Mucho se ha especulado sobre cómo sería el próximo movimiento de Gorka Urbizu pero la espera terminó el pasado lunes, cuando, de manera totalmente imprevista, el músico navarro subió a las plataformas su último disco (el primero que firma con su propio nombre). Hasiera bat ya está en la calle y ha llegado el momento de hablar sobre él.

Berri Txarrak dijo adiós hace casi cinco años. Me imagino que después se tomaría un merecido descanso, pero, ¿cuándo surgió el germen de este disco?

Justo después de Berri, a los dos meses, vino la pandemia y nos encerramos todos. Este disco ha sido una búsqueda. He dado bastantes tumbos, he probado diferentes palos, diferente gente… No con el chip de grabar ya, sino de ir probando estilos y buscando el camino, porque no lo tenía nada claro. Cuando paramos Berri ya tenía intención de seguir escribiendo canciones, pero necesito poner una fecha en el estudio. Eso ocurrió el año pasado y ese creo que fue el germen. Ahí ya vislumbré que podía ser Jordi Matas el productor y descarté todas las pruebas que había estado haciendo, porque veía que no era lo que me pedía el cuerpo en este momento. Tenía una colección de ideas con cierta unidad estilística y que se prestaban a lo que finalmente ha sido el disco, algo muy crudo y con pocos elementos. Esto sería hacia marzo o abril del año pasado.

Es decir, que no compone expresamente para un disco, sino que va escribiendo y, cuando encuentra algo que le llama y tiene coherencia, se pone a darle forma.

Voy componiendo, sí. El radar nunca se apaga, siempre está en “on”, unas veces más activo y otras un poco más descansando, pero siempre encendido. Lo que pasa es que no termino ninguna canción hasta que sé que voy a grabar. Y sobre todo, no escribo ninguna letra hasta que sé que voy a grabar. Les tengo mucho respeto a los textos. No sé si es el miedo al folio en blanco o que necesito ver el esqueleto del disco y por dónde van las canciones; hasta entonces, no escribo ni una palabra. Tengo ideas en el móvil, algunas frases apuntadas… Es como una nebulosa. Ahora que lo he firmado con mi nombre, que también he tenido mis dudas respecto a eso, siento que todo el periplo previo, mi primer grupo con catorce años, todo lo que pasó con Berri, estos años de descanso en los que me he metido en la producción y me he acercado a la música por otros caminos, he estado viajando, leyendo, asistiendo a conciertos… Todo eso ha sido necesario para llegar a este disco.

Dice que tuvo dudas para firmar con su propio nombre. ¿Barajó la idea de montar otra banda o la de utilizar un alter ego?

Sí, pensé poner otro nombre, aunque fuese mi proyecto. Siempre me ha dado un poco de pudor poner mi propio nombre, es como que lo personaliza mucho, evidentemente. Sin embargo, al escuchar las canciones de este disco veía que no tenía sentido hacerlo de otra forma. Va en consonancia de lo que es el disco: muy crudo, sin artificios ni estridencias. Lo lógico es que lleve mi firma.

El disco lo ha producido Jordi Matas. ¿Por qué lo eligió?

Conocía a Jordi por su grupo, El Petit de Cal Eril. Me parece que tienen algo que por aquí no veía en ninguna otra banda, esas baterías tan secas, esos bajos increíbles… Es un concepto diferente al habitual. Me parece que en Cataluña están a otro nivel de producción, no solo ellos, sino también otros nombres. Le estaba tanteando, y luego él me hizo chantaje emocional (risas), porque me mandó una foto de Big Thief, que es un grupo que me gusta mucho, grabando en el teatro en el que luego hemos grabado nosotros, y me decía: “Mira quién esta aquí, ¿pillamos fecha ya?”. Fue como una señal. Yo necesito que alguien me empuje, sentir un chispazo, y en este caso fue este.

¿Cómo ha sido la grabación? Creo que entraban al estudio prácticamente sin ensayar, ¿no?

Sí. Siempre he creído mucho en el ensayo, en ir con todo muy trabajado al estudio; llegar con la mente abierta a que pasen cosas, pero llevando una base muy sólida. Sin embargo, Jordi me decía que no, que si ensayas mucho, las canciones van cogiendo una forma de la que luego no te puedes salir en el estudio. Él quería que sucediera todo en el estudio y a mí me daba bastante vértigo, me parecía un salto al vacío. Nunca lo había hecho así, pero quería crear desde otro sitio. Creo que fue Einstein el que decía que para buscar resultados distintos no había que hacer siempre las cosas del mismo modo.

¿Y le ha resultado sencillo el cambio?

Me he dejado llevar. Hemos grabado muchas cosas en directo, a la vieja usanza, con una grabadora analógica de ocho pistas. Lo contrario a lo que hace ahora mucha gente, que va superponiendo capas de sonido y buscando esa perfección. Nosotros nos hemos dedicado a quitar cosas. Hemos usado pocos micros… La premisa era quitar, limpiar. Incluso el lugar en el que hemos grabado, un teatro antiguo de principios del siglo XX, no es el típico estudio insonorizado y frío; tiene un ventanal enorme, se escuchan las campanas de la Iglesia… Ha sido una elección estética que creo que le ha dado unidad al disco. Estas canciones podían haber ido por muchos caminos. Quería evitar el típico disco acústico de cantante de rock que deja su banda. Me daba pereza eso, a pesar de que soy fan de esos discos y de que estas canciones están creadas con una acústica. La producción ha sido clave. Creo que es el disco de toda mi carrera en el que la producción ha sido más determinante.

Entiendo que les enseñaba las canciones a los músicos poco tiempo antes de grabar.

Muy poco tiempo antes. Les enseñé las canciones, hicimos un par de ensayos para marcar los arreglos, y a grabar. En el estudio tocábamos los tres, salíamos al control a ver cómo había quedado, decidíamos qué era lo que teníamos que cambiar, volvíamos a entrar a tocar… Las canciones son muy básicas y, precisamente por eso, se prestaban mucho a meterles mil cosas: violines, coros, teclados… Nos alejamos de esa tentación, queríamos mantener la sobriedad y la austeridad. Hasiera bat es un comienzo; podría ser otro, pero he elegido este. Si te gusta, bien. Si no, hay muchos otros discos.

El disco suena muy natural, muy relajado. Hay mucho espacio para los instrumentos, muchos silencios…

Hay mucho espacio para la voz, que parece una obviedad, pero a veces se nos olvida. En el mundo del rock, muchas veces te pasas varios días eligiendo el sonido del bombo, de la caja… la voz se graba al final, en dos días, del tirón… No tiene sentido. ¿Con qué se va a quedar la gente? Con la letra y con la voz. Habría que construir todo, o desnudarlo, para dejar hueco a la voz. También quería un bajo de esta onda, no sé si rollo McCartney, pero que jugase, que aportase.

Hasiera bat significa un comienzo. ¿Qué quiere ofrecer con esta nueva etapa en solitario?

Es el comienzo de un nuevo ciclo. El fin de Berri llegó porque necesitaba parar, me ha venido muy bien. No sé qué me espera en esta nueva etapa. Entiendo mi carrera como un continuo en el que en cada disco vas viendo lo que eres en ese momento. Crear es una búsqueda. Crear es creer. Y dudar. Esto es lo que me ha nacido ahora, trabajando con este equipo. No sé cuál será el siguiente paso. Me gustan muchos tipos de música y he picoteado de ellos, de hecho. Pero creo que me he ganado el derecho a no pensar en lo que vendrá después

Habla de un comienzo. Después de veinticinco años con Berri, ¿se siente en parte como un principiante?

Evidentemente no parto de cero, pero cada vez que haces un disco es como si lo hicieses. A mí siempre me ha gustado cambiar, trabajar con diferentes productores… El último disco de Berri, Infrasoinuak, era totalmente diferente a este; capas y capas de sonido, y me encanta. Ahora me apetecía este rollo más orgánico. Es la paradoja del músico, que dependes del público pero no tienes que escribir pensando en el público. Sé que si algo me emociona, puede hacer que alguien se emocione. Grabar un disco es como lanzar una botella con mensaje al mar. ¿La recogerá alguien? Yo sé que tengo el privilegio de que haya gente esperando que saque algo, pero siempre sientes incertidumbre.

¿Siente presión por eso?

Intento abstraerme. He hecho el disco sin prisa. Estoy muy orgulloso de todo lo que pasó con Berri, pero quería desprenderme de esa mochila. Necesitaba acercarme a la música desde otro lado. Ha habido presión, pero me he liberado de ella. Me he olvidado de cómo iba a ser recibido el disco y me he limitado a crear.

¿Ha cambiado también la forma de escribir?

Quería reinventarme, escribir de otra forma. Es fácil de decir, pero difícil de poner en práctica. Con algunas canciones estoy más satisfecho que con otras. En algunos textos veo reminiscencias del Gorka de antes, pero esto es una búsqueda, sigo aprendiendo. Mi mayor reto es mejorar las letras.

El disco ha salido de improviso, sin adelantos de canciones ni anuncios de ningún tipo.

Quería sacarlo por sorpresa. Me preguntaban si estaba grabando y me hacía el loco, no quería que se supiera. Ahora ya es del mundo y estoy más tranquilo. Quería que el público tuviese la opción de escuchar el disco sin adelantos y sin ninguna declaración mía. Es decir, sin condicionantes. Lo saqué el lunes, que se supone que era el día más triste del año (el llamado “Blue monday”, NdR). Ojalá genere algo de debate el hecho de que nos sorprenda escuchar un disco de una manera pura, sin spoilers. El poder de fascinación de la música consiste en eso. Ahora nos obcecamos en dar demasiada información: el making off, el vídeo clip, cinco adelantos… El algoritmo estará encantado y probablemente tengas más escuchas, pero es como si se trabajara más la estrategia que la canción. He intentado hacer lo contrario, aunque a algunos les parezca un suicidio comercial.

No sé si es un suicidio comercial, pero sí un riesgo, porque es ir en contra de lo que imponen las plataformas.

Sí, pero yo soy mi propia discográfica y esta es la apuesta que quería hacer. Ahora que ya ha salido el disco sé que la gente lo ha agradecido, le ha gustado poder enfrentarse a él de una forma pura, sin pistas. Y en este caso, con el añadido de llegar después del fin de Berri y de cuatro años de silencio.

La respuesta está siendo muy positiva: buenas críticas, la tienda on line se colapsó, fue trending topic en X (antiguo Twitter)…

Sí, y fue una sorpresa. Ha pasado tiempo, he sacado un disco austero, minimalista… Pero la gente se está enganchando muy bien con todo, con las letras, la sonoridad… Es un disco muy cálido, hay quien me dice que es como un abrazo, que tiene algo balsámico… Si he conseguido algo de eso, me doy por satisfecho. Es un disco que tiene su visión del mundo actual, pero también tiene algo de evasión. Hay una frase en la que digo que estamos cegados por la vista. Ahora parece que escuchamos la música por los ojos. Aquí hay un fotógrafo. Voy a las radios y hay cámaras. Voy a los periódicos y me hacen grabaciones… ¿Y esto de grabarlo todo? Vale ya, por favor… El disco tiene las dos cosas: parte de evasión y parte de realidad.

Ahora que dice lo de grabarlo todo: ¿cómo lleva lo de los móviles en los conciertos? Hay artistas que los han prohibido.

Sí. Estuve viendo a Bob Dylan y había una empresa para eso, te lo metían en una bolsa. Yo no lo voy a prohibir, pero sí que lo voy a decir, voy a invitar a la gente a que no grabe tanto, a que disfrute. Cuando voy a un concierto, saco una foto al principio, para tener un recuerdo, y ya está. También es algo generacional. En Sting, por ejemplo, no había muchos móviles. Sin embrago, vas a Sen Senra y no ves más que móviles. Con Berri nunca grabamos un disco en directo porque creíamos que el directo hay que vivirlo en el momento. Si has estado, te lo llevas dentro, pero no en un vídeo. Yo creo en eso.

Propone escuchar el disco con los cinco sentidos. Eso también es ir a contracorriente con los tiempos que corren. Todo va muy rápido y la gente salta de canción en canción.

Estoy pidiendo un imposible. Pido tiempo, y tiempo de calidad, y soy consciente de que es un privilegio. No todo el mundo puede poner un vinilo y escucharlo durante treinta y cuatro minutos, porque igual tienes cuatro hijos, un sueldo de mierda y tres curros. El descanso y el silencio es un privilegio absoluto. Yo lo entiendo, pero lanzo esa invitación. Aquí está mi disco, y si crees que no puedes dedicarle treinta y cuatro minutos, igual no es tu disco. Tienes un montón de canciones más, no pasa nada. Mi propuesta es esta. Hasiera bat. Es una propuesta, pero hay cien mil. Parece que tenemos que estar todo el rato: “Escúchame. Sígueme en redes. Dale al like…”. Pues no. ¿Te mola? Bien. ¿No te mola? No pasa nada.

Se está especulando mucho sobre cómo será la gira, de la que, de momento, nada se sabe.

Ahí no hay secretismo. Estamos cerrando el puzzle y creo que la semana que viene ya podremos anunciar el principio de la gira. Haremos salas hasta verano. Empezamos ya, a mediados de febrero. Soy mi propia discográfica y tengo muchísimo curro extra musical. Hasta ahora he estado de lleno con el lanzamiento, pero ahora ya estoy con los conciertos, los músicos, el set list… Que ese va a ser otro problema, porque solo tengo un disco. Tendré que tirar de archivo (risas). No me gustaría hacer un revival; al menos, no ahora. Quiero defender este disco.

¿Saldrá al extranjero, como con Berri?

Sí, habrá de todo. Tengo ganas. He pasado unos años en los que no he añorado tocar, pero ahora me apetece muchísimo. El disco está en la calle y quiero compartirlo con el público.

Hablábamos antes de que tienes un pasado con mucho peso. ¿Se marca expectativas para esta nueva etapa?

No. Tendía que pasar algo rarísimo para llegar al mismo nivel de los últimos años de Berri. Si sucede, bienvenido sea. Pero no tengo ningún objetivo en ese sentido. Ojalá venga gente, y ojalá el disco guste. No me pongo metas de llenar sitios. Iremos poco a poco. Es un comienzo. Empezaremos en salas de medio aforo y veremos qué pasa.