“Estoy escribiendo más que nunca”, sonríe Adolfo Marchena. Pero de un tiempo a esta parte, y su último proyecto publicado es un claro ejemplo de ello, “estoy haciendo más para el resto que para mí; quiero dar”. De ahí, el nacimiento de la antología –aunque el autor vitoriano se refiere a ella como antilogía– Nueve poetas frente al espejo (Ediciones Passer). Entre sus páginas se encuentran Ezequías Blanco, Beatriz de Silva, Estíbaliz Antoñana, Enrique Arias Beaskoetxea, Carmen Vargas Antúnez, Mar I Bel Valdivia Palma, Esteban Maldonado, Olga RT, Yoanna Mojón y Alfonso Pascal Ros. Sí, son diez, uno más.

En realidad, la publicación tiene varios guiños o juegos. Es normal, teniendo en cuenta cómo nació. Fue hace algo más de un año, una tarde de domingo. Como de tantas otras cosas, la culpa la tuvo Lewis Carroll y su Alicia en el país de las maravillas. Marchena también quiso saber qué hay detrás del espejo. Pero en vez de decantarse por realizar una antología al uso, con un eje temático, generacional o geográfico para seleccionar a las firmas presentes, se decantó por otro método totalmente diferente.

“Cuando pienso en esta antología pienso en el niño que fui, en ese que se perdió y que estoy recuperando poco a poco. Y ese niño pregunta: ¿por qué no nos permitimos jugar siendo adultos?”. La respuesta él la tienen muy clara: “aquí quiero jugar”. Por ello, el único criterio ha sido “reunir a los y las poetas de mi gusto”, algunos a los que conocía desde hacía tiempo, otros nuevos compañeros de viaje desde hace no mucho. “Aquí he sido ese niño que ha querido que publiquen los y las poetas que le gustan. Mi lectura es muy ecléctica, por eso esta antología lo es”.

Proyecto con continuidad

Es el primer paso, “una experiencia preciosa”, que seguirá en los próximos años con otras dos publicaciones, con la idea de completar una trilogía. En esta primera aparecen diez autores, aunque en el título se haga referencia a nueve. “Es un juego también con los lectores. Van a pensar que nos hemos equivocado. Pero no”. Es otra de las cuestiones relacionadas con este libro cuya culpa recae en Carroll.

En la obra –cuyas ventas se destinan a Unicef– de cada una de las firmas se dan varios datos biográficos y una semblanza poética para, después, recopilar diez poemas de cada creador y creadora. Cada persona ha sido quien ha seleccionado qué quería que apareciese, en su mayoría versos inéditos. “Ninguno dijo que no y eso que no sabían los nombres de los demás. Eso sí, toda vez publicado, todos se han mostrado contentos”, apunta Marchena.

“Son de generaciones diferentes, de estilos y temáticas distintas, de procedencias geográficas varias… Pero es que buscaba que fuera un proyecto heterogéneo”, más allá de que “aunque pueda parecer un cajón de sastre, detrás hay un trabajo muy analizado y buscado”. Así se presenta un libro que quiere decirle a los lectores que “todo es posible. Quiero decirle a la gente que no dejemos de soñar. Así que lee el libro y sueña, imagina, juega y disfruta”.