“Cuando estás en el coche, hay una zona, un ángulo muerto, que no ves. Justo ahí estaban todos estos poemas, en tierra de nadie”. Hasta ahora, claro. De ahí el título del primer libro que publica el músico y escritor gasteiztarra Unai Lobo García, una obra en la que el autor ha querido sumar a sus palabras las ilustraciones realizadas por Mauro Entrialgo, Igor Agirre y Natalia López de Munain.
Poemas en el ángulo muerto (Desacorde Ediciones) se ha convertido en realidad justo cuando Lobo ha vuelto a los escenarios junto al resto de Betagarri. Este sábado, de hecho, toca concierto en Pamplona, para acudir la semana que viene a Bilbao, donde, aprovechando la circunstancia, se hará una nueva presentación del libro (el día 13 en Louise Michel Liburuak. a las 13.00 horas) como ya se hizo hace pocas jornadas en la capital alavesa, en Zuloa.
Entre estas páginas se recopilan poemas que han ido naciendo a lo largo de los años. “Son cosas que escribo según me da la venada. Me encanta jugar con el lenguaje, empezar a tirar de hilos, de palabras y ver cómo evolucionan, que tienen ritmo, que van adquiriendo un sentido…”, comenta. “Escribo en el móvil y luego voy viendo; a veces son ideas que vienen de repente, frases sueltas, palabras que escucho... Es un pasatiempo”, sonríe, aunque uno muy productivo.
Desde ese punto de partida se van construyendo textos en los que Lobo intenta encontrar “un ritmo” no tanto “una musicalidad”. Tal vez, admite, “es un poco por deformación profesional” derivada del hecho de escribir letras para canciones. Eso sí, le gusta dar un tiempo a lo que va construyendo. “Hay que darle valor al paso del tiempo, a esperar para volver a cada poema y ver”.
Junto a otros
En el libro se pueden encontrar poemas que llegan a tener siete años de diferencia entre sí, obras que, antes de la pandemia, su autor quiso recopilar. “Hablando con amigos, me dijeron que tenía que darle salida a todo esto”. Llegó entonces el confinamiento y Lobo, seguidor de Entrialgo en las redes sociales, se decidió a ponerse en contacto con el artista gasteiztarra residente en Madrid. Aunque no se conocían en persona, el dibujante no dudó en sumarse al proyecto.
“Que él se implicase, me obligó a seguir adelante con el proyecto de publicar” dice con una sonrisa. Aparecieron entonces en escena, para completar toda la propuesta, Igor Agirre y Natalia López de Munain. “Siempre me han gustado los trabajos colaborativos. Y contar con ellos era subir un escalón de calidad. Me pareció que, desde luego, no iban a restar. Todo lo contrario”.
De hecho, es el trabajo de los tres artistas el que se usa también para estructurar el poemario. “Nunca he tenido muy claro cómo se lee poesía. Tampoco creo que haya una forma”, describe. “Lees un poema de Panero, el que sea, y tienes que parar. Ya si eso mañana, leerás otro”. Él, de momento, sigue escribiendo. Dice que no con la idea de seguir publicando, aunque reconoce que tras este primer libro, no descarta nada. “Ya no sería empezar de cero”. Todo llegará.