Fue un día cualquiera de 2019. Por la mañana, la actriz venezolana Juliana Cuervos tenía todo preparado para irse a vivir a Bogotá. En el último momento, los planes se truncaron. “Me avisaron de que el contrato de arrendamiento que tenía firmar, no iba a poder ser”. Esa tarde, su hermano, que ya estaba en Gasteiz, le dijo que acababa de alquilar un piso. Así que ella no se lo pensó y, desde Caracas, se vino a la capital alavesa.

Desde entonces, la ciudad se ha convertido en su casa, una en la que seguir desarrollando su trayectoria profesional, que está también vinculada de manera estrecha con el trabajo escénico con personas con discapacidad. “Cuando llegué tuve la bendición de encontrarme con el TAE (Taller de Artes Escénicas)”, una puerta que sirvió para abrir otras, como la del grupo de teatro Tercera Fila.

Incluso a pesar de la pandemia y de otras cuestiones, Juliana Cuervos sigue construyendo en Vitoria una carrera interpretativa y docente de ya tres decenios. “Aquí he podido cumplir uno de mis sueños de juventud”, sonríe. “Quería ser modelo de artes plásticas y he tenido la oportunidad de hacerlo gracias a la Escuela de Artes y Oficios, donde he posado a mis 50 años y con 40 kilos de más”.

Hoy, hay otro anhelo que va a poder cumplir. Lo va a hacer en el Guggenheim, donde a las 18.00 horas se va a proyecta la película Qué Buena Broma, Bromelia, de Efterpi Charalambidis, un filme en el que ella tiene un doble papel delante y detrás de las cámaras. Eso sí, aunque la producción se rodó en 2018 y se estrenó en 2020 –en 2021 hubo pases en Madrid y Barcelona–, ella no la ha podido ver hasta ahora. Es hora de cerrar el paréntesis gracias a esta proyección, que se va a producir con motivo de la conmemoración del centenario del cuerpo consular de Bilbao.

En el rodaje con el actor Matthias Mejias

En el rodaje con el actor Matthias Mejias Cedida

En tono de comedia

Rodada en Caracas, la película –cuya expresión del título “sería aquí algo así como que qué faena”– es “una celebración del amor, del acercarse a lo diferente, de comprender que la inclusión es bidireccional”, apunta Cuervos. “Es un filme en tono de comedia, aunque hay mucho drama en el asunto. El giro que da nos habla del viaje de empoderamiento, no solo de la protagonista como mujer, sino también del empoderamiento de los diferentes”.

Irabe Seguias es la intérprete que da vida a esa mujer protagonista. Ella es parte de una familia tradicional y conservadora en el país “de las mises, donde la belleza física es un valor importante. Bromelia es una belleza no normativa, una mujer obsesa que pasa los 40, que no se ha casado y que es la mayor de cuatro hermanas”. Tiene, además, un hijo de cuatro años con síndrome de Down y una perra a la que le falta una pata

Con estos ingredientes –Cuervos da vida a la mejor amiga de la protagonista– se construye una cinta que “habla de la diversidad en muchos aspectos”, un filme “muy femenino” no solo en su reparto sino también en todo el apartado técnico. En él, la actriz residente en Gasteiz también fue la jefa de casting y la encargada de trabajar de manera directa tanto con Matthias Mejias, el actor con síndrome de Down, como con una coral que aparece en la producción y que está formada por una treintena de niños y jóvenes con diversidad funcional.

“Hubo que crear un contexto de juego permanente. En el rodaje, Matthias se estresaba y veías a todo el equipo cantando o jugando para crear otro ambiente” y ello a pesar de que hubo momentos complicados, como la grabación de una escena en la que el niño tenía que llorar. 

Para ese momento, Cuervos ya tenía experiencia profesional en un ámbito de trabajo interpretativo con personas con discapacidad que cimentó junto a Ignacio Márquez, aunque la actriz asegura que la vida le venía preparando desde pequeña para esto. Experiencias personales, por ejemplo, con su sobrina autista, que han ido dejando su poso en lo íntimo y en lo laboral.