Tras publicaciones como Tierra de Damas, la historiadora, investigadora, divulgadora, docente y escritora vitoriana Isabel Mellén vuelve desde este mismo miércoles a las librerías, esta vez con El sexo en tiempos del románico (Planeta de Libros-Crítica), que se presenta como una “relectura de la intimidad en la Edad Media a través del arte románico”. El próximo 8 de octubre, la autora estará presentando su nueva obra en su ciudad natal. Será, en concreto, a las 19.30 horas en Dendaraba (Vital Fundazioa Kulturunea), siendo el acceso gratuito hasta completar el aforo.

Es consciente de que habrá quien, sin leer una línea del libro, ya está con los pelos como escarpias por la temática que trata. 

–Sí, seguramente. Al final, nuestra época es todavía muy heredera de este tabú sexual del que hablo en el libro que se empieza a crear en el siglo XI. Entonces es minoritario, pero se hace hegemónico en los siglos XIX y XX. Incluso habrá a quien le produzca urticaria la propia portada del libro en la que aparece una mujer enseñando la vulva. Pero vamos, nada que no esté presente en las iglesias de nuestros pueblos. En el templo de tu localidad o en los que te puedes encontrar cuando vas de viaje, te vas a encontrar el mismo tipo de imágenes. Lo que pasa es que no habían recibido una explicación más allá de una visión misógina o muy basada en nuestra sensibilidad contemporánea, más que en un análisis de lo que ocurría en el siglo XI.

¿A quién se dirige este libro, a qué tipos de público? 

–Indudablemente, a la gente interesada por el románico, le va a encantar. Somos muchos los fans de este estilo artístico es un tema clásico. No se saca a la luz nada que no se supiera. Se sabe que las imágenes están ahí y ha habido muchos intentos previos de explicación. Aquí van a encontrar, eso sí, una perspectiva nueva que no se había desarrollado hasta ahora y que creo que les puede interesar. Pero no se queda ahí. A pesar de hundir sus raíces en las imágenes del siglo XI, es un libro que también nos plantea un espejo para nuestra contemporaneidad. Es un diálogo entre dos tiempos, entre el punto en el que estamos ahora como sociedad y el punto en el que estaban en el siglo XI. Era un tiempo de cambio, de un momento de libertad, entre comillas, sexual, o de normalización de la sexualidad a un escenario de represión. Sin embargo, ahora estamos como en la vuelta, queriendo pasar de un modelo muy reprisivo en torno al sexo, con mucho tabú procedente en su gran mayoría del ámbito religioso, a una sexualidad cada vez más naturalizada y abierta. En ese aspecto creo que estamos en un punto bastante similar con casi mil años de distancia, habiendo nexos en común. Vamos a encontrar ecos de discursos represivos que todavía están en nuestra actualidad pero también de gente diversa que estaba presente en esos siglos. Así que en el libro hay cosas que pueden resonar para nuestra vida cotidiana más allá de centrarnos en las imágenes del románico.

“El románico se suele considerar un arte muy esquemático, pero delinea con muchísimo detalle los genitales”

El libro es el resultado de un trabajo de años... 

–Imposible saber cuánto he estado con esto (risas). Este último año ha sido el de escritura pero tras dos años de investigación. Claro, pero no llegas al inicio desde la nada. A pensar la sexualidad en el románico a través de sus imágenes desde un punto de vista diferente llego después de un trabajo que viene de lejos, de pasos como el dado en Tierra de Damas. Se podría decir que llevo unos diez años trabajando para llegar a este momento

‘El sexo en tiempos del románico’, de Isabel Mellén Cedida

Los ejes principales

¿Qué dos o tres ideas le gustaría que le quedasen a quienes se asomen al libro? 

–Lo primeros es que tenemos que estar atentas y atentos a la mirada que hacemos sobre las cosas. Nunca es objetiva, siempre es subjetiva y parte desde un punto de vista particular. ¿Qué mirada hemos estado teniendo, desde la Historia y la Historia del Arte, hacia estas imágenes? Es una mirada sumamente masculina. No ha habido espacio para atender estas imágenes desde un punto de vista femenino. Siempre ha sido una mirada masculina que juzga y eso ha sido independiente de si quien ha investigado ha sido hombre o mujer. Es una mirada que o bien ha censurado estas imágenes o las ha convertido en pornografía, a pesar de no tener nada que ver con lo pornográfico en su tiempo. Nuestra mirada tiene que ser poliédrica en la medida de lo posible. 

Esa es una idea principal del libro pero no la única. 

–Otra es que durante mucho tiempo se ha negado la sexualidad femenina, el orgasmo femenino, el cuerpo femenino y, sin embargo, eran cuestiones fundamentales y aparecen reflejadas en la iconografía románica. Ha habido un intento de ocultación específica de la sexualidad femenina y es interesante ver de dónde viene eso. El cuerpo femenino, en ciertos contextos, ha simbolizado el poder, el poder político incluso. Hay que tomar conciencia de que ha habido ese tabú socialmente construido, aunque no siempre ha sido así. Y habría una tercera idea importante.

Que consiste en... 

–A veces cogemos por discursos hegemónicos de otros tiempos, aquellos que encajan mejor con nuestra mentalidad. Es un poco lo que ha pasado con los clérigos del siglo XI. Entonces empieza a surgir un pensamiento muy represivo en torno al sexo, que intenta prohibir el sexo primero para los clérigos y luego para el resto de la sociedad. Pero eso, que era un pensamiento minoritario en el siglo XI, desde nuestra época lo hemos convertido en mayoritario, como si en toda la Edad Media toda la sexualidad se pudiera reducir a eso. ¿Por qué nos hemos fijado en ese tipo de fuentes minoritarias en vez de poner el foco en la cultura popular de la época? Los romances, el amor cortes... están plagados de escenas sexuales. Mira La celestina, que es una obra llena de sexo. Lo hegemónico era lo otro. ¿Por qué desde nuestro tiempo hemos querido seleccionar un tipo de discurso, amplificarlo de manera artificial y analizar el pasado en base a él en vez de recurrir a otras fuentes? Eso tiene que ver con nuestra contemporaneidad. Una sociedad misógina como la que hemos tenido hasta hace poco se fija en las fuentes que más le interesan para justificar su ser. En este libro he hecho el esfuerzo de poner la mirada también en la otra parte.

“En el libro hay cosas que pueden resonar para nuestra vida cotidiana más allá de centrarnos en las imágenes del románico”

Se tratan entre estas páginas temas y ejemplos que podrían dar para otras 25 continuaciones... 

–(Risas) Sí, es que podría salir una tesis de cada capítulo. Pero había que ponerle fin y hacerlo asequible. Por lo que he optado es por ofrecer muchos hilos de los que tirar. Es decir, he querido plantear diferentes maneras desde las que podemos enfocar la sexualidad en las imágenes del románico. Y subrayo esto porque he tenido que dejar al margen otros tipos de sexualidad medieval que no venían al caso porque no están representados visualmente. Por ejemplo, la sexualidad en las clases más bajas, la prostitución... porque no aparecen en las imágenes en el románico. Por eso me he centrado en las que sí aparecen, en las de las clases nobiliarias y en las del clero. Me centro en las estrategias visuales que utilizan unos para usar el sexo como base de su poder político y qué estrategias utilizan los otros para negar ese sexo como base política. He optado por ofrecer una panorámica muy amplia. He seleccionado algunos ejemplos que creo que son muy paradigmáticos como puede ser la iglesia de Cervatos. A partir de ahí, se trata de ofrecer un marco desde el que entender. Es decir, no se trata de dar un sentido final a cada imagen, sino ofrecer marcos de pensamiento para empezar a perfilas sentidos de estas imágenes.

Desde el hoy

Y aquí estamos en 2024 prohibiendo en redes sociales imágenes de dependiendo qué cuerpos: el pezón de un hombre sí, el de una mujer no... Hay quien puede pensar que igual el ser humano no ha evolucionado mucho. 

–Es que es paradójico ver cómo en las iglesias, que eran los lugares principales de cada población, aparecen imágenes muy explícitas. Además, el románico se suele considerar un arte muy esquemático, pero delinea con muchísimo detalle los genitales. En las vulvas, por ejemplo, se representan los labios menores, los labios mayores, aparece incluso el clítoris representado... y todo con mucho lujo de detalle. Sin embargo, en las reconstrucciones que se hacen luego de esos canecillos en época contemporánea, se convierte la vulva en una simple hendidura. O incluso desaparece. Es justo ahí cuando piensas que hay algo muy potente que hace que no se quiera hoy mostrar la genitalidad. 

Isabel Mellén Cedida

¿Y por qué entonces sí? 

–Es que en esa época verse los genitales era cosa del día a día. Quiero decir, no había intimidad. Los genitales no asustaban. ¿Los pechos? Pues anda que no había mujeres dando el pecho a sus criaturas en cualquier sitio. Por eso no estaban tan sexualizados como, por ejemplo, ahora. Como la desnudez se ha convertido en algo que no se debería hacer salvo en contextos pornográficos, la mirada masculina ha impuesto el tabú sobre la genitalidad. Ahí se ve muy bien cómo hay en nuestra época un tabú con la corporalidad que no existía en otros tiempos.