Por un lado, se van sucediendo historias recopiladas entre las décadas de los años 90 y principios de los 2000 en lugares muy diversos, relatos reales contados en primera persona por sus protagonistas. “Yo no hablaba con ellas, estaba callado y escuchando”, dice Juan Manuel Costoya Castro. Es un arte que en este tiempo de inmediatez y falta de tiempo parece milagroso. Por otro lado, están las vivencias transmitidas por su abuelo en la Galicia de donde procede la familia, momentos y experiencias que hablan sobre todo de la Guerra Civil y los años posteriores.

Con esos dos elementos se hila Viajes con mi abuelo, un libro en el que el escritor y periodista gasteiztarra recorre diferentes sucesos, reflexiones y vivencias relevantes de personas a las que los libros de Historia no prestarían atención, de antihéroes, de anónimos. “Quería relacionar esas historias familiares con los reportajes y entrevistas que había hecho a lo largo de mi vida”, explica el autor, quien apunta el guiño que ha querido hacer también a Viajes con mi tía, de Graham Greene. 

La publicación está compuesta “por historias que llevan a otras, que no mueren aquí, que hoy siguen teniendo consecuencias”

“Que todo estuviese bien engarzado, que hubiera una relación entre los diferentes relatos y lo que contaba mi abuelo es una de las cuestiones que más me interesaba y parece, por los comentarios que me están llegando de quienes han leído el libro por ahora, que eso está conseguido”. Quien quiera comprobarlo puede acudir a los dos puntos de venta donde está disponible la publicación: Zuloa y Mara-mara. Por cierto, el dinero obtenido se va a destinar a Médicos Sin Fronteras de Gaza. 

El autor gasteiztarra Juan Manuel Costoya Castro con un ejemplar de su libro Alex Larretxi

La chispa

Aunque el autor ha publicado durante años en medios de comunicación, esta obra no es ninguna recopilación de artículos. Al contrario, la casi totalidad de los escritos no se habían publicado hasta ahora. Lo hacen en un libro que llevaba tiempo “guardando polvo” y reclamando la atención de Costoya Castro. Pero él era consciente de que tenía, por así decirlo, una obligación para sacarlo adelante.

El dinero obtenido con la venta de la obra, disponible en Zuloa y Mara-mara, será enviado a Médicos Sin Fronteras de Gaza

Esa motivación tiene nombre, el del fallecido ingeniero y jesuita Jon Cortina, una de las personas que se salvó de los asesinatos de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) en 1989. “Yo le hice una entrevista en su momento, una conversación que se hizo en cuatro ocasiones. En la última sesión, él se sinceró”, relatando al periodista una verdad que no se conocía. “Me pidió que fuera discreto con aquella información, pero intuí que él me la había contado con la intención de que aquello se supiese con el paso del tiempo”. Ahora llega el momento de dar luz a aquello.

También Costoya Castro señala otro nombre importante a la hora de afrontar esta obra, más allá del peso de la figura de su abuelo, y es el del periodista Manu Leguineche. Son mimbres, estos y otros, para construir un relato que escapa de las prisas actuales, que se configura con “historias que llevan a otras, que no mueren aquí. Historias que hoy siguen teniendo consecuencias. Hoy sigue muriendo gente en Vietnam porque pisa minas que llevan ahí desde hace cincuenta años. Son historias que no han muerto”.