– “Pretendo que el libro sea un entretenimiento, además de emocional, conveniente, en el sentido de que sea capaz de despertar algo en la otra persona, que no se lea y se olvide al instante, que remueva”.

Así lo dice Jesús María Pérez García, Atxalde, mientras sostiene entre sus manos un ejemplar de su nueva creación literaria, Caminando entre poemas. Llega al público otro título, otra obra que “ese duende interior inquieto que tengo me obliga a escribir”, dice con una sonrisa el autor.

Una imagen de El Caminante aparece desde la portada. El paseo está servido. “Siempre voy con la libreta, uno nunca sabe cuándo va a ser necesario apuntar”.

También en esos recorridos por Labastida, lugar que este escritor gasteiztarra siente tan suyo. De hecho, como en publicaciones anteriores, no falta el guiño a la localidad entre estas páginas.

Se encuentra entre una de las tres partes que configura este libro. Hay tiempo y espacio para las “conversaciones conmigo mismo” sobre cuestiones de lo más diverso. También para mirar al amor, ya que “es, quizás, el eje vertebrador del sentimiento humano”.

Pero tiene un peso específico en este cuarto poemario publicado del autor gasteiztarra, la naturaleza el maltrato que sufre.

Me preocupa el cambio climático y, de alguna manera, pretendo también despertar a quien lea el libro. Hay que tomar conciencia de cómo estamos dejando las cosas. Estamos matando la naturaleza. El mundo no es nuestro, es un préstamo que nos hacen nuestros hijos y mira lo que estamos haciendo”, describe. De hecho, esa idea del préstamo es la base de uno de los poemas de esta parte.

Creatividad

Atxalde, que además de nuevas referencias también sigue sumando premios y reconocimientos en distintos certámenes poéticos, tiene claro que la escritura es para él “una terapia. Escribo poesía porque siento necesidad. Una de las pretensiones que tengo es que estos poemas sirvan a la gente, que empujen a descubrir algo que tiene dentro. La poesía y la creatividad van de la mano. Las emociones las tenemos. La creatividad también, aunque en algunos casos parezca que está escondida. Solo hay que dar el último paso que es escribir poesía”.

Al fin y al cabo, “no hay en mí biografía sino mis propios poemas. Creo que un poeta sin riesgo es un burócrata. Escribo más libremente siendo amigo de mí mismo y yo he escrito lo mío cuando tocaba porque creo en el misterio y en la densidad de la palabra. El pensamiento es previo a la palabra: es una beneficiosa droga, escuchar el ritmo del corazón, tener una mirada más lenta”.

Fue Antonio Ortiz de Urbina el responsable tanto meterle el gusanillo de escribir como la figura de Unamuno. Hoy, el alumno de aquel profesor reconoce que ni sabe ni quiere parar de escribir. Eso a pesar de que “me han acusado de ser un tanto barroco”, ríe. “Eso me viene del Seminario. Juego mucho con las metáforas, oxímoron, hipérboles…”.

Así se puede ver también en este Caminando entre poemas. “Siempre hay muchos folios desechados. Tengo presente que cuando acabo un poema, va a llegar a la gente y ya no va a ser mío. Por eso procuro tener cuidado”.