Aquella capital alavesa de los años 90. Fue el escenario perfecto para la novela Brujas bailando el tango, una historia que Macarena Domaica Goñi escribió entre el 96 y el 98, aunque pasaron unos 20 años antes de que viera la luz. Cuando lo hizo, eso sí, conquistó a Miguel Mateo, quien tuvo muy claro que quería llevar aquella palabras al escenario, un proyecto que cristalizó en marzo del año pasado con el grupo Mentes Escénicas.
Este sábado, todo ese camino culmina, en cierto modo, una etapa. La formación gasteiztarra de teatro amateur ofrece la última representación de la versión escénica de Brujas bailando el tango. El encuentro con el público se va a producir a partir de las 18.30 horas, quedando todavía alguna entrada disponible, aunque el aforo del centro cívico Zabalgana está a punto de completarse.
Sobre las tablas estarán esperando a los espectadores Leticia Hernando, Rakel Tato, Aida Gil, María Luisa Iglesias, Jonathan Acuña, Hegoa Ibazeta, Lucas Pereyra y el propio Mateo. Cuando todo termine, “esperemos que el público se haya emocionado; es una historia que te lleva a la lágrima, pero a una bonita”, explica el también encargado de la adaptación. “Es que los personajes son muy magnéticos, se te meten dentro”, añade la autora.
Una historia “analógica”
La amistad, el amor y la espiritualidad están en el sustrato de la novela y, por supuesto, también de la obra de teatro, que cuenta además con el trabajo de Carlos Montes como regidor técnico. El público “se va a encontrar una historia real de los años 90 en Vitoria, de cómo se concebían ciertas relaciones en aquella época”, resume el director. Todo ello “con guiños a la brujería y al tango”, sonríe. Detalles, los justos. El espectador tiene que hacer sus propios descubrimientos.
También volver la vista atrás a lugares de la capital alavesa bien conocidos, algunos de los cuales no existen ya como tal. Parece que no pero ha pasado el tiempo. “Es curioso porque hay gente que lee la novela y alucina porque, claro, es una historia analógica, de cuando no había móviles y hacíamos las mismas rutas por los bares para saber dónde encontrar a los amigos”, describe Domaica Goñi.
Así, se ofrece sobre las tablas “un relato en vivo donde la duda, lo inexplorado y la necesidad de dejarse llevar regalarán al espectador una experiencia que le tocará bien adentro”, como explican desde el grupo de teatro gasteiztarra.
La esencia
Domaica Goñi y Mateo se conocen desde hace tiempo. Comparten, por ejemplo, participación en la coral Ahots Argiak. Fue a partir de ese contacto cuando este proyecto empezó a hacerse realidad. Como es evidente, en cualquier adaptación hay que hacer renuncias y cambios, pero “a historia está, igual que las emociones, la esencia”, comenta la escritora.
“Me parece una fantasía que a alguien le conmueva tanto algo que he escrito como para querer hacer algo así”, apunta Domaica Goñi. “Conozco a Miguel y sé que todo lo que toca lo convierte en algo chulo”. Eso sí, la autora puso una condición, quería supervisar el guion final. “Me quería asegurar que nada de la adaptación entrase en conflicto con cómo yo concibo los personajes y el tipo de historia que yo quería contar cuando hice la novela. Sabía que iba a haber cambios, eso por supuesto. Siempre he tenido claro que la novela es mía y que la obra de teatro es suya”. Y ambas del público.