Tiene treinta años, pero su juventud no le ha impedido hacer sus sueños realidad. A tan temprana edad, la escritora Haizea López ya ha publicado más de cien novelas, algunas de ellas bajo seudónimo, varias autopublicadas... Y la última, Hija de la lluvia, nos conduce hasta el corazón del Valle e Ayala, a Artziniega, donde los recuerdos y la lluvia se hacen uno.

¿Cuándo se dio cuenta de que quería dedicarse a escribir? ¿Hubo algún punto de inflexión? 

-La verdad es que escribo desde muy pequeñita, porque mi madre es muy ávida lectora. Tiene en casa muchísimos libros. A ella le gustaba mucho el terror (risas), tenía muchos libros de Stephen King, y yo desde muy niña los leía. Recuerdo que había pasajes un poco duritos, o que yo no entendía, y además me pasaba las noches en vela sin dormir. Y yo creo que empecé a escribir pensando en lo que a mí me hubiera gustado leer. Con doce años escribí mi primera novela larga, y con dieciséis escribí la primera que salió publicada, que me la corrigió Marisol, mi profesora de Lengua y Literatura. 

O sea que ya tenía editora en su adolescencia.

-Sí (risas). Y fue ella la que me dijo “Haizea, tienes que mandarlo a las editoriales. Lo haces muy bien. Hazlo y arriésgate”. Y fue como empecé a publicar. Desde entonces no he parado.

¿Y cómo es publicar una novela con 16 años? 

-Pues salió publicada cuando tenía 17, casi 18. Y la verdad es que fue muy guay, porque era como cumplir un sueño, y esa primera ilusión de ver un libro publicado. Pero a su vez fue muy difícil, porque con diecisiete años no te toman en serio. Si ya con treinta cuesta que te tomen en serio y que no te vean como una cría, con diecisiete todavía más. Recuerdo que recibía a muchas propuestas una respuesta automática de “Por política del editor no aceptamos obras de menores de 25 años”, o de treinta y cinco años. Y recuerdo que dejé de poner la edad. 

Eso fue entonces. Con apenas treinta años ya suma más de cien novelas. ¿Ahí estamos frente a un récord?

-Creo que no, porque hay otra autora española que se llama Sonia López y tiene muchísimas novelas también publicadas. Yo creo que ha pasado de las doscientas. Pero aunque no sea un récord, creo que esta es la novela 129, y han sido años de mucho trabajo, de muchísima pasión, y de hacer lo que me gusta sobre todo, de disfrutar. Porque me he dado cuenta de que puedo vivir haciendo lo que me gusta, disfrutarlo y es vivir de tu pasión.

¿Y de dónde nacen las ideas para contar tantas historias? 

-Es lo único que tengo. Es que no tengo nada más que eso. Soy todo imaginación. Siempre digo que si no me dedicase a la literatura no sabría qué hacer con mi vida, porque realmente esto es lo único que me apasiona y que me mueve. Lo que me hace todos los días tener inquietud por seguir creciendo, por seguir luchando, tener más sueños, más metas, más logros, más reconocimiento, y seguir creando historias y sobre todo seguir llegando a los lectores. 

Cabe recordar que durante un tiempo escribió con seudónimo masculino, Christian Martins. ¿Qué le llevó a tomar esa decisión en un primer momento?

-Yo tendría unos 23 años, estaba en una feria del libro y tenía varias novelas publicadas con mi nombre y había participado en varias antologías con gente referente. Yo veía que dedicarme al mundo de la literatura no era tan fácil como creía y era muy complicado, había que pelearlo mucho. En una conversación me dieron un consejo, que era que probase a centrarme quizá en los géneros literarios más comerciales y a su vez que buscase un nombre más comercial. Si era masculino mejor. Yo lo saqué sin ningún tipo de esperanza. Publiqué mi primera novelita romántica como Christian Martins, y en nada se colocó en best seller de todas las plataformas digitales, en Amazon en el número uno en todas las categorías... Y fue cuando dejé de trabajar porque compaginaba la literatura con otros trabajos, y me dediqué única y exclusivamente al mundo de la literatura. Son más de ochenta novelas las que he sacado como Christian Martins, y era vivir en la sombra y estar en una cueva metida haciendo lo que me gustaba sin reconocimiento, sin poner tu cara ni tu nombre. No contaba a nadie que era yo. La verdad es que era bastante triste. Pierdes esa parte bonita de la literatura, ese feedback con los lectores.

Ahora vuelve a las librerías y nos invita a un viaje al corazón del valle de Ayala, a Artziniega. ¿Qué le llevó a querer ambientar un libro entre calles empedradas y verdes montañas?

-Para mí es precioso. A veces paraba allí y me podía imaginar a Ainize, nuestra prota, paseando por esas calles. Me parecía que desprendía magia. Era imposible pasar por allí y no imaginar una novela. Me parecía un escenario perfecto. 

Hablemos de Ainize, Elsa... ¿Comparten algo con la realidad?

-Ainize Agirregoitia es el nombre de una de mis mejores amigas, que se lo he robado para la novela porque siempre me ha parecido que tenía un nombre muy de novela. Pero el resto es ficción. Igual te podría decir que lo que comparten es ese carácter arrollador que tiene Ainize, que también lo tiene mi Ainize real, pero es todo ficción y todo sacado de mi cabeza. Elsa, Ramón...

Si pudiera pedirle un deseo al futuro, ¿cuál sería?

-Lo que le pido al futuro es poder seguir así, llegando a los lectores, seguir creciendo como autora y seguir haciendo mi sueño realidad, porque es precisamente por lo que voy a luchar día a día. Seguir cumpliendo metas y seguir llegando a lo que me proponga.