Rock, jazz, punk, ska funk... es del todo imposible intentar delimitar la propuesta instrumental –que tampoco lo es en exclusiva, ni mucho menos– de Gilipojazz, trío madrileño que este sábado 9 toma parta en las ya habituales Vermut Sessions de Hell Dorado. El espacio de la calle Venta de la Estrella abrirá sus puertas a las 13.00 horas para recibir, de la mano del circuito Girando por Salas, a Ángel Cáceres (bajo) Iker García (guitarra) y Pablo Levin (batería).

Están en la despedida de un disco que les ha dado muchas alegrías. De hecho, terminan la gira en el Mad Cool.

–Sí, sí. Estamos muy contentos con todo lo que ha pasado. Claro, hay que ver el grupo que es. Es una banda casi instrumental, que hace música compleja, friki, con mucho humor... y estamos flipando con la buena respuesta que está obteniendo. Es verdad, como decías, que este disco no nos ha dado más que alegrías.

Eso sí, la agenda no para y están ya con un segundo disco entre las manos.

–Eso es. No sé si será en septiembre o algo más adelante, pero la idea es publicar ya el segundo álbum. Te puedo decir que serán entre diez y once temas nuevos. Ya hemos sacado un adelanto, Iker ya no me debe un café. Y en poco más de un mes creo que publicaremos otro tema.

Eso ya llegará. Ahora lo más inmediato es volver a Vitoria para actuar al mediodía. ¿Uno momento del día como otro cualquiera para dar un concierto?

–Mira, yo creo que he tocado en todos los horarios habidos y por haber. De hecho, en Huesca creo que tocamos una vez a las diez de la mañana. Lo de la una de la tarde está bien, es un horario que a mí personalmente me gusta. Nosotros amamos profundamente tocar. Es verdad que lo más común es actuar a la noche y es a lo que más estamos acostumbrados, pero amamos tocar y da igual la hora que sea.

Los tres están al mismo tiempo en otros proyectos. ¿Por qué nace este?

–Los tres nos conocíamos ya del mundo de la música. Nos juntábamos mucho los miércoles en una antigua sala en la que había jam sessions. Solíamos subir a improvisar y nos solía decir la gente que teníamos que formar un grupo. Yo ya venía rondando la idea de tener un trío que se llamase Gilipojazz y fue tan simple como quedar un día para ensayar y ya esa jornada compusimos un tema, 9’5 es casi un 10. Ahí dijimos: aquí hay algo. Y así fue.

Pero vienen de otras historias que pueden tener que ver más con el folk, o la música de cantautor, o el pop... y Gilipojazz es algo imposible de definir.

–Es verdad pero esto es como nuestra pequeña criatura, como el patio del recreo. Solo que con todo lo que está pasando, el patio de recreo se está convirtiendo en lo principal.

Es un patio de recreo en el que ustedes juegan muchísimo y eso es quedarse corto.

–(Risas) Sí, sí, es libertad total. En los directos además jugamos mucho con lo teatral, aunque sea sin buscarlo. No sé, esa influencia de Les Luthiers, de Faemino y Cansado, te da una perspectiva de querer pasártelo bien y lo mismo de pensando en el público. Se trata de jugar, de pinchar un poco. Es libertad total y nos encanta eso.

¿Tal vez en el estudio, que es un lugar que parece más serio, se sienten un poco prisioneros?

–No, no creas. Como mejor funcionamos es grabando a la vez batería y bajo en un estudio, que es algo más frío porque somos muy perfeccionistas. Pero en las guitarras, como es nuestra voz por así decirlo, nos tiramos horas, horas y horas pensando arreglos, juegos... Nos lo pasamos teta en eso. Es divertidísimo.

Es una propuesta que puede gustar a gente del rock, del jazz, del funk... pero seguro que hay más de un purista en cada campo que pone morros.

–(Risas) En la viña del Señor hay de todo. En el 95% de las veces que tocamos en directo, todo el mundo sale encantado. Es una propuesta tan distinta que hasta esa propia gente que no sabe definirnos, acaba entrando. Hay gente que te dice: no sé lo que acabo de ver, pero me gusta. En ese sentido, no recibimos más que refuerzos positivos por parte de todo el mundo.

Como mínimo, con Gilipojazz uno se divierte o por lo menos es lo que buscan en los directos.

–Por supuesto. No nos tomamos muy en serio a nosotros mismos. A pesar de que la música es muy seria para nosotros, siempre está presente el humor. Es que somos así. Es algo que no podemos perder, porque somos eso.