano del 36, en esa “guerra de columnas” un tanto “arcaica”; después se sigue por más de medio año del “gran frente de guerra”, de una frontera “de facto entre la Euskadi republicana y la España franquista” en la que “hemos identificado más de 200 posiciones de guerra que tienen restos todavía”, con especial presencia de las tierras alavesas.

De ahí se pasa a la denominada “guerra relámpago”, en la que “Euskadi se convierte en una especie de laboratorio de la II Guerra Mundial”, La senda se cierra la “guerra de sometimiento y castigo”, llegando el final oficial en el 39 pero también esos años posteriores de “la reconstrucción como elemento de imposición de un discurso: ayuntamientos, iglesias y cuarteles, es decir, Estado, religión y violencia”.

Cuidar el patrimonio

Ante las huellas que de ese ayer quedan en este hoy, el proyecto de este libro también tiene que ver con la necesidad de “identificar un patrimonio arqueológico que no se ha considerado como tal”, salvo por parte de algunas asociaciones locales y etnográficas. Así, en esta publicación “hay una voluntad de mostrar que hay una cantidad de restos enorme, en particular en Álava, que habría que proteger”.

Dice David Lowenthal que el pasado es un país extraño. “Este es un pasado que sigue estando candente, que se sigue intentando manipular o silenciar, porque es uno de los hechos fundacionales del presente. Se ha querido tratar muchas veces como un pasado cerrado. Pero esto no es una naturaleza muerta que ya pasó. Es que estos restos los habitamos todos los días”.