En aquella infancia vivida en la naturaleza, su abuela y su madre le preguntaron un buen día a Adolfo Marchena qué quería ser de mayor. Él contesto que caballo. “En cierto modo lo he conseguido”, sonríe el escritor vitoriano. El recuerdo tiene mucho que ver con parte esencial del nuevo poemario que presenta el autor, un Tu único nombre (Ediciones Passer) que justo está empezando su encuentro con el público esta misma semana.

“Es un libro vital, que anima, que te dice que nada es imposible y que hay que valorar las cosas pequeñas. También que la belleza puede aparecer en cualquier momento y lugar; y que tenemos que hacer un poco más de caso a la intuición”, resume Marchena en torno a una obra que cuenta con una portada diseñada y un prólogo escrito por Carolina Pinedo del Olmo.

“Es una historia de amor en poesía”, más en concreto, contada en 40 poemas. “Nunca había hecho algo así”, siguiendo un hilo narrativo en un poemario.

En ese relato aparece un hombre “que no encuentra su espacio vital, que ha buscado ciudades en las que vivir y no lo ha conseguido” hasta que “tiene una intuición por la que presiente que tiene que ir a Neepawa”, una pequeña ciudad situada en Manitoba, Canadá. “Siente que allí va a encontrar a su amor”.

Ese escenario tan singular, le sirve a Marchena como pretexto para, en el juego de lo real y lo onírico, hablar también de las tribus nativas, reivindicándolas. Porque él, cuando quería ser caballo, veía las películas del Oeste “y siempre iba con los indios, aunque en el cine se les presentaba en un plano muy simple y pobre”.

Un alto en el camino poético

De todas formas, hay otra circunstancia especial que acompaña el lanzamiento de Tu único nombre, aunque no tenga relación con lo que se relata entre sus páginas. Marchena ha tomado la decisión de cerrar un ciclo con este libro, en el que “deseo expresar mis sueños y deseos”.

Tras El latido de tus lienzos, en memoria del pintor Esteban Delgado Cortijo, y Ahora que me habitas, un poemario prometido y dedicado a su fallecido padre, “este quiere ser el colofón de una etapa de 30 años. No voy a dejar de escribir poesía pero sí de publicar”, anuncia.

“Son tres decenios de mucha publicación y existe en mí una saturación no de escribir pero sí de publicar, de presentaciones y todo esto. Me he cansado de presentar poemarios. No solo de poesía me alimento. Hay otras cosas”, sonríe.

Con todo, no es una decisión final. Volverá a lanzar obras de poesía toda vez que complete el proyecto narrativo que ahora le ocupa. En concreto, el escritor vitoriano está recuperando una novela realizada en 2012, pero que se quedó un cajón junto a otras. “El resto no se pueden publicar ahora porque no tienen la calidad que yo me exijo. Pero El cristal de Venecia sí tiene algo”.

Eso sí, “hay que reescribirla por completo, lo que me puede llevar uno o dos años”, apunta el autor, que reconoce que, desde la experiencia en diferentes géneros literarios, a ojos externos el mecanismos puede parecer igual para todos, pero “cada uno tiene sus códigos”. Ahora mandan los de la novela.