Juan Ignacio Vidarte (Bilbao, 1956) ha consagrado la mitad de su vida al Museo Guggenheim. Han sido 33 años de su vida consciente, tres décadas y tres años en los que ha celebrado éxitos, sorteado polémicas, derramado ríos de lágrimas –ETA asesinó en 1997 al agente de la Ertzaintza José María Aguirre con Puppy como testigo– y rabiado por proyectos que no han llegado a buen puerto. "La espinita" con la que abandona el cargo es no haber conseguido la cesión del Gernika de Picasso para su exhibición en las salas del gigante de titanio.
Así lo ha admitido en una rueda de prensa que ha tenido lugar en el auditorio de la pinacoteca en la que también ha explicado las razones que han motivado su cese, que se hará efectivo a finales de año.
Una 'espinita' y un dolor, clavados en el alma
"Creo bastante en que esos análisis centrados en el pasado no sirven de mucho, porque cada decisión afecta a las siguientes", ha reconocido, "pero una espinita, que siempre he tenido clavada, es que no pude traer el Guernica para la inauguración del Museo. La idea no fructificó", ha admitido.
Ha precisado que su intención fue trasladar el lienzo a Bilbao en el contexto de la exposición inaugural del Guggenheim para que éste pudiera ser disfrutado en la tierra que motivó su creación. Esa es la espina. La espinita. Pero ni por asomo su momento más amargo al frente de la institución.
En ese ránking el instante que se lleva la palma es el asesinato perpetrado por ETA en la Plaza del Museo, poco antes de su inauguración en 1997. La víctima de la banda fue José María Aguirre, un agente de la Ertzaintza que frustró un atentado en para el que la banda había depositado unas jardineras con explosivos en las inmediaciones del centro. Le dispararon a bocajarro y perdió la vida en el Hospital de Basurto.